La no previa de la Super Bowl 2014: Broncos-Seahawks
Dicen que nadie es perfecto, pero yo no lo tengo del todo claro. Por ejemplo, Peyton Manning sí que es perfecto. Vale, no la perfección absoluta del que crea universos, resuelve ecuaciones imposibles, puede volar, sabe entenderse en cualquier idioma o conoce el futuro. Aunque alguna de esas virtudes quizá sí que esté en su repertorio.
Peyton es, simple y llanamente, perfecto como jugador de football americano. Y quizá por eso abundan sus detractores. La perfección es antipática, y casi siempre motivo de burlas y desprecio. Es mucho más atractivo un tipo que ha tenido que escalar desde lo más profundo del infierno, que ha superado infinidad de obstáculos, que ha luchado en inferioridad contra todo y contra todos para alcanzar la cima.
La historia de un tipo cuyo padre fue quarterback de éxito en la NFL, que prácticamente desde que nació recorrió una vía cuya estación final era ser quarterback profesional, con un hermano que también es quarterback y ha ganado ya dos Super Bowls (una más que Peyton, al menos hasta el momento en que escribo estas líneas), y otro que no alcanzó las cimas más altas por culpa de las lesiones, que ha vivido siempre por y para el football, que… como os digo, una vida así no mola. Parece demasiado aburrida.
Así que la mayoría de los aficionados, casi con la única excepción de los de los Colts, y ahora de los de Denver, nos hemos dedicado durante años a buscarle defectos a Don Perfecto. Que si tiene la frente como si le hubieran metido un ladrillo por la boca, que si cuando arranca a correr parece que se va a descomponer, que si en playoffs no rinde igual, que si con el frío se queda tieso, que si la abuela fuma... Por ejemplo, yo siempre prefiero como favorito a un tipo que fue elegido con una ronda baja del draft, salió de la nada cuando no se le esperaba, se hinchó a ganar anillos desde el primer día, y además no tiene ningún complejo para vestirse de osito gominota mientras hace marranadas con la supermodelo más despampanante del mundo. Eso no es aburrido.
Así que, casi siempre, el corazón se impone a la razón a la hora de entregar el afecto. Como debe ser.
Esa perfección robótica de Peyton ha marcado su carrera y todas las plantillas en las que ha jugado. Todos estamos de acuerdo en que el football americano es un deporte de equipo, en el que una plantilla de 53 jugadores se conjura para ganar un anillo. En el caso de Peyton Manning eso no es correcto. Sus equipos también están formados por plantillas de 53 jugadores, pero en este caso 52 de ellos se conjuran para que Peyton gane un anillo. Hasta ahora, y no parece que eso vaya a cambiar si el mito decide seguir jugando, Peyton ha sido la piedra angular de cada uno de sus equipos. El hombre en torno al que han orbitado todos los demás como satélites apresados por la fuerza de gravedad de un sol brillante. Daba igual que fueran jugadores, entrenadores, fichajes,... Cada decisión, cada paso, se da única y simplemente para potenciar la deslumbrante perfección de ese Cyborg inhumano. De Midnighter.
Y estos Broncos son exactamente eso. Una máquina perfecta al servicio de Peyton Manning, que en los últimos dos años ha tenido la última palabra en cada fichaje, en cada decisión táctica, en cada paso en el camino. Con una línea ofensiva que daría la vida antes de consentir que un rival se le acerque, un grupo de receptores pensado con intención diabólica para convertir en factible cualquier tipo de pase imaginable, con un backfield transformado en válvula de escape, tal vez infrautilizado, pero que siempre aparece en el momento en que más daño hace… Un ataque perfecto, creado por un ser perfecto para potenciar su perfección. Pero también esclavo de su líder. Si Peyton sufriera una lesión en la primera jugada del partido, la Super Bowl habría terminado antes de empezar. Los Broncos se convertirían en un cuerpo sin cabeza.
En el otro extremo del universo, en las antípodas de esa filosofía personalista que ha llevado a los Broncos a la Super Bowl, está el equipo con mayúsculas y por excelencia. Los Seattle Seahawks. Una obra de ingeniería genética con la que Pete Carroll ha construido un gigante invencible. Un trabajo de selección natural, de labor evolutiva, en la que se ha ido eligiendo cada pieza no para favorecer a un jugador y su genialidad, sino un sistema y su eficacia.
Por eso, y porque los dos bandos llegan a ciegas a verse las caras con un enemigo único en su especie, inédito en sus virtudes para su rival, no creo que Peyton nos sorprenda con un arma inesperada, o que Carroll nos desconcierte con coberturas o asignaciones geniales de última hora. Esta Super Bowl será, simple y llanamente, la batalla definitiva entre dos formas de entender la vida. El momento mágico que todos llevamos años esperando, en el que la perfección ofensiva chocará frontalmente con la perfección defensiva para que todos sepamos quién pesa más en la balanza. Si de verdad las defensas son las que ganan campeonatos y los ataques solo sirven para llenar estadios, o si el objetivo de reventar un marcador por sobrecalentamiento puede también valer un Lombardi.
Porque, entre nosotros, aunque a la larga puede ser la clave, el duelo Wilson y Lynch contra la defensa de los Broncos ya lo hemos visto muchas veces en otros cientos de partidos, casi cada domingo, con camisetas de muchos colores y tardes de más de lo mismo. Pero un enfrentamiento entre la perfección encarnada, el football ofensivo llevado hasta su límite de excelencia, y una defensa capaz de demostrar que nadie es perfecto, solo se puede contemplar una vez cada muchos años.
¡Señores! ¡¡¡QUE PARTIDO!!!
Siempre he defendido que el manido teorema es mentira. Las defensas no tienen por qué conquistar nada, y además ganan muchos partidos y llenan los estadios. Y si alguien tiene dudas, que intente conseguir una entrada para al CenturyLink. También creo que en caso de catástrofe inicial, y de remontada obligada, Peyton puede darle la vuelta al mundo en un instante y los Seahawks no, pero sinceramente creo que Seattle tiene mejor equipo y muchas armas para alcanzar la victoria y que los Broncos son esclavos de Peyton. Y eso, al final, es un problema. Y si no, que se lo pregunten a los Colts. Alguna explicación debe tener que el jugador perfecto solo tenga por ahora un anillo.
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