SEAHAWKS: El equipo que juega con doce
La NFL le debe un anillo a los Seahawks. Ocho años después, quizá haya llegado el momento de que se pague la deuda. Fue en 2005 cuando terminaron la temporada regular con un récord 13-3, llegaron hasta la Super Bowl y salieron derrotados por los Pittsburgh Steelers, después de una actuación arbitral escandalosa que incluso provocó que Bill Leavy, juez principal del partido, terminara disculpándose por sus errores.
En aquel partido, los Seahawks llegaban como víctimas. No por ser peor equipo, sino porque se enfrentaban a los Señores del Acero, una de las franquicias más laureadas de la historia de la NFL. Además, en aquel choque los de Pittsburgh volvían a la cima después de 10 años sin jugar una final y 26 sin conquistar el título. Durante las semanas siguientes al partido, el mundo de la NFL echó humo. Mucha gente comenzó a buscar teorías conspiratorias donde sólo hubo una lamentable actuación arbitral, pero por el camino los Seahawks se quedaron sin título.
Aquel grupo estuvo dos años más en la cima. Mike Holmgren, su entrenador, ya había conquistado un anillo con los Packers y era uno de los cerebros con más prestigio de la NFL. Además, tenía una gran plantilla con Shaun Alexander, un corredor poderosísimo que entraba en las defensas contrarias como un espolón, y con Hasselbeck, un quarterback quizá no estelar, pero que siempre fue valorado por debajo de su impresionante capacidad para mover ataques como quien se da un paseo por el parque.
La etapa Holmgren terminó bruscamente tras una lesión de Hasselbeck y la retirada de Alexander. El proyecto estaba agotado y se buscó la solución en Jim Mora, que sólo aguantó una desastrosa temporada. Entonces, Paul Allen, cofundador de Microsoft con Bill Gates, decidió fichar a Pete Carroll, un entrenador con experiencia en la NFL, donde había sido coordinador defensivo y entrenador principal de Jets y Patriots, y que además llevaba entonces ocho años en la USC (Troyans), convirtiendo al equipo universitario en el gran dominador de la NCAA.
Carroll aceptó regresar a la NFL, pero con la condición de tener poderes casi absolutos. No sólo es entrenador principal, sino vicepresidente ejecutivo. Los Seahawks no sólo juegan como él dice, también fichan, despiden y organizan la faceta deportiva de la organización según sus deseos. Y lo primero que quiso hacer, tras firmar en 2010, fue rejuvenecer la plantilla en tiempo récord. Por el camino tomó dos decisiones decisivas que desde entonces han marcado el devenir del equipo. La primera fue fichar a Scot McCloughan, el exmanager general de los 49ers, un genio como descubridor de talentos, pero despedido de San Francisco por un serio problema de alcoholismo. Carroll no le devolvió el mismo cargo en su equipo, pero sí le convirtió en el gran cerebro que está detrás de los últimos drafts espectaculares de Seattle. Gracias a su talento, los Seahawks han cometido muy pocos errores en los últimos años a la hora de formar su plantilla. La segunda decisión fue fichar a Marshawn Lynch, un corredor que parecía acabado en Buffalo por culpa de su complicada vida personal, pero que en Seattle se ha convertido en el corredor más desequilibrante de toda la NFL.
Aquella victoria sobre los Saints tuvo como protagonista a Lynch, que aquella tarde tuvo su primera actuación en ‘Modo Bestia’ (su apodo desde su etapa escolar) para los Seahawks, pero el otro factor decisivo fue el jugador número 12 del equipo, una de las cuatro camisetas retiradas en la historia de la franquicia.
El famoso jugador número 12 de Seattle es el ruidoso público que acogota a los rivales desde tiempos inmemoriales. La leyenda del número 12 comenzó cuando el equipo aún jugaba en el viejo Kingdome, un estadio cubierto que compartían SuperSonics de la NBA, Mariners de la MLB y Seahawks de la NFL. Inaugurado en 1976, fue uno de los primeros estadios cubiertos de EE UU. Con capacidad para 66.000 espectadores, y por su peculiar diseño, era como una caja de resonancia de hormigón en el que el griterío del público retumbaba como un terremoto. Vencer en él como visitante era una misión heroica y poco a poco fue naciendo la leyenda de unos Seahawks insuperables como locales gracias al empuje de su público, entregado hasta la ronquera. La leyenda fue engrandeciéndose con los años y hoy en día se ha alimentado a sí misma hasta el punto de que el público de Seattle se considera el más ruidoso y entregado de EE UU en cualquier deporte.
Los Seahawks se trasladaron en 2002 a su nuevo estadio, el mítico CenturyLink Field, que no está techado, sino al aire libre, y en el que este mismo año se ha superado en varias ocasiones el récord mundial de decibelios en un estadio sin cubierta. Con un ruido así, que incluso ha provocado que en las inmediaciones del Century Link se hayan registrado movimientos de hasta 3.0 en la escala Ritcher, los de Carroll sólo han sufrido una derrota como locales en los últimos dos años.
Carroll tenía a un público entregado y una plantilla conjurada; McCloughan, trabajando en fichar jugadores de calidad y el mando absoluto. Sólo quedaba empezar a ganar títulos.
En el siguiente draft eligieron a su quarterback actual, Russell Wilson, la pieza que faltaba para que los Seahawks fueran un equipo aspirante. Wilson es un jugador bajito para su posición (sólo mide 1,80), pero su inteligencia y movilidad le convierten en un pasador muy peligroso. Además, puede parecer dormido durante un partido para despertar de improviso con un par de latigazos letales.
Wilson ha formado con Marshawn Lynch una sociedad letal desde el primer día. Los Seahawks tienen su filosofía muy clara, y recuerda a la de los antiguos equipos, anteriores a que el juego de pase se convirtiera en gran protagonista con la irrupción de los 49ers de Montana en la segunda mitad de los años 80. Los de Carroll prefieren recurrir al viejo sistema de llevarse por delante la defensa a base de embestidas de Lynch. Cuando las defensas se cierran y acumulan jugadores defendiendo la carrera, Wilson las destroza con sus pases. Quizá el único punto débil de este ataque esté en el grupo de receptores, en el que faltan más jugadores de calidad, pero como Carroll los encuentre en el mercado o en el draft en la próxima primavera, sin perder potencia en el resto de las posiciones, podemos tener dictadura de Seattle para rato.
Pero el alma de este equipo está en su defensa. Sobre todo, una secundaria pegajosa, inteligente, capaz de robar el balón en cualquier momento, y que en cada jugada rinde al ciento por ciento. Tanto que a veces parece que en el campo hay jugadores de más. Carroll aplica un sistema de rotaciones constante para conseguir que todo el mundo se deje el alma cada vez que salta al campo y que el efecto de las lesiones quede amortiguado porque siempre hay alguien para cubrir cualquier posible baja.
Y por si fuera poco, si hace falta, se puede recurrir a Richard Sherman para levantar la moral de sus compañeros. El jugador, uno de los mejores cornerbacks de la NFL, es amado y odiado por igual. Políticamente incorrecto, sus desplantes y salidas de tono, enfrentamientos con otras aficiones, jugadores rivales y quien se cruce por delante, exasperan al más pintado. Defensa, público entregado y Sherman enloquecido. ¿Quién podrá frenar a estos Seahawks?
mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl