La no previa de la final de conferencia Americana 2014: Broncos-Patriots
Cuando un aficionado se dispone a leer una previa de un partido, básicamente quiere que le digan quién va a ganar, y por qué. Espera encontrar los argumentos de cada equipo, sus puntos fuertes y débiles, sus mejores armas y su talón de Aquiles. Una disección a fondo. Eso es exactamente lo que no voy a hacer en este texto. Quien quiera saber cuál es mi apuesta, que se ahorre la lectura y vaya directamente al último párrafo. Quien quiera una disección más técnica de Broncos y Patriots, puede leer las previas de los partidos de ronda divisional, o los comentarios de muchos lectores en los últimos días. Se ha contado casi todo.
Mirad, me importa un pimiento el football americano. No leáis asombrados. Es la pura verdad. Toda su ciencia, su complejidad, los innumerables factores tácticos que pueden marcar el devenir de una sola jugada. Esa riqueza que a muchos os apasiona, obsesiona y os convierte en adictos. Todo eso me interesa lo justo. Siempre me ha parecido algo secundario. Creo que es todo tan complicado, tan indescifrable para mi limitado entendimiento, que lo contemplo como un mono que observa curioso a los visitantes del zoo, esperando que le tiren cacahuetes. Pero creo que incluso si llegara a discernir una pequeña parte de tanto embrollo, dejaría de ver partidos porque nunca he encontrado el placer del deporte como ciencia.
Simplemente soy un pobre indigente ansioso de sorpresas. De momentos inolvidables. De instantes grabados a fuego en la retina. Y cada domingo me siento en mi esquinita, con mi platillo de latón, esperando que de cualquier emparrillado caiga una nueva pepita de oro que coleccionar. Estoy rodeado de acosadores que no paran de asaltarme, empeñados en saber cuál es mi equipo favorito, y que no se enteran de nada por mucho que se lo explique. Una y otra vez les respondo lo mismo: “de cualquiera que consiga apasionarme”. Por eso, nunca entrego directamente mi corazón a unos colores, sino que llego a ellos de forma indirecta, a través de algún mago que me lleve a alcanzar ese clímax de pasión que mendigo como aficionado. En cuanto el mago falta, se reproduce mi daltonismo.
En este peregrinar de búsqueda he encontrado muchos jugadores que me han llenado. No voy a enumerarlos aquí. Pero entre mis mejores proveedores de momentos, mis grandes fabricantes de sueños durante todo el siglo XXI, Bill Belichick, Tom Brady y Peyton Manning han tenido un puesto de honor. Por supuesto, acompañados de todos los actores más o menos secundarios que han bailado a su alrededor, pero siempre a la sombra de esa trinidad casi divina.
Así que, por mi forma de entender el football, el deporte, el domingo no tengo ni idea de qué equipos juegan. Como os digo, no me interesa. Y menos aún quién será el que el día del gran partido levante el Vince Lombardi. Lo que de verdad me importa es que dentro del Invesco Field estarán unos tipos que muy probablemente dejarán caer alguna pepita dorada para mi colección más exclusiva.
Si tuviera que escoger un momento de toda la temporada 2013, no sería una jugada. Y el protagonista no sería un balón, sino una moneda. Y justo, justo, justo, tuvo lugar en el Patriots-Broncos de la semana 12 de temporada regular. Cuando Belichick decidió defender en la prórroga y regalar el balón a sus rivales, para que le mataran con él si eran capaces. Sí, sé que a muchos os parecerá absurdo. Pero esa fue mi gran pepita de oro de 2013. Y si tuviera que escoger un segundo instante inolvidable, sería aquel touchdown de carrera de Peyton contra los Cowboys. Cuando silbaba mirando al cielo mientras entraba en la zona letal como que con él no iba la cosa.
Aquel bostezo, en medio de la batalla de Stalingrado trasladada a la NFL, fue uno de los mejores momentos de football americano que recuerdo.
Así que tenéis dos posibilidades. Una es ser más papistas que el Papa, decidir que el Broncos-Patriots es simplemente un partido más de football, dejar de lado a esa bendita trinidad de ilusionistas, intentar descifrar la máquina ‘Enigma’ con un lápiz y un papel, buscar el sentido a la locura, las pautas a un partido que no las tiene, el sentido a una permanente paranoia mientras estudiáis listas de lesionados, sistemas de juego, tácticas y análisis sesudos… La otra es dejar todo eso de lado hasta después del partido, que entonces ya habrá tiempo para encontrarle el sentido a lo que no lo tiene, vestiros con unos sencillos harapos, coger vuestro platillo de latón y venir conmigo a esa esquinita en la que suplicaremos una limosna, con la seguridad de que cuando Tom y Payton coinciden dentro de un estadio, los sucesos asombrosos, prodigios, portentos y milagros, vuelan hacia el cielo como fuegos artificiales.
Y esta es mi previa, mi consejo, para el Broncos-Patriots. Deja fuera tus complejos y prejuicios, no te dejes esclavizar por los colores. Simplemente, relájate y disfruta del regalo. Podría ser el último.
El Broncos-Patriots es un partido indescifrable. Está fuera de toda lógica. No se puede razonar. Os remito al 24 de noviembre, en Foxboro, donde tuvo lugar el último cruce entre ambos equipos. Peyton Manning acabó el partido con 150 yardas de pase, Knowshon Moreno sumó 224 de carrera. Los Broncos llegaron al descanso ganando 0-24. Los Pats metieron 21 puntos sin respuesta en el tercer cuarto. El corredor con más intentos y yardas de los Patriots fue Brandon Bolden ¿Quién? Pues eso. El partido llegó a la prórroga, y el viento se llevó la moneda más atrevida. Tom Brady sumó 344 yardas de pase…. Y por si queremos aliñar más la ensalada, en ese partido estuvieron Gronkowski, Spikes, Von Miller, Vickerson, Chris Harris… todos ellos ausentes el domingo. Aunque si vemos la lista de cuestionables de ambos conjuntos, la pregunta sería si necesitarán que alguno de sus hombres doble en ataque y en defensa.
He apostado por una victoria clara de los Broncos. Una venganza por tantos agravios, el último hace cosa de dos meses. Pero ese pronóstico quizá se deba a que el cielo ha decidido que en Denver, en pleno invierno, cuando Manning más lo necesita, disfrutarán de una tarde primaveral, en la que el mito podrá jugar con las manos desnudas. Que es matemático, en cuanto Peyton se quita los guantes, ¡DESENFUNDA!
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