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De gamberros, adictos y delincuentes

Mariano Tovar

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Hay algo que los aficionados a la NFL odian profundamente: que solo se hable de su deporte favorito para contar escándalos y asuntos extradeportivos varios. Con lo espectacular que es el football americano, resulta frustrante que se empañe con las actitudes personales de los jugadores, de las que en realidad la NFL no tiene ninguna culpa, por lo que tampoco debería sentirse salpicada.

Es curioso que, muy probablemente, Goodell y los aficionados coincidan en ese punto de partida. La NFL no tiene la culpa y, sin embargo su ‘buen nombre’ queda en entredicho cada vez que un jugador, entrenador, propietario, o cualquier otro miembro de la institución hace algo que no debe.

Por eso se creó un reglamento de conducta personal que afecta a todos los empleados de la NFL. Pero es justo a partir de la aparición de ese reglamento cuando empiezan los problemas de verdad. Una cosa es que la NFL no quiera verse afectada por las actitudes impropias de sus empleados, y otra muy diferente que cree unas directrices que no solo pueden invadir la vida privada de los afectados, sino que castigan esas conductas independientemente de las sentencias judiciales que puedan conllevar. Es decir, una persona podría quedar absuelta en un juicio, o estar pendiente de él, y sin embargo recibir una dura sanción de la NFL (algo muy similar a lo que le sucedió hace años a Big Ben). O ser condenada por la justicia ordinaria y de algún modo encubierta por la NFL (que no es exactamente lo que sucedió con Ray Rice en un primer momento, pero se parece bastante).

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Tras los escándalos surgidos por el caso Rice, y el caso Peterson, la NFL ha actualizado su política de conducta personal. Al final de este artículo os dejaré el, documento que explica el flujo de la nueva normativa (está en inglés, pero se entiende bastante bien). Pero hoy no quería referirme a ese tema. Tenemos mucha offseason por delante para tratarlo, y seguro que saldrá cuando alguno de los casos pendientes tenga sentencia firme (judicial o por parte de Goodell).

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Mi pregunta es si esa política de conducta personal está teniendo algún éxito. Es evidente que Goodell buscaba un efecto disuasorio, pero la realidad demuestra que con muy poco éxito. Pocos días antes de la Super Bowl comenzó el juicio a Aaron Hernandez, y por lo que estoy leyendo no está tan claro que termine siendo condenado, porque casi todas las pruebas del caso del asesinato de Odin Lloyd podrían ser circunstanciales. Hoy mismo la juez ha tenido que descartar a un miembro del jurado. La sombra de OJ Simpson empieza a sobrevolar peligrosamente y yo me pregunto si la NFL podría impedir que Hernandez volviera a jugar en la NFL en caso de no ser condenado.

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También se ha sabido en las últimas horas que Josh Gordon ha sido suspendido al menos hasta la próxima Super Bowl por un nuevo tropezón con sus adicciones. Lo que significa que la sanción podría continuar más allá de esa fecha si la NFL lo considera conveniente. Josh fue suspendido el pasado verano por consumir marihuana. En diciembre los Browns le apartaron del equipo por llegar tarde a un entrenamiento. Después fue detenido por conducir bebido y a gran velocidad. Éste último suceso, acumulado a los anteriores, ha provocado el castigo. Curiosamente, Gordon siempre ha tenido justificaciones convincentes para sus dislates. Y curiosamente, la mayoría de aficionados hemos intentado creer y justificar al jugador en sus explicaciones. Cuando un tipo es tan bueno, le queremos perdonar todo.

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Pocas horas antes de conocerse la sanción a Josh Gordon, Johnny Manziel (me resisto a seguir apodándole ‘football’), anunciaba que ingresaba voluntariamente en un centro de rehabilitación. ¿Ser el rey de la noche está reñido con ser una estrella de la NFL? Si analizamos la trayectoria de Rob Gronkoswski, de Joe Namath en su momento, y de muchos otros jugadores estelares, la respuesta es no. El tight end de los Patriots le cae simpático a todo el mundo porque es un cachondo, un fiestero, y celebra sus juergas en un autobús que compró para tal efecto. Eso sí, con chofer. Lo curioso es que Manziel no cae simpático a casi nadie por cachondo y fiestero. Unos tanto y otros tan poco.

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De todos modos, el modelo Gronk puede estallar en cualquier momento. Chad Ochocinco tuvo una larga carrera sin un solo incidente personal pese a que siempre se movió en el filo de la navaja. Incluso publicó unas directrices que debían seguir los jugadores de la NFL para vivir al límite sin terminar castigados. No os penséis que eran normas muy sofisticadas. Todas eran más o menos del tipo “si te coges una cogorza de aúpa, vuelve a casa en taxi”. Sentido común puro y duro. Aunque en una liga con un ciento por ciento de universitarios ese parezca ser el menos común de los sentidos. Lo malo es que el bueno de Ochocinco no fue capaz de aplicar a su vida el sentido común que predicaba. Un día conoció a Evelyn Lozada, una mujer que encendía todas las alarmas en sus antiguas directrices, que tras una disputa matrimonial que apestaba a encerrona le sacó hasta el último céntimo y terminó con su ya decadente carrera.


También hay otros, como Plaxico Burress, que se van de fiesta con una pistola en el bolsillo y se pegan un tiro en la pierna que les manda directamente a la cárcel, pero es que en esta vida hay días tontos y tontos todos los días.

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Como os digo, el asunto no se limita a los jugadores. Jerry Jones ya tuvo un affaire con exóticas acompañantes el pasado verano, y Warren Sapp fue arrestado el lunes por la mañana porque para celebrar la victoria de los Patriots decidió hacerse un regalo en forma de trío con dos alegres señoritas. A las 2:30 de la madrugada una de ellas le denunció por agresión. Pocas horas después el exjugador era despedido fulminantemente de su trabajo de comentarista en NFL Network. Os voy a decir una cosa. Después de terminar la Super Bowl hay una gran fiesta en el centro de convenciones de turno de la ciudad elegida en el que corren las langostas, ostras y demás delicatessen por doquier. Qué necesitado de cariño debía estar Warren Sapp para salir tan precipitadamente de esa fiesta, y armarla parda casi de inmediato. Lo sorprendente es que la NFL hubiera contratado como comentarista a un tipo cuyo historial habría hecho saltar por los aires varias veces la actual política de conducta personal.


Es curioso que Terrell Owens, uno de los jugadores más polémicos de la historia de la NFL, no tuviera ni un solo problema extradeportivo más allá de sus excentricidades. Dentro del campo, y en el vestuario, podría ser una cabra loca, pero en cuanto se ponía la ropa de ‘civil’ y las cámaras dejaban de enfocarle, los que le conocen le describen como un tipo tranquilo, muy hogareño, y dedicado en cuerpo y alma a su madre y sus obras de caridad. Eso sí, si alguien encendía una cámara de vídeo en su presencia, Owens no podía evitar lanzarse a dar la nota… aunque nadie recuerda haberle visto beber una gota de alcohol en la vida. Owens se cuidó físicamente hasta la obsesión durante toda su carrera. Quizá por eso pudo jugar a tan alto nivel durante 16 temporadas que habrían sido más sin sus locuras.

Y ya que estamos, D’Qwell Jackson, el famoso interceptor que fue señalado como denunciante de los balones desinflados de los Patriots, y que luego terminó negando tal afirmación, no esperó ni 48 horas tras la disputa de la Super Bowl para ser detenido por liarse a tortas con un repartidor de pizzas insensato por una plaza de aparcamiento. Os voy a decir la verdad, si estoy en el centro de Madrid en un día de atasco y un repartidor de pizzas (que va a marcharse en cinco minutos), me quita una plaza de aparcamiento, es posible que yo también pensara en hacer alguna locura. Pero si fuera empleado del señor Goodell, seguro que en el último instante pasaría por mi cabeza una estela de cordura que me ayudara a refrenarme. Porque, entre nosotros ¿Debe Goodell entrar con su política de conducta a juzgar si dos tipos se dan de bofetadas por una plaza de aparcamiento? ¿Tanto daño le hace eso a la NFL?

Eso sí, seguro que en lo que subo el artículo al blog hay un par más de detenciones.


Para consuelo de todos nosotros, en las últimas horas también ha habido una buena noticia. Según Shad Khan, propietario de los Jaguars, Justin Blackmon ya ha pagado por sus fechorías y será recibido en la gran familia de los Jaguars con los brazos abiertos… aunque si lees la letra pequeña de la declaración, parece decir que los Jags buscan primo que esté dispuesto a hacer un trade por un tipo que quizá podría haber sido fabuloso como receptor, pero cuyo mayor logro confirmado es el de fumarse los petas hasta con las orejas.

Como veis, a los aficionados de la NFL quizá no nos guste que se hable de polémicas, pero aún no han pasado ni tres días desde que los Patriots se proclamaron campeones y ya se ha echado todo el mundo al monte.

Si es que Goodell tiene razón. La temporada debería tener 52 semanas en un bucle sin fin, que en cuanto estos chicos se quedan mano sobre mano sin un casco y una coraza delante contra los que empotrarse, lo único que saben hacer es liarla parda… bueno, no generalicemos, todos no.

Creo que a veces Goodell se desespera y piensa: “¡A la mierda con todo! ¡Que hagan todos estos locos lo que les salga de las pelotas!”…y posiblemente acertaría.

(Pinchando en la imagen, se abrirá ampliada en otra ventana)

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl