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Scot McCloughan: la última (y desesperada) esperanza de los Redskins

Fernando Kallás

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En el carrusel de entrenadores y personal ejecutivo de la NFL tras el fin de la temporada, los titulares hablaron mucho del cambio de Rex Ryan para los Bills, de la polémica apuesta de los 49ers en el desconocido Jim Tomsula para sustituir a Jim Harbaugh y de la salida de John Fox de los Broncos. Pero puede que el fichaje más importante que hizo un equipo en esta offseason sea uno que pasó casi desapercibido: el anuncio de Scot McCloughan como general manager de los Washington Redskins.

En cualquier medio laboral competitivo y de alto nivel, cuando metes la pata, es muy difícil que te den una segunda oportunidad. En la NFL, una liga de sólo 32 equipos y que funciona casi como un clan, una segunda oportunidad es casi imposible si no eres una estrella.

Dicho eso, Washington decidió darle a McCloughan su tercera oportunidad como alto cargo ejecutivo en la NFL, aunque le hubieran echado de sus dos empleos anteriores, en Seattle y San Francisco.

¿Por qué?

Porque Scot McCloughan es un genio.

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Hijo de la exestrella de los Raiders Kent McCloughan, Scot creció asistiendo videos del equipo con su padre, que le hacía tomar notas y enseñárselas al gran Al Davis. Y fue así, observando a una de las grandes mentes de la historia del fútbol americano, cómo el nuevo GM de los Redskins construyó la base intelectual que un día le llevaría a ser considerado, por muchos, el mejor evaluador de talentos de toda la NFL.

Comenzó como ojeador de los Green Bay Packers con sólo 22 años. Con 28 fue contratado para dirigir el departamento de evaluación de jugadores universitarios de los Seahawks. Cuatro años después, se fue a San Francisco como subdirector de personal. Con sólo 36 años, ya era general manager de los 49ers.

McCloughan cogió una de las peores franquicias de la NFL y, en seis años, montó una de las mejores plantillas de la liga. Además de no defraudar en primera ronda con Patrick Willis, Vernon Davis, Joe Staley y Michael Crabtree, apostó por perlas como Frank Gore, Delanie Walker, Ray McDonald, Dashon Goldson, Tarell Brown y Parys Haralson, por ejemplo, que fueron fundamentales para el equipo que, hace dos años, estuvo a menos de cinco yardas de ganar la Super Bowl ante los Ravens.

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Pero McCloughan ya no estaba en San Francisco para disfrutar del éxito del equipo construido por él. Salió un año antes de la llegada de Jim Harbaugh. No se fue por voluntad propia, le echaron por la puerta de atrás y sin dar muchas explicaciones para el público en general. “Acuerdo mutuo”, fue la versión oficial.

Se fue a los Seahwaks, donde ayudó a moldear el equipo de Seattle a la imagen y semejanza de su gran rival, perfeccionando su proyecto. Su ojo mágico ayudó a identificar talentos escondidos en los drafts que son hoy la base del mejor equipo de la NFC, como Russell Wilson, Richard Sherman, Byron Maxwell y Malcolm Smith, todos drafteados después de la tercera ronda.

A pesar del trabajo brillante, menos de tres años después estaría una vez más sin trabajo. “Motivos personales”, fue la versión oficial esta vez.

McCloughan siguió trabajando desde casa. Cobraba un mínimo de 75.000 dólares por consulta a los equipos de la liga que le pedían opinión sobre algún jugador.

A pesar de los rumores, tuvimos que esperar hasta diciembre del año pasado para que Scot McCloughan asumiera públicamente el verdadero motivo por el que dos de las mejores franquicias de la NFL decidieran prescindir de uno de los mejores evaluadores de talento de la liga.

El alcoholismo.

En una amplia entrevista para la cadena ESPN, el nuevo GM de los Redskins contó como, en 2010, el drama personal de la adicción por la bebida hizo con que perdiera todo lo que tenía. Su trabajo, su matrimonio y su credibilidad. Cuando todavía era el máximo dirigente de los 49ers, estuvo ingresado un mes en una clínica de rehabilitación. Jed York, presidente de los 49ers, le fue a visitar. Pero unos meses después, cuando llegaba a trabajar, fue parado en el pasillo por un hombre en traje y corbata al que nunca había visto antes. “Gracias por todo que usted hizo para los 49ers”, dijo el hombre, entregándole un sobre con una carta que le informaba que ya no trabajaba para la franquicia.

“Este fue el momento en que perdí el control”, dijo McCloughan, que pasaba “todo el día bebiendo vodka en una botella de Gattorade”.

La segunda oportunidad vino de las manos de su mejor amigo, el GM John Schneider, que le llamó para que fuera su brazo derecho en Seattle. McCloughan afirma que no bebió un sorbo de alcohol durante sus primeros 13 meses en los Seahawks. Pero él estaba solo, viviendo sin compañía en un piso en las afueras de Seattle. Volvió a beber.

“Me dije a mi mismo, ‘a ver, Scot, ¿por qué no tomar una cervecita? Una cerveza nunca ha afectado tu vida antes. Nunca vuelvas a tocar una copa de vodka o de destilado, pero si quieres tomar una cerveza, toma una cerveza.’ Fue cuando dejé de ir a Alcohólicos Anonimos”, cuenta McCloughan.

Y eso es lo que él dice a los equipos de la NFL. Que es capaz de beber una cerveza y ya está, que “si fuera alcohólico, tendría que tomar dos, tres, cuatro, cinco… pero yo puedo tomar una cerveza y ya está, lo tengo controlado”.

El argumento no ha servido para los Seahawks, que poco antes del draft del año pasado le echaron sin comentar el motivo. Oficialmente, McCloughan renunció al cargo.

Hoy, casi un año después, los Redskins decidieron apostar en McCloughan y en su palabra, con la esperanza de que sea capaz de montar su tercera plantilla que alcance una Super Bowl. Es una apuesta arriesgada y que tiene a muchos especialistas todavía escépticos. No solo por los problemas personales del nuevo general manager, también por su filosofía de construir un equipo a largo plazo y a través del draft. Todo lo contrario de lo que Dan Snyder, el propietario de la franquicia, siempre ha hecho.

¿Tendrá el ansioso Snyder paciencia para dejar a su nuevo GM trabajar como le gusta? ¿Tendrá el propio Scot McCloughan capacidad de aguantar la presión del cargo sin volver a caer en las trampas de la dependencia?

Sólo el tiempo dirá…

twitter: Fernando Kallás