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Presidente Villar, tenemos un problema

He cubierto durante diez años las andanzas de nuestros más jóvenes talentos. He recorrido el mundo entero. De Europa a África, de América a Asia. He visto reír cuando se ganó y llorar cuando se perdió. He entablado amistad con varios de aquellos niños que de repente se hicieron adultos. Me he alegrado por ellos cuando les vi ser campeones con la absoluta. He sentido el calor y el afecto de la FEF hacia mí y hacia mi trabajo. He podido hasta escribir libros sobre lo que he aprendido. He tratado de ser generoso con la victoria y ácido con la derrota, como debe hacer un periodista y como en realidad es el deporte: se gana o se pierde. He defendido ante mis superiores y ante los aficionados situaciones y jugadores que en realidad tenían poca defensa. He pensado en cómo promocionar a selecciones y jóvenes futbolistas que para los medios tienen escaso interés. He fabricado con mis manos aros olímpicos, comprado camisetas y conseguido banderas para montar fotos atractivas con las que ilustrar mis historias. He recorrido kilómetros y kilómetros por carreteras secundarias de peligrosos países sin pensar muy bien en lo que hacía. He vivido y disfrutado, en definitiva, de la mejor época de nuestro fútbol, también por supuesto de nuestro fútbol base. Me siento un privilegiado al recordarlo.

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Es por eso que ahora cueste tanto darle la vuelta a la situación. No es fácil asimilar que la derrota, los fracasos, las decepciones, forman parte de nosotros. La cantera no; la cantera siempre estaba al margen. Quizá nos hemos malacostumbrado, como dice Ginés Meléndez y lo que él dice siempre hay que tomarlo como válido. Quizá nos hayamos desgastado, aporto yo. Quizá, y esto es lo peor, nos hayamos conformado. Porque no es normal pasar del blanco al negro como ha hecho nuestro fútbol base. Quedarse cuatro años seguidos fuera del Europeo Sub-17 y dos del Mundial Sub-17 no corresponde con el potencial de las más jóvenes generaciones. No jugar el último Europeo Sub-19 y por consiguiente tampoco el próximo Mundial Sub-20 es ilógico viendo nuestra cosecha del 95. Y, tras la debacle del Carranza, sucumbir con la Sub-21 y renunciar a la próxima Eurocopa y a los JJ OO de 2016 es un golpe moral definitivo, una puntilla que nos remata en el suelo. Una tras otra han ido bajando el listón todas: Sub-17, Sub-19 y ahora también Sub-21. Por no hablar de la absoluta.

Lo más grave no es perder, sin embargo. Lo más grave es naturalizar la derrota y no hacer tan especial como antes la victoria. La eliminatoria Sub-21 ante Serbia y su componente olímpico fue más valorada por los medios y la afición que por la propia FEF. Hablar de los JJ OO era un tema extraño. Pedir una foto de portada –sin declaraciones- con la estrella del equipo se consultaba con su club, como si su club tuviera potestad para prohibirla, como así hizo, o fuera a jugar esos JJ OO. No imagino a nadie de la FEF entablando esta comunicación si de un partido decisivo de la absoluta para el Mundial se tratase. El despiste colectivo en la ida con la amarilla de Morata es otro ejemplo más de falta de reflejos. Como lo es convocar para la absoluta a jugadores en edad Sub-21 pese a que la Sub-21 se jugaba bastante más que la absoluta en Eslovaquia y Luxemburgo. Ahora nos damos cuenta. El fuego que supuso el batacazo en el Mundial lo ha incendiado todo y el agua de nuestra cantera ya no lo apaga igual. Se marchó Lopetegui cuando en realidad era el relevo natural de Del Bosque, fueron cayendo una a una nuestras selecciones y la tragedia se culmina con la renuncia a Eurocopa Sub-21 y JJ OO. España se ha familiarizado con la derrota y ese es un problema que no podíamos imaginar. Jamás. Ojalá alguien lo solucione cuanto antes. Gracias por todo y suerte.

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