Green Bay Packers 26 – Dallas Cowboys 21
Cuando quedaban 4 minutos y 42 segundos para el final del partido, los Cowboys, 26-21 por debajo en el marcador, se jugaron un cuarto down a la desesperada en la yarda 32 de los Packers. Solo necesitaban avanzar dos yardas para mantener vivo el drive, pero Romo se jugó el todo por el todo en un pase a Dez Bryant, que tras sujetar el cuero, se revolvió para intentar llegar a la end zone. Al arrojarse en su estirada, el balón tocó el suelo y el jugador perdió el control durante un instante. El mismo instante en que se terminó el partido.
Es muy probable que si Bryant hubiera sido menos ambicioso y se hubiera limitado a asegurar la posesión, el final del partido hubiera sido muy diferente. Incluso habría bastado con que McCarthy, entrenador de los Packers, no hubiera tirado su pañuelo rojo para que la jugada fuera revisada, ya que en un primer momento los árbitros dieron el pase como completo, y el balón a Dallas en la yarda uno. Pero tras analizar lo sucedido, Steratore, árbitro del encuentro, tomó la decisión correcta, aunque pueda parecer absurdo. Además, curiosamente, fue en un partido arbitrado por el mismo Steratore, que enfrentaba a los Bears contra los Lions hace algunos años, en el que se definieron los criterios de posesión del receptor como los conocemos hoy en día. Calvin Johnson agarró un balón en la red zone rival en el último segundo, pero pareció perder el control un par de segundos después al intentar hacerlo bailar en el suelo para celebrar la victoria. El touchdown se anuló y la polémica surgida obligó a la NFL a explicar con detalle esa peculiaridad del reglamento, y de alguna manera crear jurisprudencia.
Uno puede estar de acuerdo o no con los criterios actuales de la norma (yo no lo estoy), pero la decisión de dar el pase de Bryant como incompleto es correcta e inapelable sin discusión. Otra cosa es que en el futuro se abra el debate sobre si hay que actualizar el reglamento.
Además, visto lo visto durante todo el partido, los Packers fueron justos ganadores en un choque que tuvo varias alternativas, y en el que los Cowboys volvieron a decepcionar, y a parecer ese equipo sin alma que tantas veces ha fracasado en las últimas temporadas.
El arranque fue meteórico para los Packers, con Lacy atravesándose el campo de lado a lado y derribando a los defensas como si fueran bolos después de que la defensa local hubiera sacado del campo a Dallas con un tres y fuera. 7-0 en un visto y no visto, con la sensación de que los de Dallas estaban demasiado impresionados por la responsabilidad como para reaccionar.
Pero pasada la caraja, vaya si reaccionaron. DeMarco Murray se atravesó el campo con la misma facilidad que Lacy, y derribando bolos de la misma manera. En una serie larguísima de casi siete minutos y medio no solo culminaron con un touchdown de Clutts que empató el partido, sino que dejaron las sensación de que ambos ataques podían merendarse a las defensas sin problemas. Había pasado un cuarto casi completo y todos nos preparamos para presenciar unas masacre de alta anotación en la que un drive sin puntuar podía costar el partido.
Pero nada más lejos de la realidad. Cuando los Packers recuperaron el balón se dieron dos circunstancias que marcaron la primera mitad. La primera fue que la cojera de Rodgers, no recuperado de la lesión muscular del último partido de temporada regular, fue evidente. La segunda, que Lacy no pudo salir al campo, porque sufrió un ataque de asma que le mantuvo un buen rato fuera del partido. Pese a todo, Rodgers consiguió mover las cadenas hasta la yarda 27 rival hasta sufrir un fumble que le devolvió el balón a Dallas. A esas alturas la defensa visitante intentaba aprovechar las limitaciones físicas del quarterback para presionarle, y Rodgers, en no huddle permanente como Tom Brady un día antes, conseguía a duras penas minimizar el agobio a base de talento.
El ataque de Dallas no falló en su serie y entre Murray y Romo se recorrieron el campo para que el quarterback conectara con Terrance Williams en un pase de 38 yardas que significó el touchdown que adelantó a los Cowboys. 7-14 y parecía que los Packers, con Rodgers renqueante y Lacy respirando oxígeno en la banda, tenían todo en su contra.
Y más cuando la siguiente serie de Rodgers moría rápidamente y de inmediato los Cowboyds llegaban a distancia de field goal para ponerse dos anotaciones por delante antes del descanso. Entonces llegó un detalle que empezó a cambiar el signo del partido. Bailey, uno de los kickers más precisos de la NFL, fallaba su intento. Con 30 segundos por jugar, Rodgers tiraba de genialidad para atravesar el campo en cuatro jugadas y permitir a Crosby dar la patada que dejaba el marcador 10-14 antes de ir al vestuario.
Tras la reanudación, Green Bay arrancó con los mismos problemas para mover las cadenas que en gran parte de la primera mitad, pero en la primera serie ofensiva de Dallas llegó la jugada que marcó el partido y le dio completamente la vuelta. Cuando Murray parecía haber roto todos los placajes y se disponía a coger velocidad a campo abierto para una gran ganancia de yardas, apareció Peppers de la nada para arrancarle el balón de las manos y devolvérselo a los locales. Ese momento de genialidad, o error irreparable según se mire, pareció resucitar a unos Packers agonizantes y dejar muy tocados a unos Cowboys demasiado frágiles de moral durante toda la tarde.
Desde ese momento Rodgers jugó a placer. Se dio un festín ante una defensa de los Cowboys que dejó de presionarle en la línea para acumular aterrorizada jugadores en secundaria, que fallaba un placaje tras otro, y que dejaba demasiada distancia a los receptores. A eso hay que sumarle un partido magnífico, casi perfecto, de la línea ofensiva de Green Bay, que le dio a su maltrecho quarterback todo el tiempo del mundo.
En el siguiente drive los Packers solo anotaron un field goal 13-14, y los Cowboys reaccionaron de inmediato con un touchdown de Murray 13-21, que intentaba hacerse perdonar el error anterior, pero la superioridad de los Cowboys en gran parte de la primera mitad había desaparecido.
El partido ya fue casi un monólogo de Rodgers, que montó una carnicería a ritmo de no huddle. Primero fue un pase de 46 yardas a Adams que volvió a dejar a Green Bay a un punto en el marcador 20-21. Luego fue la defensa local resucitada, que ahogaba a Romo y acumulaba sacks uno detrás de otro. Para poner la guinda de la remontada, Rodgers conectaba con su tocayo, para que el tight end novato recibiera en la end zone un pase de 13 yardas. 26-21 y los Cowboys tenían 9 minutos para despertar de su gigantesca empanada.
Entonces llegó la jugada de Bryant que os contaba en el arranque de esta crónica. Y tras ella, un sencillo epílogo para un genial Rodgers, que pese a jugar mermado físicamente demostró que es demasiado bueno para estos Dallas Cowboys.
mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl