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Alonso, cuando la F-1 ya no importa...

Siempre he pensado que la magia de Alonso es cosa de su madre. De su padre habrá heredado fuerza, determinación, coraje, eso seguro, pero el toque mágico, lo que diferencia a este asturiano del resto se lo debe a su madre. No tengo duda. Es por esa mujer que desde la humildad ha hecho grandes a los suyos...

Me miró con los ojos dulces, echándose la mano a la cabeza haciendo visera, como cuestionando la oportunidad de compartir sus pensamientos conmigo, pero finalmente empezó a hablar. Ha tenido mucha suerte, mucha, siempre ha tenido suerte, respondió Ana y entonces apareció una gigante en ese cuerpo frágil y menudo que caracteriza a la mujer que parió un campeón del mundo, a uno de los mejores pilotos de Fórmula 1 que jamás ha pisado un circuito. Le había comentado que a ver si este año la cosa iba mejor, o que quizá el siguiente, que su hijo se lo merecía, que a ver si al fin tenía un poco de suerte. Esa palabra. Y cuando Ana hablaba me veían a la mente imágenes de Brasil y un dedo pulgar hacia el cielo, de Spa y un coche negro y oro volando sobre la cabeza de su hijo, de Japón y un diluvio bajo el volcán, de carreras y carreras a mil por hora haciendo juegos malabares con el riesgo, echando unas risas con los límites, en un deporte en el que una centésima de segundo te cambia la vida.

Un toque. Un golpe. Clic. Y todo se da la vuelta. 

La madre de Alonso dijo mucho más, pero eso ya no viene al caso, es privado y así debo respetarlo. Una semana después de esa conversación, Fernando, su hijo dejó de ser él por unos momentos, se fue y le esta costando volver, su chaval se quedaba inconsciente en una curva del circuito de Barcelona, no atendía a los comisarios, no era capaz de despertar ante el médico, y fue trasladado muy grave, sedado, en helicóptero a la unidad de cuidados intensivos del Hospital General de Catalunya donde fue estabilizado y pasó el peor día de su existencia. Se temió por su vida. Es así. Siempre se piensa cuando se ven estas cosas. El instante efímero, negro, sobrevolando... Fuera, fuera. Después llegaron las noticias médicas y todo mejoró. Pero fueron momentos de nervios, de llamadas, de mensajes, de caras que se movían negando a un lado y a otro, de preguntas, de lágrimas, esos minutos que parecen horas, esas horas días, tiempo de tensión, situación dura para Alonso y su familia y todo aquel que ahora juega ahora a las teorías debería recordar eso y lo que hubiera ocurrido si le pasa a un ser querido.

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En esos instantes la Fórmula 1 ya no importaba. Nada era importante, solo que el hijo, el novio, el amigo se pusiese bien, volviera a ser normal, regresase a lo de siempre, les hablase, les abrazase. Después Fernando fue mejorando, pensaba salir después del primer día, pero esperó un segundo y hasta un tercero hasta que saludó a los que le esperaban en la puerta del hospital. Después aquel vídeo y la gratitud con el corazón. Pero antes de todo eso el dinero, los patrocinadores, las presiones de todos, los equipos, la velocidad, el coche que no corre y se rompe, el rival que vuela, los vuelos, los hoteles...todo quedó en el olvido. 

Es evidente que las cosas no han ido como todos esperábamos, que Fernando está aún sobre vigilancia, que debe estar un poco más tranquilo, que la lesión que sufrió tuvo unos consecuencias importantes, pero afortunadamente no hay secuelas, ningún tipo de lesión neurológica. Y eso es lo más importante. Más allá de la Fórmula 1. 

Mientras se recupera, mientras espera que todo sea perfecto en esa vida de ensueño suya otra vez, este hombre de 33 años tiene que soportar como unos piensan una cosa, los otros inventan la otra, los de más allá cuentan lo que creen y él se va a quedar sin poder iniciar su trabajo en una aventura de regreso a donde nunca quiso volver sólo para volver a ganar, para regresar a ese universo en el que puede demostrar que es el mejor y vivir en su mundo de podios y victorias. Solo por eso. Pero eso será después. Hubo un momento que solo importó su vida. 

Es cierto, en todo este asunto hay matices, sombras, ha faltado siempre un parte médico, pero de la misma manera hay que respetar lo que pasa y los deseos de la familia del paciente, así debe ser. Y es cierto también que la labor del periodista debe ser conocer y contar la verdad, pero ¿qué verdad? ¿la que quiere el lector que te para por la calle? ¿la que ambiciona el jefe, el director de la tele, de la revista o la web? ¿la oficial? ¿Donde queda el respeto por las personas? Hay una teoría que dice que para ser un buen periodista hay que ser mala persona. No es cierto. Al contrario, para ser un buen contador de historias reales, verdaderas, es imprescindible ponerte en la piel del otro. Y más si es una persona a la que quieres, por la que tienes respeto, admiración y cariño. Es así. Sí, lo reconozco. Y no, no me ha dado mucho más que a los otros, tampoco mucho menos, pero el muchacho lo merece. Así de simple. 

Dicho esto no les ocultaré nada, ni les dejaré de contar lo que creo que deba ser sabido, pero tampoco me busquen para inventar, hacerme eco de los que dicen saber y no saben nada o los que buscan protagonismo a costa de uno de los deportistas españoles más importantes de siempre. 

Ha faltado una buena comunicación, dicen. Y es posible. Ha fallado la información que se ha dado. Quizá. ¿Y si fuera así? ¿podríamos llegar a comprender los motivos? Me preguntan unos y otros lo qué pasó. No lo se totalmente. Quizá Fernando estaba cansado aquel día y se le fue un momento la cabeza antes de chocar, pero los médicos dicen que no y la telemetría muestra que siguió cambiando marchas, moviendo el volante hasta el final, posiblemente el coche tuvo algún fallo mecánico, pero McLaren dice que no, incluso electrico, pero las pruebas médicas indican lo contrario. ¿qué pasó entonces? Un mal golpe es mi respuesta. No se más. Con los datos de que dispongo es la respuesta más concreta y posible que he encontrado. Pero en realidad todo eso me da igual porque durante este tiempo solo he querido que Fernando se ponga bien. Y ya. Solo quiero que mi amigo esté bien, me dijo un amigo suyo. Y yo que no lo soy, o quizá sí, también quiero solo eso.

Ahora la situación es la que tenemos, un piloto que quería ir a la carrera de Australia y los médicos le han aconsejado que no lo haga, aunque ya tiene el alta médica. Y Malasia a la vista. Y el hijo de Ana nadando en la piscina, corriendo, intentando volver de aquel viaje a las tinieblas, de ese instante en el que todo pudo cambiar, cuando no importó nada la Fórmula 1 y solo era necesario vivir. Y volver a tener suerte…