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¿Quién manda a quién?

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Por Jorge Ducci

Un grito en el cielo de Rafael Nadal bastó para crear una polémica tan insólita como peligrosa. Una simple rabieta de uno de los mejores del mundo consiguió vetar a un juez de la talla y trayectoria de Carlos Bernardes.

No se hizo esperar una lluvia de críticas contra Nadal por hacer una petición de este tipo, pero ojo, seamos claros: en el mundo del deporte sobran ejemplos de presiones similares, o peores, y que han terminado muy mal, no tanto para los deportistas sino para las autoridades respectivas.

En la Copa América que se está disputando en Chile, el técnico de la selección local, Jorge Sampaoli, mandó cerrar las calles aledañas al complejo donde entrenan, Juan Pinto Durán, para mantener alejados a los espías de sus trabajos diarios. Ridículo, ¿no? Casi tanto como vetar a un árbitro que se atreve a hacer cumplir el reglamento a todos por igual.

Lo peor es que en el caso de Nadal no se trata de un cobro malo o un bote dudoso. Se trata de una regla tan clara y simple como la cantidad de segundos que pueden pasar entre un punto y otro. Está totalmente comprobado que Nadal quiebra esta regla varias veces por partido y ha sido penalizado en escasas ocasiones. Entonces ¿de quién es la culpa? Hay jugadores que han recibido advertencias y hasta perdido puntos por no poder reanudar el juego debido a calambres o algún tipo de problema físico, no porque se pusieron el pantalón al revés...

El hecho de que la ATP agachara la cabeza y servilmente permitiera que Nadal pusiera en tela de juicio el criterio de uno de sus jueces, que estaba haciendo valer el reglamento, es insólito. Abre la puerta a muchas peticiones de este calibre, que si son aceptadas pondrían en serio riesgo la autoridad de la ATP. Si no lo hacen, quedaría en evidencia una diferencia de criterio que también pondría en serio riesgo la autoridad de la ATP. Es fácil deducir quién sale perdiendo.

¿Vale la pena este debilitamiento de la autoridad por aceptar la rabieta de una estrella? Rafael Nadal es uno de los mejores jugadores de la historia, en gran parte por su fortaleza mental. Ha tenido que enfrentar rivales legendarios, condiciones climáticas adversas, lesiones de larga recuperación, marcadores casi imposibles de remontar, etc. Pero ahora le afecta la simple presencia de una persona totalmente calificada en la silla del juez... No parece tener mucho sentido. Quizá sea el orgullo hablando por él, de alguien acostumbrado a que prácticamente se haga todo a su manera.

Se sabe que muchas figuras, en torneos menores, tienen el poder de decidir a qué hora juegan, qué días juegan, en qué cancha juegan. Ahora, al parecer, pueden elegir qué árbitros quieren en sus partidos. ¿Qué viene después? ¿Decidir cuáles serán los jueces de línea? ¿El color de ropa de los pasapelotas? ¿La cantidad de fotos que les pueden sacar durante un partido? ¿Los precios de las entradas? Suena absurdo, evidentemente, pero ¿lo es?