Carolina Panthers 27 – Arizona Cardinals 16
Los Panthers parecían decididos a empezar el año representando la fábula de la liebre y la tortuga. Necesitaron menos de 10 minutos para anotar un touchdown y un field goal, y desarbolar a una agresiva defensa de Arizona, empeñada sin embargo en fallar placaje tras placaje. Jonathan Stewart era una anguila resbaladiza que les traía por la calle de la amargura. Para más inri, los de Carolina tenían enfrente un equipo conducido por un ingenuo sin recursos como quarterback. Si a eso añadimos la falta de un corredor capaz de cargar con el peso del ataque, los Cardinals parecían no tener armas para aguantar un ritmo asfixiante.
Pero entonces los locales lo vieron todo tan sencillo que se tiraron a la bartola, y empezaron a acumular errores. Primero fue Brenton Bersin, reconvertido en portero de jockey hielo en un retorno de punt. Poco después fue Charles Johnson quien intentaba intimidar a Lindley, el ya de por si aterrorizado QB visitante, y resucitaba un drive muerto que terminó en touchdown de Fells. En el siguiente drive de los Panthers, con un Newton al que se le empezaba a encoger el brazo, Gano fallaba un field goal de 43 yardas. Por último, los locales, que habían trabajado a destajo arrinconando a sus rivales en su propia yarda uno para empezar un drive en la 35 de Arizona, vieron como Newton lanzaba una intercepción que Cromartie llevaba hasta la yarda 17 rival. Poco después llegaba un touchdown de carrera de Grice.
Los Cardinals podían estar sin quarterback ni corredores fiables, pero si se encontraban con la bola en la boca de la tronera, difícilmente podían fallar el tiro.
Entonces la liebre se despertó, y los Panthers completaron un buen drive para terminar el segundo cuarto que les acercó en el marcador con un field goal, pero la defensa de Arizona se había ajustado lo suficiente para que Stewart no se zafara de los placajes con tanta facilidad y, sobre todo, para que Newton siguiera sin compenetrarse con sus receptores.
Visto lo visto en los primeros minutos, parecía increíble que el partido llegara al descanso 13-14 a favor de Arizona.
Pero ahí se terminó el cuento de la tortuga, la fábula de Esopo y la historia del partido. Los Panthers salieron en la segunda mitad como un tornado. La liebre se lanzó a la carrera y esta vez no estaba dispuesta a frenar bajo ningún concepto. Por fin apareció el Newton de verdad. Primero capaz de ganar primeros downs por tierra si no encontraba objetivos por el cielo, y más tarde con la mirilla ajustada y completando pases con cierta facilidad.
Y lo peor es que la defensa de Arizona seguía fallando placajes como en una epidemia, hasta el punto de abrirle las puertas de par en par a Whittaker para que consiguiera un touchdown de 39 yardas casi sin que nadie le tocara. Y por si no se lo estaban poniendo suficientemente sencillo a sus rivales, Ted Ginn perdía un balón en un retorno que casi de inmediato era convertido en touchdown por Mike Tolbert. 27-14 para Carolina y a esas alturas Arizona era ya una tortuga que se había arrancado el caparazón y enseñaba sin pudor sus vergüenzas al mundo.
El último cuarto ya no tuvo historia. Se acumulaban las penalizaciones y la desidia. Newton perdía un balón en su propia zona roja y Lindley le devolvía el favor lanzando una intercepción de inmediato. La defensa de Arizona seguía fallando placajes y los corredores de Carolina se atravesaban el campo a placer. Incluso los Panthers terminaron el encuentro regalando un safety a sus rivales en una frivolidad que no vino a cuento.
Los Panthers, afortunados impostores de 2014, se enfrentaron a un equipo que había llegado en cuadro a 2015, y cuya única esperanza era que Ryan Lindley se reencarnara en Joe Montana. Pero en la NFL es muy difícil que algo así suceda. Dijera lo que dijera Esopo, una tortuga nunca llegará a la meta antes que una liebre, por mucho que esta última se tire un ratito a la bartola.
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