La picadora de carne (Segunda parte: Las Marionetas)
No uso el término marioneta como despectivo. Todo lo contrario. Casi todas las grandes estrellas han pasado antes por ese estado de crisálida durante más o menos tiempo. Incluso algunos han ganado una Super Bowl siendo marionetas. Ser una buena marioneta no es sencillo, porque al contrario de las de madera, no hay ningún hilo que una al entrenador de turno con su QB para que cada movimiento sea dirigido. Las mejores marionetas son quarterbacks buenísimos. Porque además ese estado conlleva obedecer hasta la última orden y anular la propia iniciativa por bien del equipo. Eso exige unas dosis de humildad que no abundan en el “planeta quarterback”.
Una de las frases más odiadas en cualquier trabajo es cuando un jefe se acerca a un subordinado y le espeta algo similar a: “no te pago para pensar”, “no pienses y obedece”, “quien piensa pierde”, “limítate a hacer tu trabajo”… Decir que suena a cuerno quemado es poco. Pues la realidad es que el 90% de los QBs de la NFL han tenido que pasar por esa fase.
Big Ben empezó triunfando como marioneta antes de convertirse en la gran estrella que es hoy en día. Durante sus dos primeras temporadas Bill Cowher le protegió como si fuera su propio hijo. Rara vez le dejaba lanzar más de 20 pases en un partido, y más raro aún era que esos lanzamientos fueran de más de diez yardas. Los Steelers ganaron así nada menos que 14 partidos consecutivos hasta que tropezaron con los Patriots de Brady. Su segundo año fue similar. Los Señores del Acero sumaron trece victorias con él al frente (se perdió cuatro partidos por lesión) y la última fue en la Super Bowl contra los Seahawks. Como curiosidad, los Steelers perdieron el único partido en el que intentó más de 30 pases (29 de 41 contra Chicago) y ganaron los tres en que completó menos pases (9 contra Titans, 7 contra Lions y ¡9 de 21 en la gran final!). Entonces Big Ben era una marioneta que no tomaba una sola decisión. Los Steelers no necesitaban que pensara. Eran capaces de ganar incluso pese a él. Y además, durante esos dos años hubo una gran controversia en la NFL entre los que pensaban que era una gran mentira y los que defendían que era el jugador perfecto para Pittsburgh. Eso sí, casi nadie supo profetizar que terminaría siendo el quarterback espectacular en el que se ha convertido con los años.
Otro buen ejemplo puede ser Tom Brady, uno de los más grandes de siempre. Su primer anillo llegó en su primera temporada como titular, cuando era una simple marioneta en manos de Belichick. Cuando Bledsoe se recuperó de su lesión, todo el mundo se echó las manos a la cabeza porque Tito Bill decidió mantener a Brady al frente del equipo. Y las voces fueron aún más altas cuando Bledsoe tuvo que sustituir a Brady lesionado en la final de conferencia contra los Steelers, cerró el partido con una estupenda actuación, y volvió a ser relegado al banquillo en la Super Bowl contra los Rams. La offseason empezó con el mismo debate porque muchos analistas apostaban por que los Patriots venderían a Brady cuando aún tenía valor en el mercado y volverían a apostar por Bledsoe, entonces el QB mejor pagado de la liga. Los Pats mandaron a Bledsoe en la agencia libre y el debate parecía zanjado, pero incluso un año después, cuando los Patriots se quedaron fuera de los playoff con Brady, muchos seguían pensando que Tom siempre sería solo una marioneta y que los Pats se habían equivocado.
Un ejemplo de esto último es Kirk Cousins. Durante algunos partidos pareció una marioneta estupenda con proyección de futuro. Salía al campo y cumplía de sobra en unos Redskins cada vez más afectados por la montaña rusa en que se ha convertido Robert Griffin III. Incluso parecía que Cousins podría terminar arrebatando el puesto a RGIII. Pero llegó el partido contra los Giants, fue interceptado ¡cuatro veces! y, sobre todo, entró en estado de pánico. Ya nunca ha vuelto a ser el mismo. Como esos toreros que desaparecen después de su primera cogida, incapaces de volver a pisar un ruedo. Cousins es una marioneta convertida en ‘incapacitado’ por culpa de su cabeza. No importa si tiene o no talento. Simplemente tiene miedo escénico. Como le sucedió a Orton, que en mi opinión siempre había sido una marioneta sobresaliente hasta que descubrí lo que casi todos ya sabíais: no le gusta jugar al football. Como veis, los motivos que llevan al fracaso a una marioneta pueden ser de lo más peregrinos.
Otro ejemplo. Después de dos temporadas siento un gran respeto por Mike Glennon. Me parece un jugador honesto, obediente. Una buenísima marioneta. Tengo la casi certeza de que nunca dará un paso adelante. Y eso que me gustaría que lo diera, porque me parece un chaval estupendo. Así que tengo la esperanza de que no solo se convierta en un número dos de lujo, que parece su destino, sino que termine por sorprender a todos para convertirse en un nuevo Rich Gannon, una eterna marioneta que en sus últimos años dio un salto inesperado a gran estrella.
Muchas estupendas marionetas se han perdido para la NFL por intentar dar el salto al siguiente nivel antes de tiempo. Otras muchas se han diluido en una carrera somnolienta en la que sin hacer nada muy mal, nunca consiguieron entusiasmar ni a sus entrenadores ni al público. Pero hay una minoría que sí ha conseguido dar el salto al siguiente nivel, el de los conductores, en el que un QB pasa a convertirse en un arma de destrucción masiva. Quizá el último en dar ese alto esté siendo Ryan Tannehill.
Pero ni siquiera en ese nivel está asegurado el éxito… Y de eso hablaremos en la siguiente entrega.
mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl