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Una grave epidemia de gripe aviar

Mariano Tovar

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Ya sabéis lo que dicen: la gripe dura siete días con medicinas y una semana sin ellas. La mía empezó el pasado miércoles de forma inesperada y repentina. A eso de las ocho de la tarde, sin fiebre ni previo aviso, comenzó un terrible dolor de cabeza y un tembleque que me recorría todo el cuerpo. Salí del trabajo corriendo, llegué a casa como pude, me metí en la cama, y hoy lunes me levanto por segunda vez para cumplir con esta cita semanal. El primer intento lo hice ayer domingo pero no fue muy fructífero. Me dio para ver parte de la jornada de la NFL, lo que es muy diferente de que fuera capaz de seguirla.

Hoy he ido una vez más al médico, que para tranquilizarme me ha dicho que todos los años muere mucha gente de gripe porque no tiene tratamiento efectivo. El comentario me ha animado bastante. Y más cuando me ha dicho que la uvulitis que he desarrollado durante la postración tampoco tiene mucho arreglo más allá de una inyección de Urbason cuyos beneficios han sido completamente nulos. Vamos, que estoy eufórico y viendo el final del túnel cada vez más lejos.

Así que ahora mismo estoy escribiendo esto después de pasar cuatro días postrado, entre sudores fríos y pesadillas recurrentes, incapaz de coordinar, ingerir alimento, o desarrollar un pensamiento coherente (bueno, eso último ya sucedía antes de la enfermedad). Y ahora estoy delante del ordenador, sin saber muy bien si seré capaz de llegar al final de un artículo coherente, mientras mi campanilla, convertida en un campanón digno de una catedral dentro de mi boca, reposa tranquilamente tumbada sobre mi lengua provocándome arcadas recurrentes, e intentando cerrar para siempre mis conductos respiratorios.

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¡Menuda gripe! Nunca en mi vida había sufrido una tan gorda.

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Desde aquí agradezco que Dani me sustituyera en el artículo del jueves, y ya anuncio que mi intervención en la edición del podcast de esta semana corre serio peligro. Ya que estamos, también quería disculparme por el retraso que está sufriendo la entrevista con Danny Woodhead. Cuando lo anunciamos en el blog, ya teníamos la confirmación por parte de la oficina de prensa de los Chargers, y por eso se nos ocurrió pedir sin miedo vuestra ayuda en la elaboración de las preguntas, pero ya sabéis que las cosas de palacio van despacio, así que aquí estamos, a la espera de noticias, sin saber muy bien si en unos días todos disfrutaremos del Woodhead más cercano de nuestras vidas o tendré que disculparme por haber hecho uno de los ridículos más gordos de la historia del blog.

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Pero para ridículos, y gripes, la aviar que ha sufrido la NFL esta semana. Que todos los gallitos se subieron al tejado con la intención de cantar kikiriki a pleno pulmón, para terminar formando parte de un guiso de crestas de gallo, manjar que quizá muy pocos hayáis probado en esta vida, pero que es digno de la mesa de un rey.

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Ahora que lo pienso, ¡cuánto tiempo sin llevarme a la boca (con la campanilla en su justa medida) unas exquisitas crestas de gallo en salsa! Dicen que las Navidades son el momento ideal para llenarse de buenos propósitos. Supongo que el propósito de comerme unas crestas lo antes posible contabilizará.

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Pero volvamos a los gallos de la NFL, que me están volviendo las alucinaciones que ya sufrí en una noche del pasado jueves que jamás olvidaré (y de la que recuerdo bien poco).

Broncos, Eagles, Patriots, Cowboys, Saints y Bengals pegaron petardazos inesperados.


En el caso de los componentes de la NFC Este, el asunto no tiene demasiada trascendencia. Desde hace bastantes días parece inevitable que la plaza en juego se decida en un duelo fratricida en la última semana. Lo malo es que en los Cowboys, que llevan algún tiempo lastrados por una defensa inoperante, ahora se ha unido a la fiesta un Tony Romo con su disfraz favorito: el de la Parca de Imgar Bergman. Cada balón que tocaba en los momentos decisivos llevaba consigo en su vuelo muerte y destrucción. Pero el quarterback tiene menos culpa que nadie. DeMarco Murray dejó de ser utilizado inexplicablemente cuando estaba machacando a la defensa de los Packers. Los de Dallas apuntan a suicidio un año más. Pero no se les puede negar cierto estilo en esa cita anual con su autodestrucción.

Más sorprendente fue el petardazo de los Eagles, tanto ofensivo en los primeros compases, como defensivo en la totalidad del encuentro. Unos Vikings sin Peterson, y con Cassel a los mandos, se dieron un auténtico festín de crestas de gallo mientras el QB apunta a superviviente en un equipo en el que la gripe promete hacer estragos en cuanto termine la temporada. Por su parte, lo de los Eagles en defensa fue como lo de los primeros partidos, pero a lo bestia. Cuando parecían curados de la dolencia, ésta resurgió en su versión más febril. Ahora solo queda saber cual de las dos teorías de mi médico se hará realidad. ¿Habrá sido una simple semana de gripe vulgar o será una de esas gripes mortales que te entierran?


La gripe de los Saints está perfectamente documentada desde hace mucho. Todos conocemos sus síntomas. Simplemente, no saben abrigarse lo suficiente cuando salen de casa. No han dado ni dos pasos y empiezan los estornudos. Esta vez pensaron que a San Louis se podía viajar en manga corta, que allí el techo está cubierto y hay calefacción. Pero a su defensa ya le han pillado el truco casi todos los rivales, y parece que el ataque no es nadie si Jimmy Graham es anulado. Los Saints tienen una potente farmacopea preparada cuando notan los primeros síntomas, pero parece que la caja está guardada bajo llave en su temible Superdome. Esas pastillitas que se llevan en los bolsillos en sus viajes no sirven ni para paliar las molestias más leves de una pequeña gripe.

El caso de Patriots y Broncos es muy similar. Se asomaron a la ventana, vieron un día brillante y soleado, y decidieron salir en camiseta para disfrutar de la jornada, pero tenían enfrente a dos equipos, Dolphins y Chargers, que están ante sus últimas oportunidades para ser considerados gallitos, y que se abrigaron bastante más, aprovechando los de Florida las debilidades de unos Pats cogidos por alfileres, y los de California la falta de ritmo de un ataque conformista y los agujeros cada vez más evidentes de una defensa que no da, ni de lejos, el mismo miedo que su ofensiva. Tanto en un caso como en otro, la gripe fue fulminante, y además parece haber dejado bastante tocados a los pacientes, que tendrán que tomar muchos reconstituyentes antes de que empiece la postemporada si no quieren recaer.


El caso que más me apenó fue el de los Bengals. Dicen que lo peor que una enfermedad grave no es la enfermedad en si misma, sino una actitud rendida del enfermo. La bandera blanca prematura. La falta de ganas por vivir. Los Bengals son un gallo que exhibe un cuerpo portentoso, pero al que quizá solo le falte corazón para aspirar de verdad a reinar en el gallinero. Y los Steelers les dieron una lección de lo que de verdad les falta: ansia de victoria incluso en los peores momentos. En la NFL actual un equipo con la plantilla de los Bengals y el espíritu ganador de los Steelers, quizá sería invencible. Bueno, cambiar a Dalton por Big Ben también ayudaría bastante. No puede ser que Cincinnati, pese a ponerse 24 puntos por debajo al inicio del segundo cuarto, luchara durante el resto del partido contra su enfermedad con tan poca fe y esperanza. Quizá deberían aprender de los Packers… aunque claro, Cowboys y Steelers no son lo mismo.

Pero que nadie se engañe. La gripe dura siete días con medicinas y una semana sin ellas. Los gallos, gallos son. Y casi todos los que perdieron su cresta en los últimos días volverán a subirse al tejado en pocos días para entonar su kikiriki. Que todo el mundo puede terminar con su propia campanilla convertida en alienígena bucal antes o después.

Yo llevo varios días arrepintiéndome de no haberme vacunado. Ya sabéis: “¿para qué? Si luego la que se extiende es diferente a la que estaba en la jeringa y la pillas de todas formas”. Pero últimamente, cuando veo el rodillo de los Seahawks, el renacer de los Niners o el resurgir imparable de la defensa de los Chiefs, pienso para mí mismo: “¡Cabrones! ¡Esos seguro que sí se han vacunado con la buena!”

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl