Cincinnati Bengals 10 – San Diego Chargers 27
En playoffs en normal que los equipos salgan al campo algo agarrotados. Se juegan el todo por el todo en un partido, cualquier error puede costar carísimo y hay muy poco margen para arreglar estropicios. Pero los Bengals y los Chargers no solo salieron agarrotados. Su intención fue desde el primer instante la de no perder. Y esa filosofía solo tiene éxito si no se comenten errores.
Después de dos series de tanteo, los Chargers golpearon primero con un drive largo de los que les gustan, balanceando muy bien pase y carrera y evitando la presión que intentaba imponer la defensa rival. Touchdown de Woodhead y aviso para los locales. Pero los de San Diego, en vez de aprovecha la ventaja para intentar despegarse, se pasaron el resto de la primera mitad contemporizando e insistiendo con la carrera. Tres drives y los tres frenados en seco a las primeras de cambio. Mientras tanto, Cincinnati usaba a Giovanni Bernard como arma secreta. El corredor novato se atravesaba el campo entre pases y carreras, y los Bengals primero empataban con un touchdown de Gresham y se iban al descanso por delante gracias a un field goal que cerraba la primera mitad.
Pero antes de esa última anotación se produjo el primero de los errores graves de los de Cincinnati que marcaron el choque. Bernard, el mismo que había espoleado el ataque de su equipo, sufría una pérdida de balón a cuatro yardas de la línea de anotación rival. Los locales se iban al medio tiempo con ventaja 10-7, pero con la sensación de que podían haber sacado mucha más tajada.
Philip Rivers, el quarterback visitante, llegó al descanso con solo seis intentos de pase, cinco de ellos completados. Los Chargers, empeñados en correr, se habían guardado todas sus armas aéreas. En la primera serie de su equipo de la segunda mitad, el lanzador intentó los mismos pases que en todo el primer tiempo. Y los de San Diego volvieron a anotar. 10-14 y daba la sensación de que los visitantes tenían la intención de meter una marcha más. No hizo falta. Pudieron seguir hasta el final con esa idea originaria de no equivocarse con la ley del mínimo esfuerzo. Ya estaba Andy Dalton para destrozar a su equipo con una colección de errores marca de la casa. Cuando Dalton tiene el día bueno es casi imparable, pero si se levanta con el pie izquierdo se convierte en un arma de destrucción masiva para su propio equipo.
Desde ahí hasta el final vivimos un quiero y no puedo. Cincinnati intentando atravesar el campo a la desesperada, y quedándose por el camino. Los Chargers saliendo al campo al ataque casi con pereza. No necesitaban pegada, porque su defensa se estaba encargando de todo el trabajo con una actuación extraordinaria y la impagable ayuda del quarterback rival. Incluso pusieron la guinda con un touchdown que cerró el partido a falta de tres minutos. Fue una jugada aislada en la que Ronnie Brown se sacó de la manga un carretón de 58 yardas que terminó por hundir a unos desquiciados Bengals.
Al final, Rivers casi no tuvo que despeinarse. 12 completos de 16 intentos de pase en todo el partido. No necesitó más. 40 carreras fueron el camino más práctico para consumir el reloj, contemporizar y, sobre todo, no cometer errores. No todas las victorias tienen que ser épicas, llenas de momentos inolvidables y hazañas imposibles. A veces es suficiente con sentarse a contemplar como tus rivales te regalan el partido. No por mucho madrugar amanece más temprano.
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