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Denver Broncos 24 – San Diego Chargers 17

 

Los Broncos sufren al final, por no sentenciar cuando pudieron al principio


Mariano Tovar

Después de tres cuartos infames, en los que los Chargers no estuvieron y los Broncos se dejaron llevar, el último duelo de la ronda divisional se convirtió en una agonía, en la que los visitantes intentaron hacer en diez minutos todo el trabajo que se habían dejado para el final, y los locales se tiraron de los pelos por no haber sentenciado el choque antes del descanso. Pero ya se sabe que retrasar todo el trabajo hasta el último momento suele ser el anticipo de un fracaso asegurado, y los Broncos dejaron de sestear lo justo para imponerse al final con algunos sobresaltos, pero sin demasiados problemas.

En el guión previsto del partido, la única posibilidad de que los Chargers pudieran ser competitivos pasaba porque Ryan Mathews corriera con el balón como en sus mejores días y el equipo consiguiera alargar sus drives. Que Philip Rivers fuera capaz de dirigir las operaciones con pases milimétricos y que su línea le proporcionara todo el tiempo del mundo. En el fondo, la única manera conocida de sacar a Peyton Manning del campo y evitar su sinfonía. Pero para empezar, Mathews, que llegaba lesionado, se resentía en la primera jugada y desde ese momento su participación fue un regalo ocasional. Por el camino, ni Rivers dirigía operaciones, ni la línea le protegía, ni los Bolts mantenían a Manning fuera del campo. Vamos, un desastre.

Por suerte para ellos, Peyton ni siquiera se planteaba componer una sinfonía. Ni heroica, ni pastoral. Se conformaba con provocar penalizaciones de los rivales con sus audibles, insistir con un eficaz juego de carrera con Moreno y Montee Ball martilleando la blandita defensa rival y comiéndose el reloj, e incoar algunos solos de violín, con precisos pases a los Thomas (Demaryus y Julius), Welker, Caldwell, Decker o quien se prestara, que en la orquesta de estos Broncos hay solistas más que de sobra.

Iba a decir que, por suerte para el espectáculo, en la primera mitad se produjeron dos sucesos que evitaron el despegue definitivo de los Broncos. Pero la realidad es que no fue por suerte para ningún espectáculo, porque tanto monólogo solo estaba provocando bostezos. Aunque los dos sucesos sí que tuvieron lugar. El primero fue una pérdida de balón de Julius Thomas mucho más que discutible, pero después de varios minutos revisando la jugada en vídeo, los árbitros decidieron darle la pelota a San Diego para ver si de una vez empezaba el partido. Lo único que consiguieron es que el kicker visitante sufriera un terrible resbalón al intentar un field goal, y los amodorrados espectadores tuvieran un leve sobresalto en su modorra. Nada grave por otra parte. El segundo hecho se produjo en los últimos instantes de la primera mitad, cuando Peyton fue interceptado, y los Bolts evitaron un 21-0 que hubiera sido insalvable. Bueno, en realidad, el 14-0 que lucía en el marcador durante el medio tiempo tampoco es que fuera muy remontable visto lo visto hasta ese momento, pero al menos dejaba la puerta abierta a que un trompetazo inesperado le diera algo de emoción al asunto.

 

Pero nada de nada. La segunda mitad siguió por los mismos derroteros. Ni los Chargers daban señales de vida, ni los Broncos querían hacer sangre del sparring que tenían enfrente. Anotaron un field goal de milagro (17-0), fallaron otro en que no hubo intervención divina, y se refugiaron en el intenso viento para justificar que bajo esas condiciones lo mejor era irse para casa y pegarse a una estufa.

Al comienzo del último acto los Bolts parecieron resucitar y dio comienzo el partido de verdad. Keenan Allen conseguía anotar un touchdown (17-7), los Broncos respondían con un retorno hasta la end zone rival que era anulado, pero se resarcían anotando poco después. Una carrera de Moreno volvía a dejar el marcador con una diferencia prudencial (24-7), no sin que antes hubiéramos presenciado una charlotada arbitral con las cadenas viajando arriba y abajo del campo.

Quedaban ocho minutos y los Broncos ya no asfixiaban a Rivers como durante el resto del partido y se centraban en prevenir el pase, lo que casi siempre termina provocando que un quarterback a la desesperada se atraviese el campo a base de bombazos. Y eso es lo que hicieron los Chargers, para que Allen firmara su segundo touchdown y los visitantes se pusieran a 10 puntos (24-14). Los Bolts, en el filo de la navaja, consiguieron robar el balón a sus rivales en la patada de despeje e incluso dejaron el marcador a una sola anotación gracias a un field goal a falta de cuatro minutos (24-17). Pero a partir de ese momento si valió la experiencia de Peyton Manning, que salvó tres terceros downs, uno de ellos de 17 yardas, para matar un partido que debieron haber resuelto muchos minutos antes.

Los Broncos son a día de hoy bastante mejores que los Chargers. Posiblemente mucho más que los siete puntos de diferencia que señalaba el marcador final. Los Bolts necesitaban que todo les saliera bien y que los Broncos fallaran más de lo normal para soñar con una sorpresa mayúscula. Los de Denver cumplieron su parte, y tuvieron una actuación desangelada, pero ellos, simplemente, no se presentaron a jugar hasta que ya era demasiado tarde.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl