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La picadora de carne (Segunda parte: Las Marionetas)

Mariano Tovar

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En la primera parte de este pequeño serial os hablaba de los quarterbacks que huelen a cadáver ya desde su primera actuación. En esta segunda parte están englobados la gran mayoría de los quarterbacks de la NFL. Sería como la caja de bombones de la que hablaba Forrest Gump. Hay quarterbacks de sistema, diamantes sin pulir, eternos suplentes, paquetes camuflados… La mayoría de los QBs de la NFL son marionetas.

No uso el término marioneta como despectivo. Todo lo contrario. Casi todas las grandes estrellas han pasado antes por ese estado de crisálida durante más o menos tiempo. Incluso algunos han ganado una Super Bowl siendo marionetas. Ser una buena marioneta no es sencillo, porque al contrario de las de madera, no hay ningún hilo que una al entrenador de turno con su QB para que cada movimiento sea dirigido. Las mejores marionetas son quarterbacks buenísimos. Porque además ese estado conlleva obedecer hasta la última orden y anular la propia iniciativa por bien del equipo. Eso exige unas dosis de humildad que no abundan en el “planeta quarterback”.

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Una de las frases más odiadas en cualquier trabajo es cuando un jefe se acerca a un subordinado y le espeta algo similar a: “no te pago para pensar”, “no pienses y obedece”, “quien piensa pierde”, “limítate a hacer tu trabajo”… Decir que suena a cuerno quemado es poco. Pues la realidad es que el 90% de los QBs de la NFL han tenido que pasar por esa fase.

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Y como os digo, eso no es malo. Trent Dilfer ganó un anillo con los Ravens en enero de 2001 haciendo exactamente lo que se le ordenaba. Sin fuegos artificiales. Convertido en un simple brazo ejecutor que salía a hacer su trabajo. Que no ganaba partidos con detalles brillantes, pero que tampoco los perdía por pasarse de listo. Tras el triunfo, Brian Billick pensó que si había ganado un título con una ‘Marioneta’, convertiría a su equipo en dinastía con un ‘Conductor’ (recordad, el tercer grupo) y fichó a Grbac (que en mi opinión se salvaba a duras penas de pertenecer al grupo de los ‘incapacitados’). Fue un desastre. Los Ravens no necesitaban un quarterback capaz de pensar. Era suficiente con uno que no se confundiera.

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Big Ben empezó triunfando como marioneta antes de convertirse en la gran estrella que es hoy en día. Durante sus dos primeras temporadas Bill Cowher le protegió como si fuera su propio hijo. Rara vez le dejaba lanzar más de 20 pases en un partido, y más raro aún era que esos lanzamientos fueran de más de diez yardas. Los Steelers ganaron así nada menos que 14 partidos consecutivos hasta que tropezaron con los Patriots de Brady. Su segundo año fue similar. Los Señores del Acero sumaron trece victorias con él al frente (se perdió cuatro partidos por lesión) y la última fue en la Super Bowl contra los Seahawks. Como curiosidad, los Steelers perdieron el único partido en el que intentó más de 30 pases (29 de 41 contra Chicago) y ganaron los tres en que completó menos pases (9 contra Titans, 7 contra Lions y ¡9 de 21 en la gran final!). Entonces Big Ben era una marioneta que no tomaba una sola decisión. Los Steelers no necesitaban que pensara. Eran capaces de ganar incluso pese a él. Y además, durante esos dos años hubo una gran controversia en la NFL entre los que pensaban que era una gran mentira y los que defendían que era el jugador perfecto para Pittsburgh. Eso sí, casi nadie supo profetizar que terminaría siendo el quarterback espectacular en el que se ha convertido con los años.


Por que el problema de la fase de marioneta es que durante ella es muy difícil juzgar el auténtico rendimiento de un jugador. Fundamentalmente porque está siendo muy protegido por su staff, sin dejarle correr grandes riesgos y escondiendo sus defectos para que sus rivales no sean capaces de explotarlos. Por eso es muchas veces tan difícil calificar a quartebacks jóvenes. Cumplen y cometen errores de novato, pero no tienen actuaciones catastróficas y tampoco brillantes. Solo el propio staff, que trabaja con ellos cada día, conoce sus limitaciones. Y se cuidan muy mucho de desvelarlas ni siquiera al periodista más persistente. Un jugador limitado pero muy protegido puede ser un timo perfecto durante la agencia libre cuando los equipos más necesitados están dispuestos a ver joyas donde solo hay fachada. Matt Cassell, Josh McCown o el mismo Matt Flynn fueron en algún momento ejemplos claros de esto último.

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Otro buen ejemplo puede ser Tom Brady, uno de los más grandes de siempre. Su primer anillo llegó en su primera temporada como titular, cuando era una simple marioneta en manos de Belichick. Cuando Bledsoe se recuperó de su lesión, todo el mundo se echó las manos a la cabeza porque Tito Bill decidió mantener a Brady al frente del equipo. Y las voces fueron aún más altas cuando Bledsoe tuvo que sustituir a Brady lesionado en la final de conferencia contra los Steelers, cerró el partido con una estupenda actuación, y volvió a ser relegado al banquillo en la Super Bowl contra los Rams. La offseason empezó con el mismo debate porque muchos analistas apostaban por que los Patriots venderían a Brady cuando aún tenía valor en el mercado y volverían a apostar por Bledsoe, entonces el QB mejor pagado de la liga. Los Pats mandaron a Bledsoe en la agencia libre y el debate parecía zanjado, pero incluso un año después, cuando los Patriots se quedaron fuera de los playoff con Brady, muchos seguían pensando que Tom siempre sería solo una marioneta y que los Pats se habían equivocado.


Como veis, es muy complicado saber hasta dónde puede llegar una marioneta que funciona. Hay marionetas que no acaban de arrancar, y que a los pocos partidos involucionan al estado de ‘incapacitado’ para que se despejen todas las dudas sobre su negro futuro, pero otros muchos se mantienen en esa zona de nadie, protegidos por la calidad del resto de la plantilla, o justificados por la falta de calidad de la misma.

Un ejemplo de esto último es Kirk Cousins. Durante algunos partidos pareció una marioneta estupenda con proyección de futuro. Salía al campo y cumplía de sobra en unos Redskins cada vez más afectados por la montaña rusa en que se ha convertido Robert Griffin III. Incluso parecía que Cousins podría terminar arrebatando el puesto a RGIII. Pero llegó el partido contra los Giants, fue interceptado ¡cuatro veces! y, sobre todo, entró en estado de pánico. Ya nunca ha vuelto a ser el mismo. Como esos toreros que desaparecen después de su primera cogida, incapaces de volver a pisar un ruedo. Cousins es una marioneta convertida en ‘incapacitado’ por culpa de su cabeza. No importa si tiene o no talento. Simplemente tiene miedo escénico. Como le sucedió a Orton, que en mi opinión siempre había sido una marioneta sobresaliente hasta que descubrí lo que casi todos ya sabíais: no le gusta jugar al football. Como veis, los motivos que llevan al fracaso a una marioneta pueden ser de lo más peregrinos.

Otro ejemplo. Después de dos temporadas siento un gran respeto por Mike Glennon. Me parece un jugador honesto, obediente. Una buenísima marioneta. Tengo la casi certeza de que nunca dará un paso adelante. Y eso que me gustaría que lo diera, porque me parece un chaval estupendo. Así que tengo la esperanza de que no solo se convierta en un número dos de lujo, que parece su destino, sino que termine por sorprender a todos para convertirse en un nuevo Rich Gannon, una eterna marioneta que en sus últimos años dio un salto inesperado a gran estrella.


El caso contrario puede ser del de Brian Hoyer. Durante si primera temporada fue una marioneta magnífica. Solo jugó dos partidos como titular, pero fueron más que prometedores. El staff del equipo lo defendió contra tiempo y marea durante los meses siguientes, cuando desde las oficinas intentaron imponer a Manziel, y la marioneta Hoyer cumplió. Ahora hacemos de menos su trabajo, pero los Browns con Hoyer llegaron a la semana 10 con un récord 6-3 y el quarterback jugando francamente bien la mayor parte de los partidos. El problema es que tanto el público como el mismo Hoyer pensamos que había superado la fase marioneta y podía empezar a jugar como un conductor. Y Hoyer hizo bueno aquello de que “quien piensa, pierde”. Veremos si los Browns deciden contar con él para la próxima temporada, pero creo que es el típico ejemplo de estupenda marioneta que puede dar al traste con su carrera por creerse mejor de lo que es antes de tiempo. Después de dos años mirando cartulinas, Nick Foles también está en ese punto de equilibrio inestable que tantas veces termina en tragedia.

Muchas estupendas marionetas se han perdido para la NFL por intentar dar el salto al siguiente nivel antes de tiempo. Otras muchas se han diluido en una carrera somnolienta en la que sin hacer nada muy mal, nunca consiguieron entusiasmar ni a sus entrenadores ni al público. Pero hay una minoría que sí ha conseguido dar el salto al siguiente nivel, el de los conductores, en el que un QB pasa a convertirse en un arma de destrucción masiva. Quizá el último en dar ese alto esté siendo Ryan Tannehill.

Pero ni siquiera en ese nivel está asegurado el éxito… Y de eso hablaremos en la siguiente entrega.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl