Las dudas merman a Rafa Nadal
Tomás de Cos
Tras una carrera brillante y plagada de obstáculos (Federer, Djokovic, las lesiones…) que le fueron haciendo cada vez más fuerte, Nadal (que hace 29 años en junio) parece por primera vez un tenista con debilidades. Incluso sobre tierra batida, superficie sobre la que luce 46 títulos y un saco de récords. Superado ya el primer cuatrimestre del año, su balance es el peor de los últimos diez años, con un único título (Buenos Aires) y 7 derrotas en 26 partidos. Tres de ellas sobre arcilla. Ante Fognini (2) y Djokovic, los dos únicos hombres sobre la tierra capaces de haberle superado en dos partidos consecutivos sobre tierra batida…
Más allá de los datos, las sensaciones tampoco son demasiado buenas. Su derecha no pesa ni bota como antaño. Sus tiros no son tan potentes. De ahí que esté trabajando una notable evolución de su raqueta. Cambiar para seguir en la brecha. Pero tampoco lo parece su movilidad, que ahora no le da para los milagros que solía firmar en cada partido y que le granjearon una admiración universal por su figura. Pero quizás lo más preocupante no sean esos problemas técnicos, sino la pérdida de fortaleza mental. Tiene dudas, desconfianza y miedo en momentos puntuales. Elige mal más jugadas de las que tocan, le cuesta recuperar pista y duda en demasiadas ocasiones cuando el marcador se aprieta. “Es un rival más asequible”, en palabras del tío Toni. El dios del tenis (y del deporte español) parece haberse hecho humano de golpe.
Sin embargo, por todo lo demostrado todos estos años de domingos felices, Nadal merece ahora todo el apoyo y el crédito posible. Por más que pudiera ser verdad que el mejor Nadal ya haya pasado, cosa que está por ver… Su cabeza emite señales contradictorias. Lo mismo dice “quiero seguir”, que “mi carrera ya está hecha” y “no sé si volveré a recuperar mi mejor nivel”. Y tampoco su mirada parece ya tan determinada. Pero se trata de un tipo ultracompetitivo y con un carácter más irreductible que el de Asterix y Obelix y toda su aldea gala.
Lo que es evidente es que para dar un nuevo pasito adelante, necesita tranquilidad y quitarse toda la presión posible. Complicado tras habernos malacostumbrado a sus hazañas durante años. Pero no imposible. Aunque probablemente le resultaría más fácil con ayuda externa y la entrada de aire fresco en su entorno. La misma fórmula a la que recurrieron sus grandes rivales: Federer con Annacone y Edberg, Djokovic con Becker, Murray con Lendl… No se trata de apartar a Toni Nadal, si no de incorporar a alguien que aporte nuevos consejeros, nuevos enfoques y nuevas evoluciones para su tenis. Nuevos argumentos y estrategias con los que seguir volviendo locos a esos rivales que ya le tomaron la matrícula. Porque nadie es igual a los dieciocho que a los veintiocho años y menos si es deportista.