La semana 11 de la temporada de 1963 de la NFL, celebrada el 24 de noviembre, fue sin duda el football weekend más triste de la historia, y no era para menos. A la misma hora que en Cleveland, Los Ángeles, Pittsburgh, Minneapolis, Milwaukee, Nueva York y Filadelfia se producía el kickoff, en Washington D.C se rendían honores de estado al cadáver del 35º Presidente de los Estados Unidos, asesinado 48 horas antes en la ciudad de Dallas.
¿Se debió disputar esa jornada? ¿Por qué la AFL suspendió todos sus encuentros y la NFL no? ¿Estaban los jugadores en condiciones de competir, tras la conmoción colectiva que sacudió al país? A los cincuenta años del magnicidio de JFK, pueden contestarse cabalmente a casi todas estas preguntas.
A las 14.22 EST horas del día 22, es decir, 1 hora y treinta y tres minutos después del fallecimiento del Presidente en el Parkland Hospital, Walter Conkrite, el presentador estrella de la CBS pronunciaba la ya histórica frase: “We just have a report from our correspondent Dan Rather in Dallas, that he has confirmed President Kennedy is dead...”
Una de las primeras llamadas que realizó esa tarde Rozelle fue a su buen amigo Art Rooney, el propietario de los Steelers. The Chief fue franco con el comisionado, y le sugirió que cancelara la jornada, aunque si adoptaba otra decisión, le apoyaría igualmente. La balanza de Rozelle se inclinó definitivamente a favor de jugar después de la conversación telefónica que mantuvo con el secretario de prensa de JFK, Pierre Sallinger. Rozelle había sido compañero de Sallinger en la Universidad de San Francisco, y mantenían por tanto una estrecha relación. El secretario de prensa, que viajaba hacia Estados Unidos desde Japón sobre las 18.00 horas del viernes 22, le imploró a Rozelle que no suspendiera la jornada: ‘Jack would say we should play,’ además, le dijo, mantener la normalidad del football, serviría para aliviar el luto de una nación devastada.
La presión sobre Rozelle era extraordinaria, más si cabe cuando la competición adversaria, la recién creada AFL, horas antes había suspendido fulminantemente la jornada en señal de respeto. Y es que al mando de la AFL se encontraba Joe Foss, mayor del Cuerpo de Marines, brigadier general de la Guardia Nacional y Medalla de Honor –la más alta y complicada de obtener condecoración militar norteamericana- por su heroísmo en Guadalcanal. Pero es que además, aunque no hubiese sido comisionado Foss, los propietarios de la AFL eran liderados por Ralph Wilson, que desde el helado Buffalo y casi desde el primer minuto se opuso vehemente a jugar ese domingo. Por supuesto, el Harvard-Yale programado para el sábado 23 fue pospuesto por primera vez en la historia.
Lo que sí conservan todos ellos de manera indeleble es la sensación de profunda tristeza y desamparo que impregnó a todo el mundo aquella jornada de football irremisiblemente teñida de luto.