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De piratas a relojes digitales

Mariano Tovar

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Según Edward Glazer, propietario de los Tampa Bay Buccaneers, la nueva imagen del equipo es la culminación de más de dos años de investigación y desarrollo. Con todos mis respetos, y sin ánimo de ofender, me encantaría poder dedicar dos años de mi vida a diseñar cualquier cosa. Pero también intentaría que el resultado fuera, al menos, algo más trascendente.

Ese es el sueño de cualquier diseñador. Poder trabajar con tiempo por una vez en la vida, analizando todos los factores de un proyecto, haciendo estudios de mercado, dejando madurar cada idea. Guardando un boceto en un cajón para no revisarlo hasta un par de semanas después, cuando ya se hayan pasado el entusiasmo y la autocomplacencia del primer momento. Lo habitual es tener como mucho un par de días, o incluso de horas, para presentar ante un juez inquisidor en forma de cliente o superior, un proyecto de una colección de libros, una portada, un logotipo o una imagen corporativa completa, una equipación deportiva, o lo que se tercie. Mucha gente piensa que en esto del diseño los profesionales se especializan, y es así, pero al final te acaban considerando una especie de inventor capaz de darle forma a cualquier cosa en tiempo récord, y llegas a desarrollar ideas de lo más peregrinas. Aún recuerdo una etapa surrealista en la que estuve diseñando simultáneamente un proyecto de un parchís de marquetería, una vajilla completa, unos polos para una línea de ropa, una colección de sellos conmemorativos, una serie de trading cards, un juego de mesa…

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En la sociedad actual, tras la llegada de los famosos Macintosh a finales de los ’80, la opinión más extendida es que para diseñar cualquier cosa solo hay que sentarse delante de una pantalla y dejarse guiar por cualquiera de los casi infinitos programas informáticos pensados para realizar cualquier diseño imaginable. En resumen, que diseñar es simple y llanamente una cuestión de buen gusto e imaginación. Cualquiera puede hacerlo.

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La realidad es que el diseño es mucho más complejo que una cuestión de simple buen gusto. Por poner un ejemplo, un buen diseño de periódico no es necesario que esté plagado de páginas espectaculares. El auténtico objetivo de un diseñador es conseguir que el lector abra una página y se la lea desde la primera hasta la última letra. Una especie de torero que debe meter al toro en el engaño y llevarlo por donde él quiere. En los últimos tiempos muchos periódicos y revistas han caído en una tendencia preciosista y se han olvidado del auténtico objetivo, que es dar relieve a la noticia y hacerla fácil de leer. Y para eso lo menos importante quizá sea el buen gusto. Es mucho más decisivo elegir una tipografía correcta y tratarla con cariño, saber discriminar los elementos de la información, conocer los movimientos naturales de la vista sobre una página para aprovecharse de ellos, y otros muchos factores que son los que definen de verdad un buen diseño sin necesidad de apelar al buen gusto como argumento último.

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Un buen diseño casi nunca se nota. Os voy a poner un ejemplo que nos acerca al asunto de las nuevas equipaciones de los Bucs. Cuando una mujer se pone guapa, y elige un vestido para estar deslumbrante en una noche muy especial, lo lógico es que busque prendas que ensalcen sus virtudes y escondan sus defectos. Si acierta, todos la mirarán con admiración, y posiblemente ni siquiera se fijen en la ropa que lleva puesta porque irán más allá (miento, las demás mujeres radiografiarán hasta el último complemento). La ropa será un simple accesorio para resaltar su belleza. Si ha elegido un vestido equivocado, se producirá el efecto contrario. Los ojos quedarán anclados en esa prenda o complemento, y nadie se fijará en quién hay metido dentro. Eso es algo que sucede habitualmente en muchas bodas, donde hombres y mujeres quedan escondidos detrás de horripilancias más propias del carnaval, y que convierten el feliz enlace en una parada monstruosa.

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Otro ejemplo puede ser la colonia. En mi opinión el secreto es que quien está a tu lado no note que hueles a nada, pero sí se sienta a gusto a tu lado sin saber por qué. Ahí está la magia de elegir la fragancia indicada, y de usarla en la medida correcta. Que esté y consiga provocar el efecto deseado, pero que no se note.

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Ese el también el éxito del diseño en la mayor parte de los casos. No debe notarse. Solo debe potenciar las virtudes del objeto diseñado. Provocar en los demás el efecto deseado, que en ocasiones también puede ser de rechazo.

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Hay algunas veces en las que un diseño también puede tener vocación trasgresora y busca ser protagonista. Por poner un ejemplo, la tercera equipación de los Steelers, con rayas horizontales más propias del rubgy europeo clásico, me parece rompedor. Pero su éxito está en que aparece con cuentagotas. Para exhibirse como una ratita presumida un par de veces al año. Si fuera el habitual, empalagaría como un helado inundado en sirope de fresa. Lo mismo pienso de una equipación muy curiosa que sacó Reebok para los Broncos y que en su momento me encantó.

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Parece que Nike, tras arrebatar a Reebok la exclusiva de las equipaciones de la NFL en 2010, está empeñada en dejar su impronta en los uniformes. Pero es una impronta egoista, acomplejada, banal, cortoplacista. Hasta ahora han acometido tres grandes rediseños: Seahawks, Jaguars y Bucs, y si hay algo evidente, es que los desarrollos no tienen una vocación duradera, sino que son esclavos de la moda actual, y no precisamente de una moda exquisita. En tres o cuatro años todos ellos se habrán quedado anticuados, porque ni son clásicos ni agresivos. Ni brillantes, ni originales. Ni siquiera son modernos o transgresores. Simplemente son vulgares como un vestido sobrecargado de floripondios en una boda poligonera.


Todos estamos de acuerdo en que la antigua imagen de los Seahawks necesitaba ser replanteada. Pero quizá solo tenía un punto fuerte. Su color azul ceniza tenía personalidad y carácter. Por eso fue una pena que el rediseño, que posiblemente fuera acertado en la elección tipográfica o en la unión del logotipo en la parte posterior del casco, no solo se quedara muy corto, sino que además sacrifica el clásico azul ceniza por un nuevo color indeterminado. La equipación actual de los Seahawks es simplemente vulgar. Ni tiene personalidad, ni define a una franquicia. Como esas viejitas de los pueblos con falda negra, medias negras, alpargatas negras, camisa negra de botones y por encima una chaquetita negra de lana, un pañuelito negro cubriendo el pelo y olor a alcanfor. Nadie sabe que están ahí. Pasan desapercibidas como la equipación de los Seahawks. Menos mal que el juego del equipo sí imprime carácter.

Sobre el destrozo perpetrado hace un año con la equipación de los Jaguars ya hablé en su momento. Siempre he pensado que es fruto de una tormenta de ideas en la que decidieron poner en marcha las ocurrencias más peregrinas que surgieron. Esas que se sueltan a última hora, cuando a nadie le queda nada coherente en el cerebro. Lo del casco es tan infame que me cuesta creer que un profesional del diseño estuviera detrás. Tiene todos los defectos posibles. Despista, provoca desazón, canta la Traviata y ni siquiera tiene fuerza. No creo que dure mucho tiempo más, porque no aporta nada y no va a crear tendencia.


El antiguo diseño de los Bucs podía gustar más o menos, pero era coherente. Los jugadores iban vestidos simple y llanamente de bucaneros. Sí, tal vez unos bucaneros de dibujos animados y herederos de Peter Pan, pero bucaneros al fin y al cabo.

Tanto el color del pantalón, como el de la camiseta y el casco, recordaban a los tonos con que la tradición ha vestido a los piratas. Ahora todo eso se ha perdido. Los jugadores irán uniformados de reloj digital japonés de los ‘90. Quizá haya armonía de colores, pero falta originalidad y frescura, y sobre todo hay ausencia total de argumentos. No van vestidos de Tampa Bay Buccaneers, sino de Nike. No puede ser que lo que mejor defina a los nuevos uniformes de los Bucs sea que sus números son fosforescentes.


Y para culminar el desastre, el logo ha sufrido unos cambios completamente innecesarios que lo vulgarizan y le hacen perder personalidad, y se ha plantado sobre el casco con un único argumento: que sea lo más grande posible. Los elementos más importantes de cualquier diseño son los blancos, los espacios, que los elementos no estén flotando pero respiren. Cuando alguien te solicita que diseñes algo para él, y te pide sentarse a su lado para ver cómo lo haces, casi nunca puede evitar ponerse a dar su opinión, que casi siempre se reduce a pedir que todo vaya lo más grande posible. Sin entender que discriminar cada elemento, para que vaya al tamaño adecuado, suele ser la mejor solución para que todo gane protagonismo. En el nuevo casco de los Bucs el logo no puede ir más grande, y cuando lo miras no puedes evitar fijarte en que está aprisionado como un coche aparcado que se ha quedado bloqueado por el de delante y el de detrás. No sé a vosotros, pero si me fijo en él mucho rato, me produce angustia, desazón, casi ahogo. Como si lo tuviera pegado a las narices y fuera incapaz de abarcarlo entero.

Así que los Bucs han pasado de ser un equipo pirata, a uno formado por relojes digitales pasados de moda, con orejas de doberman y que obliga a hiperventilar. Si Errol Flynn levantara la cabeza…


Yo no creo que los tipos que han retocado la imagen de los Bucs sean malos. Es más, probablemente formen parte de uno de los mejores equipos de la factoría Nike, pero esta vez tampoco han estado demasiado brillantes, o no les han dejado estarlo (que es lo más probable), porque la imagen de ese equipo daba muchísimo juego y no ha sido explotada. El problema de las equipaciones que están desarrollando en los últimos tres años no es de buen o mal gusto. O de que sean feas o bonitas. El drama es que, simple y llanamente, ninguna de ellas tiene ni pizca de personalidad. No dicen nada.

Y parece que los siguientes serán los Browns. Que Dios nos coja confesados.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl