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El efecto de un mensaje subliminal

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Llevo desde el lunes dándole vueltas a una cuestión que en un primer momento no quería contar, porque me pareció una de esas ideas retorcidas que habitualmente me pasan por la cabeza, pero que no tienen consistencia. Ahora más en frío, sí que me parece una consideración interesante y os la quiero transmitir sin cambiar un ápice mi opinión original: la llamada de Carroll en la última jugada fue horrorosa.

Quiero insistir en eso último. Creo que no es exagerado considerarla como una de las peores de la historia de la Super Bowl. Entiendo que es muy fácil decir eso desde un sofá, que a posteriori es bastante barato señalar con el dedo, y que el tema tal vez se haya sacado de quicio. Tampoco me valen todos esos artículos que se han escrito esgrimiendo estadísticas sobre porcentajes de éxito en pases y carreras en la yarda uno. Las estadísticas siempre se usan buscando reafirmar una opinión y el que opina lo contrario siempre puede sacar otras estadísticas diferentes que le den la razón. Yo solo sé que, viendo el partido, mi sensación era que en ese momento el universo al completo esperaba una carrera de Lynch y nadie creía posible que la defensa de los Patriots fuera capaz de pararla. Si antes de empezar la jugada me hubieran dicho que Lynch no iba a correr, me habría jugado todo mi dinero a que la llamada elegida iba a tener como protagonista a Wilson saliendo en roll out, intentando entrar en la end zone por fuera o sacando un pase en el último momento.

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Por tanto, lo que os voy a contar ahora no cambia en absoluto mi opinión, aunque asumo que si el pase hubiera sido completo, o el balón hubiera terminado en el suelo, la jugada no habría tenido ninguna repercusión independientemente del resultado final.

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Un mensaje subliminal está diseñado para esquivar los conductos habituales de la percepción humana. El ejemplo típico que siempre se pone, consiste en incluir en una película unos fotogramas cuya imagen no es percibida por el observador de forma consciente, pero sí por su subconsciente. Me podréis decir, y con razón, que el mensaje al que me voy a referir no es subliminal, sino muy claro y directo y sin ninguna segunda intención, pero en las circunstancias en que se produce, con el receptor con la guardia baja, sí lo pueden convertir en ello.

La Super Bowl fue vista por casi 114,5 millones de espectadores por televisión. De ellos, la mayor parte lo hicieron a través de la señal de la NBC con los comentarios de Al Michaels y Cris Collinsworth. Creo que no es necesario que os presente a Al Michaels, posiblemente el locutor deportivo con más prestigio en EEUU. Un mito con una trayectoria inigualable. El Michael Jordan, Tom Brady, Derek Jeter o Wayne Gretzky del periodismo deportivo.


Cris Collinsworth tampoco necesita presentación. El mítico receptor de los Bengals de la década de los ’80 pasó a ser analista de la NFL inmediatamente después de su retirada. En 2009 le llegó el mayor reto de su carrera: sustituir a John Madden como analista del Sunday night Football en la NBC. Y yo creo que lo ha hecho maravillosamente. Con mis limitados conocimientos de inglés, entiendo casi perfectamente a Collinsworth, que explica tan bien lo que sucede en cada jugada, en cada partido, que le comprendemos incluso los que sobrevivimos a duras penas en el idioma de Dickens.

Así que lo que pueda decir Collinswortth casi se convierte en palabra de Dios.

El domingo por la noche yo estaba viendo el partido en la NBC, escuchando a sus dos locutores estrella. Quedaban 26 segundos de partido, Wilson soltó el balón y a mí no se me ocurrió pensar si la llamada era la correcta o no. Es más, a esas alturas dudo mucho que mi corazón fuera capaz de bombear suficiente sangre al cerebro como para permitirme pensar algo. El mundo se movía a cámara lenta como cuando el cuerpo lanza un chute de adrenalina. Tenía los ojos saliéndose de las órbitas, la boca abierta intentando emitir un grito que se quedó en gruñido por falta de aire en los pulmones. Dos jugadores chocaban violentamente y yo era incapaz de discernir quién de ellos acunaba el balón.

 

Como os digo, mi cerebro era incapaz de asimilar toda la información que llegaba como en un bombardeo de puñetazos. Mi único recuerdo es escuchar a Al Michaels gritar “Unreal!” mientras yo me echaba las manos a la cabeza sin entender muy bien lo que estaba pasando. De inmediato, Collinsworth casi enfadado, comenzó a hablar:

“No puedo creer lo que he visto”

“Lo siento, pero no puedo creer esa llamada. NO PUEDO CREER ESA LLAMADA”. “Tienes a Marshawn Lynch en el backfield. Tienes a tipo que ha sido prácticamente imparable es esta parte del campo. No puedo creer esa llamada”.

Al Michaels apostilló: “¿Por qué hizo esa llamada? Estaba a media yarda de la línea de anotación”.

Y Collinsworth siguió. “¡No me lo puedo creer!” “Estoy aquí sentado y no puedo creer esa llamada en absoluto. Si yo pierdo la Super Bowl porque Marshawn Lynch no puede avanzar una yarda, que así sea. ¡Que así sea! Pero no de esta manera. No puedo creer esa llamada”.

 

Yo soy consciente de haber escuchado todo eso entre una nebulosa de sensaciones. Fue algo absolutamente subliminal que nos entró a todos en el cerebro cuando más desprotegido estaba. Un mensaje repetido una y otra vez cuando nuestra cabeza estaba embotada por miles de señales que intentaban entrar a tropel. Una locura.

Pocos instantes después, el mundo entero twitteaba que era la peor llamada de la historia en un torrente de comentarios sin fin. Las redes sociales provocaba una nueva riada que, como casi siempre suele pasar, se lleva por delante todo lo que hay de por medio en dardos de 140 caracteres.

Yo fui uno de los que colaboró a provocar el incendio con un comentario crítico con la decisión, pero llevo desde el final del partido preguntándome si la reacción habría sido la misma si Cris Collinsworth hubiera sido más comedido y hubiera evitado dejarse llevar por las emociones.

No echo la culpa de nada a Collinsworth. Es más, estoy completamente de acuerdo con su opinión. Pero también creo que él, sin quererlo, lanzó el mensaje subliminal que ha convertido “The Call” en una de las peores decisiones de la historia de la NFL.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl