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*(máxima velocidad de cristalización y congelación obligatoria del agua) Raúl C. Cancio
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(Este artículo fue publicado originalmente en el blog el domingo 22 de diciembre de 2013. Por un problema con la manipulación de Typepad, se borró del histórico del blog el pasado viernes 31 de enero. Vuelvo a publicarla ahora para restituirla en el archivo y que podáis consultarla cuando queráis, que merece la pena. Lamentablemente, los comentarios también han desaparecido y eso no lo he podido recuperar).
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El pasado 5 de diciembre, Mariano Tovar puso negro sobre blanco lo que desde que se adoptó el acuerdo, allá por el 2010, todo el mundo conjetura: cómo afectará a los contendientes el presumible frío intenso que deberán soportar en el MetLife la noche del 2 de febrero, teniendo en cuenta que el histórico de temperaturas en el mes de febrero en East Rutheford oscila entre los 4º de máxima y los -4º de mínima…A partir de esa certeza, las elucubraciones son interminables y no insistiré en las especulaciones tan bien enunciadas por el director de este blog: que si a Peyton el frío lo agarrota, que a los QB de domes se les congelará el brazo, que las defensas más rudas convertirán la línea en el Verdun o el Somme de Nueva Jersey, etc. De nuevo aferrándonos a los datos objetivos, el hasta hoy Super Bowl con menor temperatura fue el disputado en el Tulane Stadium de Nueva Orleans, que a pesar de gozar de un clima bondadoso, aquel 16 de enero de 1972 recibió a Dallas y Miami con unos inusuales y ventosos 4º que, a tenor del desarrollo del partido, afectó y de qué manera a los jugadores de Don Shula, incapaces de anotar más que un field goal.
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Pues bien, esos 4º de Nueva Orleans serán Playa Bávaro si en febrero de 2014 los humedales de Meadowlands se acercan a las temperaturas o sensaciones térmicas que hubieron de sufrir los jugadores –y el aficionado y el sideline crew, no se olvide, que además no corren- en alguno de los partidos más acojonantemente heladores de la historia de la NFL, que no siempre coinciden con los más nevados, sobre lo que ya nos ha ilustrado recientemente Villelabeitia . Abríguense.
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A nadie le sorprenderá que en el 50% de estos partidos uno de los intervinientes fuesen los Packers y que Lambeu Field fuese el estadio que más veces aparece en la relación de sedes glaciales. Yo he jugado al fútbol en Los Pajaritos y Mariano sabe lo que es Zorrilla…en ambos casos, la tropical Pape’ete si se compara con la crudeza de Green Bay. Si sacamos de la lista a Alaska por razones obvias, Wisconsin tiene el cuarto peor invierno de los Estados Unidos, habiendo alcanzado los -48º en febrero de 1996 en la localidad de Couderay, a 183 millas al oeste de Green Bay. Ciudades como Eau Claire, La Crosse, Appleton, Oshkosh o Madison, son sencillamente la tundra. En este escalofriante entorno, la franquicia de Wisconsin ha acogido cuatro partidos cuyas condiciones meteorológicas fueron absolutamente inhumanas. A continuación comentaremos tres de ellos, dejando el cuarto para la traca –o el témpano- final.
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Del primero de ellos, disputado el 22 de diciembre de 1990 frente a Detroit bajo una tremenda nevada y -16º –mucho mayor que el nevadón de Filadelfia de la semana 14- no diré nada. Miren la foto ¿de qué se ríen? ¿la hipotermia genera ese iocandi rictus? ¿están vivos? No se me ocurre nada mejor que decir. Asombroso.
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Tres años y tres días después, los Packers de Holmgren recibían a los Raiders del nunca bien ponderado Hostetler, con la imperiosa necesidad de ganar para garantizarse una wild card en apretada pugna con Eagles, Saints y Vikings. Abro un paréntesis aquí para subrayar el malévolo algoritmo que maneja la NFL para los cruces interconferenciales. Los Raiders, ya sea en su versión Angelina o de la Bahía, maleados con la sueva y perfumada brisa del Pacífico en cualquiera de los dos casos, son el conjunto, solo por detrás de Green Bay, que más partidos climatológicamente extremos han jugado. Increíble. Como iba diciendo, para tan importante encuentro, Green Bay recibió a Art Shell y sus chicos con -17º y una sensación térmica de -30º a las 12.00 pm. Después de los sesenta minutos de juego, Jeff Hostetler completó 7 de 18 pases para que su equipo perdiera por 28-0. Creo que alguno aún está en el vestuario del Lambeau. Como curiosidad y quizá para combatir el intensísimo frío, durante este partido se inauguró la costumbre tan quesera de lanzarse al público tras un anotación de TD, el célebre Lambeau Leap que por vez primera realizó Leroy Butler tras su intercepción .
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El 20 de enero de 2008, Lambeau Field acogía el NFC Championship Game entre los anfitriones y unos Giants que desde la wild card, se habían desecho de Tampa y Dallas, de la mano de un Eli disfrazado de Payton. “The Chilling Championship” pasará a los anales de la historia no por sus -20º, sino porque a esa temperatura propia de un Kelvinator, los dos conjuntos dieron un espectáculo inolvidable, destacando el duelo glacial entre Favre y Manning y, cómo no, la trascendental patada de 36 yardas de Tynes a falta de 4 segundos y en complicadísimas circunstancias ambientales, que llevaría a los de Mara a levantar su tercera Super Bowl quince días después.
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Fíjense por favor en el siguiente cuadro, que representa las ciudades de más de 50.000 habitantes más frías de los Estados Unidos:
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En efecto, dieciséis de las veinte son de Minnesota. Entonces, ¿por qué los Vikings y su ciudad no ostentan los récords árticos de Packers y Green Bay? Lo han adivinado: desde 1982, la franquicia de Minneapolis juega bajo techo, hartos de pasar frío en el antiguo Old Met del 8000 de Cedar Ave. South. Ahora bien, cantidad no siempre es sinónimo de calidad y, en este sentido, el invierno de 1972 no será fácilmente olvidado por los jugadores y aficionados de las Twin Cities que tuvieron que comparecer en el antiguo Metropolitan Stadium durante aquel aterizante mes de diciembre. En cualquier caso, los invitados a esas tenidas frígidas no eran precisamente Tampa o San Diego, sino Chicago y Green Bay, por lo que todo quedó en familia. El día 3, los de Tarkenton recibían a sus archienemigos Bears con temperaturas inferiores a -19º y sensación térmica de -32º, en un partido mediocre que fue en todo momento dominado por Vikings, pero que cambiaría el nombre del Metropolitan por el de Ice Palace para los restos. Pero estos descendientes de escandinavos son gente perseverante y un buchito de aquavit soluciona cualquier problema. De otro modo es inconcebible que una semana después volvieran a poblar las heladas gradas del Old Met para presenciar, esta vez con -27º el partido contra Packers, que a la postre se llevarían el encuentro, merced a las tres intercepciones que sufrió Tarkenton a manos de una manada de osos polares que irrumpieron en el emparrillado.
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Como antes comentaba incidentalmente, los Raiders han sido los grandes paganos del invierno septentrional. Su relación con las temperaturas polares comenzó un 4 de enero de 1981 de manera gloriosa. Los Browns, diez años después, logran por fin el título de la Central, y reciben en el playoff divisional a unos Raiders que venían de liquidar a Houston en el wild card. La temperatura en Cleveland era de -20º con rachas de viento propias del planeta Toth y 8 pulgadas de nieve sobre el césped. A falta de un minuto para concluir el encuentro, los Browns perdían por 12-14 pero tenían el óvalo en la yarda 13 de la red zone adversaria. El quarterback Brian Sipe recibe de su head coach, Sam Rutigliano, el código de la jugada de pase a ejecutar: "Red Right 88", con la advertencia clara de que enviara el balón al Lago Eire si la línea de pase no estaba meridianamente clara. Pues bien, Sipe lanza a su TE Ozzie Newsome, pero antes de que éste embolsase el cuero, el safety Mike Davis lo intercepta, terminando la temporada para los Browns ante los doblemente petrificados aficionados del Cleveland Municipal Stadium. ¿Por qué no patearon un field goal desde un primer momento? El kicker Don Cockroft, que había fallado dos anteriormente y había sido bloqueado en un intento de extra point, manifestó años después que el viento y la ventisca eran de tal magnitud, que está seguro que hubiere vuelto a fallar la patada definitiva. Desde entonces, hacer un Red Right 88 es hacer la gran cagada.
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Y es que el Río Ohio da miedo. Un año después, Bengals y Chargers se jugaban en el Riverfront Stadium de Cincinnati el título de la AFC en las peores condiciones climatológicas de la historia de la NFL en términos de sensación térmica: -50º. El congelador de mi cocina está ahora mismo a -26º y tengo ante mis ojos unos bistecs de ternera más tiesos que la mojama. “The Freezer Bowl” como acertadamente se ha conocido este inolvidable encuentro es, por encima de los dos Super Bowls perdidos por Cincinnati, el momento más grande de su historia. Janet C. Lumsden, seguidora de los Bengals y fallecida en agosto de 2010, hizo constar en su obituario que ella estuvo en el Freezer Bowl. Aquel encuentro tuvo singularidades desde el coin toss. Y es que fue uno de los pocos partidos de la historia en los que el mismo equipo ejecutó el kick off al inicio de ambas mitades. Cincinnati ganó el sorteo inicial y eligió patear, de manera que el brutal viento que soplaba golpeara en la cara de Dan Fouts cada vez que intentara un pase, recuérdese, el arma más poderosa del juego de San Diego. La táctica dio sus frutos que se tradujeron en una cómoda ventaja de 17-7 al descanso. Tras el descanso, los Chargers, a quien les tocaba elegir y necesitados de anotar pronto, optaron por recibir de nuevo, con lo que Bengals volvió a ejecutar el kick off en la misma dirección.
San Diego venía de jugar la semana anterior el playoff divisional en Miami, un partido recordado como "The Epic in Miami", donde se rompieron récords de puntos anotados en un partido de playoff, yardas totales de ambos equipos, así como yardas de pase. El partido se disputó con una temperatura de 25º. Es decir, en menos de una semana, los hombres de Coryell experimentaron una variación térmica de 75º. No es pues de extrañar que el running back de San Diego, Hank Bauer, dijera al salir al césped: "when I came out of that tunnel... man, it (the wind) just hit you-like somebody threw 100 knives at you." La barba del estupendo Dan Fouts, se pobló de carámbanos a mitad del partido; entre jugada y jugada se pasaban botellas de agua caliente por el cuerpo…dantesco. Pues a pesar de todo ello, la línea ofensiva de los Bengals jugó el partido con los brazos desnudos…y ganaron .
En los prodigiosos –y trágicos- cuatro años en que los Bills alcanzaron y perdieron cuatro Super Bowls consecutivos, la presencia de Ralph Wilson, Marv Levy, Jim Kelly, Thurman Thomas o Bruce Smith fue necesaria pero no suficiente para alcanzar lo que nadie ha logrado aun, esa tetralogía en la gran final. Adviértase en este sentido que de los nueve partidos de postseason que disputaron en esos cuatro años, siete los jugaron en el Rich Stadium. Y eso se nota. Buffalo es Groelandia con cataratas. Uno de aquellos partidos, concretamente, el celebrado el 15 de enero de 1994 con el título divisional en juego, el conjunto visitante era… ¡L.A. Raiders claro está! Y de nuevo el pobre Hostelter tuvo que bregar no sólo con Bruce Smith sino también contra los elementos, en forma de sensación térmica de -35º. Los -11º en Buffalo del cruce conferencial también ayudaron frente a Kansas, pero los primaverales 22º sin viento del Georgia Dome –y Emmitt Smith, todo hay que decirlo-, acabaron por cuarta vez con el sueño de los Bills.
Mariano comentaba en el artículo al inicio citado, que el frío no sería un aliado de los 49ers en una hipotética presencia suya en el Super Bowl de este año. Es cierto, pero al menos su entrenador sabe lo que es jugar en condiciones árticas. Y además de quarterback. Aunque aquella tarde del 3 de enero de 1996 en el Arrowhead Stadium, quien de verdad sufrieron fueron los kickers de Kansas e Indianápolis, que entre ambos fallaron hasta cinco field goals ante las aterradoras condiciones climatológicas. Balones helados, piso endurecido, viento inclemente para converger en unos escarchantes -21º. Al final, paradójicamente, Cary Blanchard, el kicker de los Colts, lograría la patada de la victoria con un field goal de 30 yardas.
A estas alturas de nuestro viaje, se nos esta poniendo cara de Ernest Shackelton a todos. Aguantad, ya llegamos al Polo Sur magnético con el cuarto partido en Lambeau.
Tras ganar la temporada anterior el Primer AFL-NFL World Championship Game (AFL-NFL WCHG) frente a Kansas City, los Packers de Lombardi presentan de nuevo su candidatura a representar a la NFL en el Segundo AFL-NFL WCHG, recibiendo el 31 de diciembre de 1967 en Lambeu Field a unos Cowboys dirigidos por el que fuese compañero de banquillo de Lombardi en Nueva York, Tom Landry, que venían de ganar la Capitol Division con un balance de 9–5, y de eliminar los Cleveland Browns con un inconmensurable Don Meredith. La expectación ante el encuentro era formidable teniendo en cuenta además, que constituía una revancha en toda regla, toda vez que el anterior NFL Champsionship Game lo habían disputado los mismos equipos, aquella vez en el Cotton Bowl de Dallas y con victoria de los Packers por 34-27.
Los paralelismos eran pues evidentes. Salvo uno. Un año antes, Dallas acogió la final con una temperatura de 6º, mientras que las predicciones anunciaban -15º a orillas del Lago Michigan para el 31 de diciembre. Pete Rozelle, consultó el día anterior a los directores ejecutivos de la NFL Jim Kensil y Don Weiss acerca de la posibilidad de suspender la final, pero sus asesores le transmitieron la viabilidad del partido teniendo en cuenta los últimos informes meteorológicos. Lo cierto es que la mañana del domingo, cuando el safety Willie Wood intentó arrancar su coche, se dio cuenta que el frío de ese día no era normal ni para Green Bay, y así se lo comentó al empleado de la gasolinera más cercana que acudió para intentar arrancarlo "It's just too cold to play. They're going to call this game off”; su compañero, el linebacker Dave Robinson tuvo que pedir a un motorista que le trasladase al estadio, ante la nula respuesta de la batería de su automóvil.
Pero para que Rozelle suspendiera un partido deberían asesinar al Presidente…¡ah, no! tampoco. Finalmente, a la hora del encuentro, la temperatura del aire era de -29º, con una sensación térmica de -44º. La Ice Bowl estaba a punto de comenzar y con ella, el partido más frío de la historia de la NFL .
A las condiciones ambientales había que añadírsele que el sistema de calefacción que el Lambeau Field disponía bajo el césped, ese día casualmente no funcionaba correctamente y además, las lonas que los operarios habían dispuesto sobre la hierba crearon una densa humedad debajo que, al quitarla, el contacto con el aire siberiano generó una capa de permafrost que dificultaba aún más la estabilidad de los jugadores.
Algunos datos para intentar hacerse una idea de aquel Belchite winsconsiano: en primer lugar, la banda de música de la Universidad de Wisconsin–La Cross, encargada de interpretar el himno y la animación durante el descanso, tuvo finalmente que desistir toda vez que los instrumentos de viento madera se congelaron y las boquillas de los metales laceraron los labios de los intérpretes, siete de los cuales tuvieron que ser trasladados a hospitales de la zona con cuadros de hipotermia severa. En segundo término, los árbitros tuvieron que adquirir ropa de abrigo suplementaria en tiendas de deportes locales ante la falta de equipación suficiente para soportar los sesenta minutos de hibernación. Digo más, cuando Norm Schachter, el referee principal pitó el kick off, al intentar quitarse el silbato de los labios, estos comenzaron a sangrar, debiendo gritar a viva voz las jugadas e interrupciones por imposibilidad material de emplear los silbatos metálicos. Y aún no he acabado: Frank Gifford, que se encontraba resguardado en la cabina de transmisión de la CBS, en un momento dado dijo en directo que se marchaba a tomar un café caliente…
A pesar de todo, y con una sensación térmica de -57º, los Packers están en posesión del balón a falta de 4:50 del último cuarto, con un marcador de 14-17 a favor de Dallas. Bart Starr dirige un drive magistral que lleva al equipo a la yarda 1 a falta de 16 segundos, a pesar de que el piso del Lambeau es ya una pista de hielo. Estamos por tanto en tercera y dos pies. En otras palabras, a un TD de ganar el partido, el Ed Thorpe Memorial Trophy y el pasaje para viajar a Miami. Starr pide tiempo muerto y le pregunta a su guard derecho si puede garantizarle suficiente tracción para un bloqueo sobre la end zone, a lo que Jerry Kramer le contesta con un inequívoco: YES, I CAN. Por la mente de Landry solo pasa la posibilidad de una jugada de pase, toda vez que en caso de que fuese incompleto se pararía el reloj y aun les quedaría a Packers un cuarto down para, bien empatar merced a un field goal o intentar ganar con un TD. No es menos cierto que el juego de pase de Starr fue un calvario durante todo el encuentro –ocho sacks- al adolecer de una línea con garantías debido al penoso estado del firme.
Starr gritó a sus compañeros: “¡Brown right 31 Wedge!”, recibió el snap y aprovechando la grieta percutida por Kramer y Bowman se lanzó sin solución de continuidad sobre la end zone de Dallas logrando el TD más gélido de la historia. Vamos, como el “Red Right 88” de los pupas de Cleveland.
Esa histórica final de la NFL en Lambeu Field no fue cosa de broma. Ray Nitschke sufrió congelaciones en los pies, así como Starr en las manos. De la misma manera que los Boys George Andrie, Willie Townes, y Dick Daniels, pero encima, éstos palmando. La grandiosidad del esfuerzo y la épica desatada en condiciones propias de la Tierra de la Reina Maud, puede condensarse en las palabras del QB tejano, Don Meredith al final del partido: “I felt the Cowboys did not really lose the game because the effort expended was its own reward”.
Quince días después del Ice Bowl, los Packers jugaron y ganaron el Super Bowl en Miami, con una temperatura media de 16º, y gente bronceada en las terrazas de Ocean Drive bebiendo Pisco Sour. Los equipos buenos de verdad, ganan en cualquier condición y circunstancia. Que la presumible rasca neoyorquina del próximo 2 de febrero no sea excusa para nadie. Bueno, si Bruno Mars no quiere salir porque hace frío, mejor que mejor.