La dictadura de la red (1ª parte)
Qué queréis que os diga. A mí me tranquiliza que en este país alguien pueda escribir un texto caricaturizando un partido sin miedo a ser recluido en un gulag. No voy a entrar a valorar la calidad del artículo, pero ante todos vosotros, jueces implacables, tengo que confesar que consiguió sacarme alguna sonrisa. Quizá porque ya había leído textos del mismo autor en ocasiones anteriores y sabía lo que me iba a encontrar.
Durante varios días mi correo y mi cuenta de twitter echaron humo con aficionados que no paraban de pedirme que me sumara a la petición de rectificación que se le iba a enviar al autor.
Mi conclusión para toda esta historia es clara: señores, estamos perdiendo el norte.
Hace veinte años unos pocos locos nos pegábamos cada año, a finales de enero, para conseguir que el responsable de turno de nuestro medio de comunicación, accediera a dedicarle unos pocos centímetros cuadrados de papel a contar que en EEUU se disputaba un partido que se llamaba Super Bowl, de un deporte extraño llamado football americano, en el que jugaban con cascos y corazas. La mayoría de esas primeras previas se dedicaban básicamente a dar unas pocas nociones básicas del reglamento, explicar cómo eran las protecciones, detallar algunos chascarrillos sobre los finalistas, contar las toneladas de nachos que se comían durante el partido, el precio de los anuncios, el previsible récord de audiencia y quién iba a cantar durante el descanso. En aquella época los aficionados españoles ya se quejaban de esas previas insulsas en las que solo se contaban chorradas y obviedades. “Para escribir eso, mejor que no hagan nada”. “Vaya periodismo tenemos en España”. “Si por lo menos se informaran”…
(Pinchando sobre la imagen se puede ver la previa de AS del Cowboys-Bills del 31 de enero de 1993 a tamaño real)
Es curioso. En la semana previa al Broncos-Seahawks, el New York Times hizo en su web un especial fabuloso. Espectacular. Estaba dedicado íntegramente a dar unas pocas nociones básicas del reglamento, explicar cómo eran las protecciones, detallar algunos chascarrillos sobre los finalistas, contar las toneladas de nachos que se comían durante el partido, el precio de los anuncios, el previsible récord de audiencia y quién iba a cantar durante el descanso. Veinte años después, uno de los periódicos más prestigiosos del mundo decidía ofrecer a sus lectores lo mismo que proponíamos en España veinte años antes unos pocos diablos que además éramos sometidos a escarnio y burla. Curiosamente, entre los comentarios de los lectores del NYT no encontré ni un solo “Para escribir eso, mejor que no hagan nada”. “Vaya periodismo tenemos en EEUU”. “Si por lo menos se informaran”… Lo creáis o no, en ese especial no había ni un solo análisis táctico sobre el partido, ni un estudio en profundidad de los jugadores decisivos. Burritos, anuncios y concierto.
A día de hoy, en España no hace falta suplicar de rodillas un espacio en papel para contar que se juega la Super Bowl. Todo el mundo sabe que se juega la Super Bowl. Casi todos los medios tienen el evento marcado en su calendario y, quien más y quien menos, las informaciones que se publican son mayoritariamente sensatas. Muchas con errores de bulto, pero fallos que ni ven ni le importan a la mayoría de los lectores. Sí, es verdad, es importante informarse antes de sentarse a escribir, pero también es importante ser consciente del público al que te diriges. Como bien decía el autor del artículo que ha provocado esta entrada, la Super Bowl le interesa a la inmensa mayoría lo mismo que la reordenación de los pasos cebra en el centro de Ulan Bator. Y a esa inmensa mayoría le basta y le sobra que le den tres o cuatro mensajes que le animen a quedarse a ver como 22 tipos con sobrepeso se caen todos al suelo como fulminados por un rayo, se levantan, avanzan medio metro, se colocan en formación, vuelven a colisionar y a desmayarse. Un año más, esa mayoría aguantará levantada más o menos un cuarto, o quizá hasta el show del descanso si ha quedado con algún amigo para ver el acontecimiento. A partir de ahí, a la piltra o a la guerra en busca de una buena trompa que culmine en un lunes resacoso.
Parece ser que a muchos de los indignados les parece que ese párrafo es inaceptablemente sexista. A mí me parece que dice una cosa que es verdad y termina piropeando a una chavalita que está de ‘toma pan y moja’. Pero claro, eso es sexismo. Es asombrosa la facilidad con que el término ‘sexismo’ es esgrimido en las situaciones más peregrinas, y cuando más le conviene al que quiere sentirse agraviado. Y me sorprende profundamente que un aficionado al football americano considere un texto así como sexista.
Si de verdad esos indignados tuvieran preocupación por el sexismo, hace mucho tiempo que habrían enviado una carta al señor Goodell, comisionado de la NFL, exigiendo la inmediata desaparición de un acto de profundo sexismo como es tener a algunas señoritas bailando en las esquinas del campo mientras un grupo de tipos combaten en medio del emparrillado. Y más si tenemos en cuenta que todas esas muchachas aparecen con el ombligo al aire, un canalillo de quitar el hipo potenciado con sujetadores que elevan la materia orgánica hasta lugares imposibles, y faldas tan cortas que ninguno de los espectadores ha llegado nunca a verlas, porque directamente están contemplando las estimulantes braguitas que hay debajo. Por supuesto, los bailes se han ido sofisticando con los años hasta resultar bastante sugerentes. Pero las melenas al viento, los culos en pompa, las piernas al aire y el bamboleo no son sexistas. Son football en estado puro, de ese que defienden los más puristas.
Otro de los puntos más criticados hace referencia al show del descanso protagonizado por Gloria Estefan en 1992. Lo que más ha molestado de ese punto es la referencia a Hilter, Musolini y Stalingrado. Como aficionado a la NFL no me afecta demasiado que al autor del texto no le guste Gloria Stefan, ni la comparación de aquel show con un suceso bélico. A mí también me pareció un horror, y una de las cosas que eliminaría cuanto antes como aficionado es el manido show anual que rompe el ritmo de la final por la mitad. Lo que me sorprende es ver a los amantes de la NFL defendiendo a Gloria Stefan. Quizá cuando un cantante ha participado en el evento deportivo debe pasar obligatoriamente a formar parte de la discoteca particular de los amantes de nuestro deporte. Pero sobre ese punto nunca había leído nada. Prometo informarme.
No creo que el texto que leí por primera vez con terror ante lo que me iba a encontrar, tras ver la reacción generalizada, le haga daño a nadie, ni que sea necesaria una rectificación. Es más, me parece un artículo más, oportunista y con vocación humorística. Sin ninguna trascendencia. Como dije al principio, no voy a juzgar ahora su calidad, porque no me parece relevante.
Lo que tengo clarísimo es que si a mí no me gusta un artículo que he leído, lo último que se me ocurre es darle relevancia retuiteándolo una y otra vez, animando a todo el mundo a que lo lea y exija después una rectificación, y enlazándolo repetidas veces, porque justamente conseguiría lo contrario de lo que estaba buscando: lo publicitaría. Pero sobre eso hablaré en la segunda parte de esta entrada, que es la que de verdad va al meollo de la cuestión.
mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl