Las 12 uvas de la ira
Yo dedico los últimos diez minutos del 31 de diciembre, en una práctica que me persigue desde mi más tierna infancia, a elegir las 12 uvas más minúsculas y con menos cara de asesinas en serie del racimo. Pero con todo y con eso, el trámite se convierte inevitablemente en un suplicio. Solo un par de veces conseguí convencer a mi familia de que me pusieran doce aceitunas rellenas, pero tras dos años se negaron porque después me bebía yo solo una botella de espumoso para calmar la sed, y no era plan.
Las dos o tres primeras, pase. Pero a partir de la cuarta empiezo a acumular pellejos en los mofletes. Que la piel de la uva es áspera, y en algunos casos con tacto peludo. Con lo que a la altura de la octava uva, tengo la sensación de que un mus (ratón pigmeo africano) corretea por mi boca. Por no hablar de las malditas semillas que se van incrustando entre los dientes. Así que tras conseguir terminar con la maldita última uva, tienes la boca llena con una especie de estropajo, y el cargador lleno de pepitas. Y esas pequeñas revoltosas amenazan con salir disparadas como si la boca fuera una ametralladora en cuanto llega el tradicional carrusel de besos familiares, que se convierte en una especie de gincana en la que hay que evitar que toda la familia termine con un tito de uva dentro de la oreja.
No sé vosotros, pero yo me arrojo en cuanto puedo hacia la primera copa de la bebida que sea que se encuentre a mano, para intentar limpiarme la boca de semejante mejunje.
Seguro que ninguno de vosotros sabe las veces que ha comido un alimento a lo largo de un año. Pues yo sí. Sé exactamente que cada año de mi vida ingiero religiosamente la ingente cantidad de doce puñeteras uvas. Y lo hago durante los últimos puñeteros y odiosos últimos segundos del año. La traca final. El acabose. Solo le pido a Dios no morir de atragantamiento comiendo las doce uvas de la suerte. Porque ya es lo que me faltaba después de tantos años de tortura.
Por eso, desde hace mucho tiempo reclamo el cambio inmediato de la tradición, que debería convertirse en la de las 12 cucharadas. Sin especificar el contenido del insigne cubierto. Por ejemplo, los seres extraños que siguen considerando la uva como un objeto comestible, pueden terminar diciembre con doce cucharadas de uvas. En sólido, o tempranillo, Rioja, Ribera o cualquiera de sus versiones. Que de niño hubiera suspirado por doce cucharadas de quina Santa Catalina mientras sonaban las campanadas, y luego de farra a gatas, como Dios manda.
Y los amantes del salado tendríamos miles de posibilidades. Yo, sin duda, terminaría el año con doce cucharadas de patatas a la importancia. Pero no pienso descartar unas buenas sopas de ajo, unas patatas guisadas con níscalos, o incluso una buena fabada, para empezar 2015 acompañando los tradicionales fuegos artificiales con todo el esplendor asturiano. Que hay cosas que no se deben dejar dentro.
Así que, desde aquí hago un llamamiento a la sensatez y el buen juicio. Dejemos que las uvas maduren. Pisémoslas y metámoslas en barricas para que en meses o años nos traigan la felicidad. Mientras tanto, terminemos el año con las 12 cucharadas y disfrutemos de los últimos instantes con auténtica alegría, cada uno ingiriendo su comida favorita.
Aunque después de lo discutido por los dueños de los equipos en la anterior offseason, y visto lo visto durante la temporada regular, con los impostores brotando del suelo como setas, me temo que este será el último diciembre en el que disfrutaremos de los 12 equipos clasificados. No, no os preocupéis. Goodell no va a obligar a nadie a comerse un racimo de uvas tras otro mientras ve los partidos de wild card. Sería demasiado terrible. Lo que va a hacer, no tengo ninguna duda, es convencer a los propietarios, que ya de por si ya estaban bastante convencidos, de que a partir de la temporada 2015 en cada conferencia haya siete equipos clasificados y solo el mejor récord de cada conferencia tenga semana de descanso.
Aunque ya puestos a hacer cambios, que eliminen los famosos ‘seeds’, tan indigeribles como las uvas, para que la ventaja de campo empiece a depender del récord en temporada regular.
Ya solo me queda desearos a todos un feliz 2015, que no os atragantéis con esos objetos repugnantes llamados uvas, y que dentro de doce meses podamos disfrutar de unos playoffs con catorce clasificados y todos los impostores que haga falta. Que este año los Panthers llegan con cuatro victorias consecutivas y Cam Newton con la capa de Superman recién planchada, y a ver quién es el guapo que dice que su lugar debía estar ocupado por los Eagles.
¡¡¡FELIZ 2015 A TODOS!!!
mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl