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Wawrinka: el gran revés suizo deja atrás su papel de secundario



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Por Marta Rguez. Peleteiro MPeleteiro_AS

Si preguntásemos por ahí lo más seguro es que no encontrásemos a alguien que diese un duro por su victoria en Roland Garros. La gente que sabe de esto apostaría por el serbio. Dirían que Novak Djokovic lo tenía todo a su favor: se había quitado a un dubitativo y fallón Rafael Nadal de en medio, se había preparado bien el torneo saltándose el Masters de Madrid, estaba motivado porque este grand slam era el único que faltaba en sus vitrinas para lograr la cuadratura del círculo… Pero quizás eso sea lo bonito del tenis, que al final nunca sabemos qué va a pasar, que lo mismo aparece un tal Robin Soderling que apea al campeón, un Nick Kyrgios motivado, un Gulbis que por fin hace un partido antológico… El juego es así.

Y así es cómo un Stan Wawrinka que a todas luces iba a adornar su palmarés con su presencia en una final de un major acabó llevándose el trofeo y disipando a todas luces las dudas sobre su juego. De aquel Abierto de Australia de 2014 siempre se dirá, especialmente en España, que se lo llevó porque el manacorí no estaba a tope de forma, aunque lo cierto es que méritos no le faltaron a Stanimal. Pero de la final del pasado domingo no hay nada que objetar. El suizo repartió con su derecha y con su revés hasta minarle la moral al número uno.

Dice Tomás de Cos que Djokovic acusó el irse dejando sets en los partidos previos, que es cierto que desgasta cuando el torneo es especialmente largo como lo es un major, que vio al primero de la clasificación falto de movilidad en la piernas, lento. Pero aparte de eso, Wawrinka demostró que ya no es ese suizo segundón a la sombra de Roger Federer, a quien por cierto apeó sobre la tierra gala en tres sets. Wawrinka hizo un partido impecable ante Djokovic que se ve claramente en el resultado a cuatro sets: 4-6, 6-4, 6-3 y 6-4 después de tres horas y 12 minutos.

Y es que ahora, rondando la treintena, por fin se empieza a ver el juego y la actitud de campeón que lleva buscando desde que decidió ser profesional. Vivir a la sombra de Roger tiene que ser muy complicado, pero una vez te liberas de ese complejo de segundón parece que todo arranca y Wawrinka, tan irregular años atrás, lo está demostrando ahora. En la Chatrier lanzó misiles a Djokovic y el serbio casi dio por bueno el simplemente el devolverlos y que el destino hiciese. También hubo puntos largos, para disfrute del público, que siempre quiere amortizar la entrada apoyando al que va por debajo para que se eternice el partido.

Al final hubo raquetas rotas por un lado y golpes que siempre entraban, y bien, por el otro. Un buen resultado definitivo en tierra, donde no destacaba pese a que la arcilla no le era extraña, ya que gran parte de su formación se dio en España.

Pero parece que ahora se empieza a ver todo el tenis que el suizo llevaba dentro. Un Wawrinka que a lo largo de su carrera ya ha ganado al trío de grandes. Una primera victoria ante Murray en Ginebra en 2005, luego ante Djokovic en Umag en 2006, otra frente a su compatriota en Montecarlo en 2009 y la de Australia frente a Nadal el año pasado.

¿Y ahora qué? ¿Seguirá Stan the Man con su buen momento en Wimbledon o el otro suizo se pondrá las pilas sabiendo que sus buenos años se acaban para alzarse con la octava corona? Apenas queda un mes para ver cómo arrancan.