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La teoría del caos en la NFL

Mariano Tovar

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Una lágrima de una niña puede provocar que un barco que navega cerca de la costa se empotre contra un espigón. No me he vuelto loco. Yo lo he visto. Y nunca después he disfrutado de una reflexión tan original para explicar la teoría del caos. Aunque la NFL de 2014 tiene dos ejemplos extremos.

El primer párrafo os habrá recordado “La Ciudad de los niños Perdidos” a la mayoría de vosotros. Y si no sabes de lo que estoy hablando, ya estás dejando de leer este bodrio, para ir de inmediato a conseguir esa película y, de paso, el resto de la filmografía de Jean-Pierre Jeunet, un director francés cuyas películas, casi todas geniales, tienen un hilo común: la influencia de un solo acto de una persona en el devenir de los que le rodean.

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Entre otros muchos momentos geniales, el bamboleo de una pareja en la cama provoca en “Delicatessen” que todo el vecindario entre en resonancia. “Amelie”, la niña del fotomatón de la que todos nos enamoramos, vive solo para canalizar la teoría del caos con el único fin de hacer felices a los demás. En “Largo Domingo de Noviazgo” las vidas de un grupo de personas se entrecruzan y enredan en una trenza imposible, para contar una historia, no sé si bélica o romántica, que te atornilla al asiento durante dos horas y cuarto deliciosas…


Así que, de vez en cuando, alguien toma una decisión, o realiza una acción sin aparente importancia, que inicia una sucesión de causas y efectos que terminan en una tormenta perfecta. A todos nos ha pasado. Elecciones aparentemente decisivas para nuestra vida que terminan diluyéndose. Instantes que no parecen tener ninguna importancia, que acaban marcando nuestra existencia.

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Lo curioso es que una vez puesta la pelotita a rodar, no hay quien la pare. Va cogiendo velocidad en un círculo vicioso que nos conducirá al éxito o al fracaso por pura inercia, sin que nadie sea capaz de detenerla.

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Y en esa montaña rusa puesta en marcha e imparable, se encuentran dos equipos con un resultado muy diferente. Los Cowboys para ser otra vez aspirantes después de seis años de vulgaridad sonrojante. Los Niners convertidos de nuevo en esa casa de locos, en eterna reconstrucción, que fue su maldición desde el despido de Mariucci, y que parecía haber pasado a la historia tras la llegada de Jim Harbaugh.

Lo interesante, lo que me divierte, es buscar el punto de partida del renacer o del incendio en los dos casos. Descubrir el instante, el momento sin importancia, el detalle que echó la bolita a rodar, y provocó un cambio tan radical en la trayectoria de ambas franquicias.

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Lo de los Cowboys es increíble. Garrett tiene la misma pinta de dominguero en Central Park y, básicamente, sigue rodeado por el mismo staff técnico con leves maquillajes a sus espaldas. Romo, Murray y Bryant siguen formando el mismo tridente que durante los últimos años era criticado como uno de los más sobrevalorados de la NFL. Jerry Jones sigue intentando meter mano cada día. Cuentan las malas lenguas que su hijo tuvo que engañarle durante el último draft para evitar que eligiera a Manziel con la primera ronda del draft como él quería a toda costa. Incluso la base de la plantilla sigue siendo muy parecida. Sí. La espantosa defensa de 2013 tampoco ha sufrido cambios tan significativos como para merecer que alguien la considere ahora muchísimo mejor.

Pero, sin embargo, los Cowboys son ahora serios aspirantes. Uno de los equipos más serios de la NFL. ¿Tan importante fue la elección de Zack Martin en la primera ronda del draft en contra de la opinión de Jones? Por que ni siquiera fue el primer tackle elegido. Antes salieron otros tres, mucho mejor valorados todos ellos por los analistas, cuyo impacto no ha sido, ni de lejos, tan decisivo. Además, tradicionalmente hemos considerado como un mandamiento de la NFL que las grandes líneas ofensivas se logran gracias a la compenetración de cinco jugadores que deben actuar como uno solo. Y ese entendimiento se suele alcanzar después de varias temporadas jugando juntos. Cuando ya se conoce cada gesto, cada tic, cada manía. Pues no. En esta línea juega un rookie, dos jugadores de segundo año, uno de cuatro y solo Doug Free lleva ocho años en la NFL. Vamos que, según los parámetros tradicionales, ahora mismo Tony Romo debería estar en el hospital, tras sufrir semana tras semana una colección de cornadas con todas las trayectorias y gravedad posibles. En estos Cowboys la edad no importa. Y la compenetración se consigue de inmediato.

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Porque el último 8 de mayo, durante la primera ronda del draft, cuando se pronunció en alto el nombre de Zack Martin, una elección lógica y sin riesgo, y el primer comentario de todo el mundo no fue referido al elegido, sino al Manziel que seguía esperando con gesto torcido, echó a volar una pelotita plateada que ha revolucionado al equipo.

Y Zack Martin completó una línea que hasta su llegada era uno de los mayores coladeros de la liga y que de repente se convirtió en dominante. Y lo de menos es que nadie sea capaz de atravesarla, sino que DeMarco Murray, el corredor que siempre se lesionaba, y en el que nadie creía por su fragilidad, se ha convertido en una anguila escurridiza ahora que el mar se abre a su paso, con puertas inmensas. Y un equipo acostumbrado a poner el balón a volar, de pronto domina por tierra. Y Romo, en un papel secundario, y sin la obligación de intentar obrar milagros cada domingo, juega a sus anchas sabiendo que nadie llegara hasta él, y que las defensas estarían mucho más cerradas de lo habitual hasta ahora… Incluso han desaparecido los chistes sobre su gafe. Y todo lo anterior ha provocado que la defensa, casi tan endeble como el año pasado, pase mucho menos tiempo en el campo, y así haya ganado en eficacia e intensidad, para dejar de ser estorbo y convertirse en factor.

¿Un hombre puede hacer un equipo? Siempre hemos dicho que no. Que el football es un deporte demasiado complicado para ello. Pero Zack Martin, al menos por ahora, es la lágrima que ha provocado que un equipo se dirija a velocidad de impacto hacia una temporada magnífica.


Pero lo raro es que la teoría del caos culmine con un resultado satisfactorio. Lo normal es que los círculos viciosos terminen en catástrofe. Y si no, que se lo pregunten a Jim Harbaugh.

En el caso de los Niners, el principio de la debacle no termina de estar claro. Unos acusan directamente a Harbaugh. Dicen que es un loco. Un tipo capaz de tener éxito en el corto plazo, pero cuya obsesión por el football americano termina por desquiciar a todos los que le rodean. Otros apuntan a Greg Roman. Un coordinador ofensivo incapaz de dotar al ataque de identidad, y de tomar decisiones inteligentes en los momentos decisivos (incluso la hija del GM dijo en twitter que apestaba). Y ya que estamos con Trent Baalke, también hay bastantes que le señalan por su falta de compenetración con Harbaugh, quizá nacida por su culpa tras un desastroso draft en 2012.

También hay algunos que hilan más fino, y señalan que es curioso que el staff defensivo del equipo esté formado solo por seis personas, perfectamente organizadas, y el ofensivo lo colapsen una docena de tipos, muchos de ellos considerados grandes gurús en su especialidad, y con demasiados galones como para aceptar la autoridad de Roman.

Por último, cada vez hay más que apuntan a Colin Kaepernick, como un quarterback sobrevalorado y estancado en su evolución. Más preocupado de su imagen pública de chico malo urbano que de jugar al football americano. El contrato que firmó en primavera, que permite a los Niners librarse de él sin sufrir secuelas, al menos deja entrever que entonces ya no se fiaban demasiado de él.


Yo creo que la bolita negra empezó a rodar el día que Harbaugh sentó a Alex Smith recién recuperado de una lesión para mantener en el campo a Colin. Pienso que Jim se dio cuenta en un momento de que su nuevo QB tampoco era la solución, pero se empeñó en mantenerlo para no admitir su error. Y decidió que él era suficientemente listo como para parchear ese problema. Y los resultados (una Super Bowl y una final de conferencia) le reafirmaron en su cerrazón.

Así que Harbaugh fue tomando decisiones cada vez más insensatas mientras perdía su crédito en los despachos, donde se aceptaban sus ocurrencias de mala gana, y acumulaba entrenadores de prestigio para intentar que el ataque funcionara pese a las limitaciones, con lo que solo conseguía que perdiera identidad.

Hoy, los 49ers son un cadáver andante. Harbaugh está recibiendo ofertas, y cada vez hay más voces en San Francisco que claman pidiendo que cuando cierre la puerta por fuera se lleve a Kaepernick en la maleta.

A veces, una lágrima puede provocar que un barco embarranque. Otras veces, un trasatlántico a toda máquina termina hundido en un baño de lágrimas. ¡Esto es un caos!

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl