Las previas divisionales 2014: Patriots-Colts
En un golpe de efecto rocambolesco, los Colts han fichado a Deion Branch, jubilado hace un año, para cubrir la posible baja de Heyward-Bey el próximo domingo. Una curiosa decisión que debería tener más repercusión mediática que en el juego. Un histórico de los Pats que se pasa al mayor enemigo. Porque, aunque hayan cambiado algunos apellidos, no hay que olvidar que el Patriots-Colts ha sido durante toda la década pasada el duelo por antonomasia en la NFL. El sábado de madrugada el tradicional Brady-Manning se convertirá en un Brady-Luck. Sí, es verdad, al football juegan dos equipos. ¿Seguro? Porque en el caso de New England e Indianapolis, parece que los quarterbacks pueden ser los únicos hombres vivos sobre la tierra. Y que crucen los dedos, que aún están a tiempo de caer.
Posiblemente, Colts y Patriots formen parte del podio de lesionados por excelencia en una temporada en la que todos los equipos han sufrido la epidemia. Los Colts se han dejado por el camino su backfield titular, su mejor receptor, parte de la línea ofensiva, front seven, secundaria… ningún piso del edificio se ha librado del incendio. El problema es más grave si tenemos en cuenta que ya de por si era un equipo muy cogido con alfileres, y con poca profundidad en casi todas las posiciones. El último ha sido LaRon Landry, que es cuestionable para el partido. Su baja dejaría a la secundaria de los Colts literalmente en porretas.
Lo de los Patriots no solo tiene que ver con la cantidad, sino sobre todo con la calidad. Desde que Hernandez fue metido en la cárcel y despedido, y el plan ofensivo original se fue al carajo, han caído Mayo, Wilfork, Vollmer, Gronkowski, Adrian Wilson, Brandon Spikes, Tommy Kelly… Muchos de ellos, fijos en la Pro Bowl. Todos, titulares importantes. La última baja fue la de Spikes, que nos sorprendió esta semana aunque llevaba renqueante desde hace algún tiempo. Sin él, la ya de por sí frágil defensa contra la carrera de los Pats (la tercera peor de toda la NFL), puede convertirse en un coladero. Y por si fuera poco, Dobson (WR), McCourty (DB) y Dennard (CB) también son cuestionables contra los Colts. Por si acaso, han vuelto a recuperar a Austin Collie (un histórico de los Colts), pero la secundaria no tiene arreglo. Si se confirman las bajas estará incluso más en cuadro que el front seven.
Y así se presenta una nueva edición del Pats-Colts, entre enfermos y moribundos, que podría parecer descafeinada, pero puede ser apasionante. ¿Habrá encontrado Belichick la pócima de la eterna supervivencia, caiga quien caiga? ¿Sabrá Pagano preparar un plan de juego antes del kickoff inicial o esperará a después del descanso para ponerlo en práctica?
Es curioso. Este año los Patriots empezaban la temporada como un equipo más parecido al de hace una década que al de los últimos años. A priori, su defensa era una de las más duras de toda la competición, y en los primeros partidos se reivindicó, cuando el ataque esperaba el regreso de Gronkowski para rendir a su nivel. Luego llegaron las lesiones, la defensa volvió a no parar a casi nadie, y el ataque terminó por quedarse sin su TE salvador. Así que nos encontramos con unos Pats que no se parecen a nada de lo anterior. Con la defensa porosa de sus peores momentos y un ataque más bien diesel que recuerda al de 2006, cuando Un Dillon muy mayor y un Maroney en su mejor año, salvaban un ataque en el que Reche Caldwell, Jabar Gaffney, Ben Watson y Doug Gabriel coleccionaban drops y exasperaban a Brady. Cuando terminó esa temporada el quarterback entró en todos los despachos exigiendo receptores y amenazando con las diez plagas de Egipto. Papa Bill le ‘compró’ a Randy Moss y Wes Welker y el torbellino se convirtió en imparable… hasta la Super Bowl.
Como os cuento, yo veo este ataque y me acuerdo de aquél 2006, año en que pese a todo, llegaron a la final de conferencia para perder con… los Colts. En aquel equipo Dillon y Maroney sumaron más o menos las mismas yardas que Ridley y Blount esta temporada. Esta vez, entre Dobson, Thompkins, Amendola y Edelman, también han coleccionado un buen número de balones no atrapados cuando parecían sencillos. Y lo peor es que entonces la defensa todavía era poderosa, temible, capaz de ganar partidos, no como la actual.
Pero en las últimas semanas hay cosas que están cambiando. Brady no ha dejado de ser Brady. Sus yardas, y sobre todo sus touchdowns de pase, están lejos de los de los últimos tiempos, pero en los momentos decisivos sigue siendo casi infalible. Falta un receptor número uno que abra las defensas rivales, pero la teoría de la nube de avispas sigue funcionando. Los receptores han dejado caer muchos balones, pero en la segunda mitad de la temporada, Edelman, Amendola y Vereen convertidos en chicos para todo y herederos de Kevin Kaulk, han servido para un roto y un descosido, y han dado oportunidades a Brady, que ha dejado de desesperarse y simplemente se ha puesto el mono de trabajo que no usaba desde aquel lejano 2006.
Así que los Pats ya no se atraviesan el campo como un cuchillo, ni arrasan con jugadas explosivas y originales nacidas de la imaginación de McDaniels. Este año se han agarrado al terreno, han anotado cuando ha hecho falta, han remontado cuando han podido, y se han encomendado a su débil defensa para ganar partidos. Y no me preguntéis cómo, Belichick ha conseguido meter en la marmita una colección de ingredientes repugnantes y que olían a muerto, para sacarse de la manga la pócima mágica de las 12 victorias en temporada regular. Y tampoco me preguntéis cómo lo ha hecho, pero la clave siempre ha sido el control absoluto del reloj, lance que el entrenador ha convertido en un arte.
¿Qué cómo harán para intentar ganar a los Patriots? Pues yo supongo que a base de arreones de Blount y Ridley, y unas gotas de la magia de Brady, pero preguntádselo a Belichick, que yo sigo sin encontrar una explicación racional a que esa banda haya logrado ganar un solo partido en todo el año.
Decíamos que la defensa de los Colts contra la carrera es un coladero, pero la de los Patriots, y más ahora con la baja de Spikes, es una autopista. Dicen que Hightower, Jamie Collins y Dane Fletcher han iniciado una novena a la Virgen solicitando su intercesión. Éste es el típico partido para que Donald Brown saque partido a su mono de trabajador, y Trent Richardson justifique su fichaje con una actuación monstruosa. Pero tampoco sería raro que Brown solo cumpla, que es lo que sabe hacer bien, y Richardson se marque otro ‘Maroney’ (los aficionados de los Patriots entenderán el símil), o incluso algún que otro fumble, que tampoco se le da nada mal.
Así que, salvo sorpresa, los Colts se seguirán encomendando a la genialidad de Andrew Luck y a la suerte. Aunque esta vez T.Y. Hilton tendrá pegado como una lapa a Aqib Talib, que se supone que ya está recuperado completamente de la lesión que le tuvo a medio gas el último mes de competición. Pero si Dennard y McCourty juegan tocados, o son baja, da lo mismo lo que haga Talib, porque no habrá nadie encargándose de Fleener, Brazill, Branch, o quien sea que salga a recibir balones.
Que cuando pienso en lo que les gusta a los dos ataques avanzar sin reunión, me imagino a las defensas aullando de terror en el campo, mientras se abrazan unos a otros y lloran llamando a sus madres. ¡¡MAMÁ!! ¡¡¡¡¡MAMAAAAAAAAAAAAÁ!!!!!
Y lo que de verdad espero con impaciencia es el descanso, que si Pagano sabe ajustar, Belichick hace manteles de encaje en los diez minutos que dura, así que la segunda mitad puede ser una risa.
Esta batalla divisional es como una carrera de sacos entre dos cojos con reuma. Aquí lo importante no es llegar el primero, sino simplemente alcanzar la meta, que como se lesionen un par de jugadores más por equipo, terminan saliendo de linebackers Vinatieri y Gostkowski. Y ya que hablamos de tipos que juegan con los pies, mucho ojo a Ryan Allen y McAfee, que si llueve como se espera, y todo se convierte en un despropósito, las posiciones de campo pueden ser decisivas.
Como ambos equipos tienen limitaciones graves, lo lógico es que cada error sea clave y que el encuentro termine por convertirse en una partida de ajedrez, en la que cada uno busque el jaque mate metiendo el dedete a lo cafre en las heridas del rival. Normalmente un duelo de entrenadores debería caer del lado de Belichick, genio entre los genios y desalmado sin compasión, pero viendo el historial de ambos equipos este año, lo lógico sería un marcador apretado, ya sea por arriba o por abajo, que lo mismo da, y que la victoria final se la lleve el que consiga la última posesión. Y como os digo, a veces creo que Belichick nació de la unión entre Cronos y la bruja Piruja.
Pos eso.
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