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Canal+ (semana 17) y aquel día en que voté por Kyle Orton

Mariano Tovar

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Cuando abrí este bendito blog allá por agosto de 2009, hice un artículo de presentación, otro dedicado a Brett Favre, y un tercero que se tituló ‘Voto por Kyle Orton’ en el que defendía la decisión de Josh McDaniels de dejar marchar a Jay Cutler y apostar por Orton como quarterback titular de los Broncos.

Pero antes de ponerme nostálgico, como siempre, la programación de Canal+.

Domingo

Bengals-Ravens 19:00 directo (Canal+ Deportes).

Bears-Packers 22:25 directo (Sportmanía y Canal+ Deportes 2 HD).

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Cowboys-Eagles 02:30 directo V.O. (Sportmanía y Canal+ Deportes 2 HD).

Lunes

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Cowboys-Eagles 22:00 diferido (Canal+ Deportes).

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También podéis encontrar la programación actualizada en http://www.canalplus.es/NFL/

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Esa tercera entrada sobre Orton se ha convertido en una especie de bandera de Zona Roja. Una declaración de intenciones. El asunto no fue demasiado polémico en aquel momento. Fundamentalmente porque aquí no entraba ni el tato, pero desde entonces el QB y yo hemos quedado ligados en una especie de matrimonio virtual. Es bastante habitual que cuando alguien intenta desacreditar mis opiniones saque a relucir al jugador. Algo así como “qué se puede esperar que diga un tipo que defiende a Kyle Orton”.

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Añoro la libertad con la que escribía en 2009. Entonces decía lo que me daba la gana y me importaba un pimiento lo que pensarais. Desde entonces tanto el blog como yo hemos cambiado mucho. El velero fácil de maniobrar de entonces se ha convertido en un trasatlántico al que le cuesta mucho más moverse, y es complicado de frenar cuando hace falta. Ahora me tiento mucho más la ropa. Antes de decir si un equipo o un jugador me gusta o me disgusta me tiro semanas, o incluso meses, haciendo insinuaciones y enseñando la patita para ver si alguien dispara. Y así, poco a poco termino por hacer saltar la liebre… para que la mitad de la parroquia entre en cólera y me diga si tengo que tener más o menos cuidado cuando expongo mis opiniones.

Al final, todos los años, antes o después, termino reescribiendo párrafos como éstos que abren esta entrada. Es una especie de maldición que me persigue. Como si hubiera sido abducido por la ‘Santa Compaña’ en una oscura corredoira y fuera incapaz de liberarme hasta que llegue mi turno dentro de muchos siglos.


Añoro los viejos tiempos. Muchos me escribís y decís lo mismo. Entiendo vuestra morriña. Es como cuando un pequeño grupo de amigos descubre un claro en un bosque que se termina convirtiendo en ‘Su Claro’. Ese lugar especial en el que ese grupo especial se reúne esos días especiales para hacer cosas especiales. Pero poco a poco alguien invita a uno nuevo, que a su vez trae a alguien más y con el tiempo se pierde la magia. Esa sensación que tenían los primeros de estar viviendo algo único no es compartida ni comprendida por los que se incorporan, que con toda la buena intención proponen nuevas reglas del juego. El lugar sigue siendo especial, pero ya nunca será lo mismo. Terminan por incorporarse nuevos grupos, que se enteraron porque alguien le dijo a alguien que el sitio estaba fenomenal, y con la masificación se termina diluyendo la magia. Al final, solo esos primeros que descubrieron el claro llegan a entender lo especial que ese lugar fue en sus orígenes.

No se puede pretender que un claro se mantenga virgen de por vida. Todos cambiamos. Yo un día tuve que decidir entre ofreceros contenidos con la mayor calidad posible al galope, o seguir a trote, a mi bola, escribiendo artículos que intentaban ser diferentes, menos apresurados, pero con un latido más sincero. Algunos diréis: “tú escribe sobre lo que quieras”, pero los primeros que llegasteis al claro sabéis que eso ya no es posible. Entre otras cosas porque ya no soy capaz de hacerlo.


Vuelvo a insistir en lo de siempre. No soy ningún argumento de autoridad. Que yo diga que un equipo es bueno o malo no significa que lo sea. Solo significa que lo digo. Nadie tiene que enfadarse por mis opiniones. Porque al final, lo que acaba pasando es que, simplemente, termino por callarme, decir que todo el mundo es bueno, y escribir artículos amables para que nadie se enfade. Y eso es exactamente lo que estoy haciendo últimamente. El ejemplo está en los ‘Una imagen, una frase’. Cuando me limito a resumir lo sucedido en una pequeña crónica, casi nadie se disgusta. En cuanto intento recuperar el espíritu original del artículo, hacer algo distinto a lo de todo el mundo y sacar los pies un poco del tiesto, empiezan a saltar los molestos, los que me explican lo que debo o no decir, y los que me desacreditan. Insisto. Soy un ignorante footbolístico, nunca lo he negado y nunca he pretendido ser ningún gurú de nada. Cualquiera de vuestras opiniones tiene más valor que la mía.

Y quizá por eso me guste Kyle Orton. Siempre me ha gustado. Creo que por potencial es un quarterback que ahora mismo podría ser titular en, como poco, la mitad de los equipos de la NFL. Sí, habéis leído bien: la mitad. Y tras una afirmación tan lapidaria, asumo que podréis dar respuestas igual de lapidarias tipo “vale, pero es un inútil igual que tú”, “no lo quiero ni regalado” o “Mariano y sus marianadas”.


Creo que el domingo ganarán los Eagles. Y creo que lo harán con un dominio casi insultante. No me extrañaría que Orton terminara el partido con tres, cuatro o cinco intercepciones. Humillado. Enterrando definitivamente una carrera en la que nunca nadie creyó, y que ya ha quedado para cubrir vacantes con cierto pedigrí. Pero permitidme que, mientras pueda, sueñe con una actuación memorable que pueda guardar para siempre en una cajita dorada, como ese regalo mágico que termina siendo el bien más valioso de un niño.

Creo que la vida a veces es una putada. Basta con que un día alguien sea catalogado como un talento innato, para que su lista de absoluciones se multiplique. O que llegues como un parche mientras se recupera ese presunto talento innato, para que tu auténtico potencial siempre quede sepultado bajo quintales de indiferencia. Lo habitual es que lo de fuera, lo que no tenemos, nos parezca mejor que lo que hay en nuestra casa. Siempre he creído que esa ha sido la maldición de Orton. Cuando nunca nadie cree en ti, al final ni siquiera lo haces tu mismo. Y Orton terminó siendo un quarterback que cuando lanzaba un pase no buscaba atacar, sino protegerse, y ese es el primer paso para entrar en el infierno de los derrotados.


Ya no espero que Orton resurja como un Ave Fénix. Y menos aquí y ahora, en unos Cowboys en los que la baja de Romo es casi el menor de los problemas. Por un lado me alegra volver a ver a Orton al frente de un equipo, sobre un emparrillado, pero por otro siento cierto regusto amargo. El patrón de los fracasados, paradigma de los perdedores, una vez más quedándose a las puertas de la postemporada, siendo objeto de las mofas de casi todos.

Para mí un jugador de la NFL es casi siempre un ser mitológico. Alguien inalcanzable. Individuos cuyas capacidades exceden lo racional y superan mi entendimiento. Pero en mi imaginario Orton siempre ha sido alguien más cercano. Un igual. Un humano entre los dioses, despreciado por los mismos humanos, que no le perdonan que quisiera volar demasiado alto. Y ahora que lo pienso, cuando esté publicada la entrevista prometida con Danny Woodhead, que después de tanto sobresalto parece que ya está a punto de entrar en el horno, haré todo lo posible para conseguir una con Orton. Y ahí quizá no os pida que me enviéis preguntas. Yo las coparé todas porque creo que he sido de los pocos que he entendido, aunque solo sea mínimamente, lo que Kyle siente cada vez que se pone un casco y pisa la arena del coliseo.

Y sí, sin ninguna duda, sigo votando por Kyle Orton.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl