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TRIBUNA LIBRE: Kennedy. Todos pararon... menos la NFL


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“I was standing next to my father [Robert Kennedy] at our home in Hickory Hill that afternoon when he took the call. We went outdoors and played football. In some ways, that was how we dealt with it. We went right out and started tossing the ball around.’’*

Joe Kennedy, viernes por la tarde
del 22 de noviembre de 1963

*“Yo estaba junto a mi padre [Robert Kennedy] en nuestra casa en Hickory Hill esa tarde cuando recibió la llamada. Salimos fuera y jugamos al football. En cierto modo, así fue como soportamos el golpe. Salimos y empezamos a tirarnos la pelota”

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Raúl C. Cancio

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La semana 11 de la temporada de 1963 de la NFL, celebrada el 24 de noviembre, fue sin duda el football weekend más triste de la historia, y no era para menos. A la misma hora que en Cleveland, Los Ángeles, Pittsburgh, Minneapolis, Milwaukee, Nueva York y Filadelfia se producía el kickoff, en Washington D.C se rendían honores de estado al cadáver del 35º Presidente de los Estados Unidos, asesinado 48 horas antes en la ciudad de Dallas.

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¿Se debió disputar esa jornada? ¿Por qué la AFL suspendió todos sus encuentros y la NFL no? ¿Estaban los jugadores en condiciones de competir, tras la conmoción colectiva que sacudió al país? A los cincuenta años del magnicidio de JFK, pueden contestarse cabalmente a casi todas estas preguntas.

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En el año 1963 la NFL, tres años después del gran cisma del que surgió la AFL, se estructuraba en dos conferencias, Este y Oeste, con siete equipos en cada una de ellas. El programa para el día 24 de noviembre, decimoprimera semana de competición era el siguiente: Baltimore Colts-Los Angeles Rams; Chicago Bears-Pittsburgh Steelers; Dallas Cowboys-Cleveland Browns; Detroit Lions-Minnesota Vikings; St. Louis Cardinals-New York Giants; San Francisco 49ers-Green Bay Packers y Washington Redskins-Philadelphia Eagles. En ese momento, Chicago dominaba la Conferencia Oeste con un balance de 9-1-1, mientras que un triunvirato formado por Nueva York, St. Louis y Cleveland lideraban la Este con una tarjeta de 8-3.

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A las 14.22 EST horas del día 22, es decir, 1 hora y treinta y tres minutos después del fallecimiento del Presidente en el Parkland Hospital, Walter Conkrite, el presentador estrella de la CBS pronunciaba la ya histórica frase: “We just have a report from our correspondent Dan Rather in Dallas, that he has confirmed President Kennedy is dead...”

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Por tanto, Pete Rozelle, el comisionado de la NFL por aquel entonces, poco antes de las 15.00 horas pudo tener conocimiento del deceso. Habida cuenta de que la mayoría de las franquicias viajaba el viernes para disputar el partido del domingo, el margen era extraordinariamente estrecho para que el comisionado de la NFL adoptara una decisión en torno a la suspensión o no de la jornada. No obstante, algunos equipos se adelantaron al propio Comisionado. Eagles y Redskins, desde el primer momento, se opusieron a jugar. Por el contrario, numerosos conjuntos de football universitario, cuyos partidos se jugaban el sábado 23, decidieron no posponer los encuentros, incluyendo instituciones tan importantes como Oklahoma, Nebraska, Florida State o Auburn. Es más, Wake Forest jugó en North Carolina State el propio viernes por la noche, mientras se practicaba la autopsia al cuerpo del Presidente en el Naval Hospital de Bethesda.

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Una de las primeras llamadas que realizó esa tarde Rozelle fue a su buen amigo Art Rooney, el propietario de los Steelers. The Chief fue franco con el comisionado, y le sugirió que cancelara la jornada, aunque si adoptaba otra decisión, le apoyaría igualmente. La balanza de Rozelle se inclinó definitivamente a favor de jugar después de la conversación telefónica que mantuvo con el secretario de prensa de JFK, Pierre Sallinger. Rozelle había sido compañero de Sallinger en la Universidad de San Francisco, y mantenían por tanto una estrecha relación. El secretario de prensa, que viajaba hacia Estados Unidos desde Japón sobre las 18.00 horas del viernes 22, le imploró a Rozelle que no suspendiera la jornada: ‘Jack would say we should play,’ además, le dijo, mantener la normalidad del football, serviría para aliviar el luto de una nación devastada.

La presión sobre Rozelle era extraordinaria, más si cabe cuando la competición adversaria, la recién creada AFL, horas antes había suspendido fulminantemente la jornada en señal de respeto. Y es que al mando de la AFL se encontraba Joe Foss, mayor del Cuerpo de Marines, brigadier general de la Guardia Nacional y Medalla de Honor –la más alta y complicada de obtener condecoración militar norteamericana- por su heroísmo en Guadalcanal. Pero es que además, aunque no hubiese sido comisionado Foss, los propietarios de la AFL eran liderados por Ralph Wilson, que desde el helado Buffalo y casi desde el primer minuto se opuso vehemente a jugar ese domingo. Por supuesto, el Harvard-Yale programado para el sábado 23 fue pospuesto por primera vez en la historia.


A pesar de esa situación, los factores que condujeron a Rozelle a tomar la decisión de jugar el domingo pesaron más que la postura de la otra liga profesional de football, de la presión de los medios y de la paralización casi total de la nación. Desde luego la conversación con alguien tan cercano al Presidente como era Sallinger, fue decisiva, pero no lo fue menos que providencialmente la semana 11 no jugaban en casa ni los Redskins ni los Cowboys, pues hubiese sido absolutamente descabellado jugar en el D.C Stadium mientras enterraban a JFK en Arlington, a escasas millas del emparrillado, por no hablar de la inconcebible idea de jugar un partido en el Cotton Bowl, estremecedoramente cerca de Daley Plaza. Otro elemento a su favor fue la postura de los propietarios de las franquicias de la NFL –salvo Mara- y especialmente las de Rooney y Rosenbloom, el dueño de lo Colts que tan unido estaba con Joseph Kennedy, el patriarca del clan, y que apoyaron firmemente la decisión de Rozelle. Por otra parte, es importante contextualizar esta decisión en relación con la relevancia del football en 1963, que carecía de la fuerza mediática y social de hoy en día, siendo sólo el tercer entretenimiento de los americanos, por detrás del beisbol y el football universitario. Por tanto, con ser trascendente, la decisión de no suspender no tuvo la repercusión que hubiese podido tener hoy en día. Es más, esto último no es una ucronía. Tras los atentados del 11-S en Nueva York y Washington, ocurridos un martes por la mañana, el miércoles 12, Paul Tagliabue ya tenía la decisión tomada de cancelar la jornada del domingo. Tres años después, sin embargo, la jornada 28ª del Campeonato Nacional de Liga de Primera División, se celebró un 14 de marzo de 2004, tres días después de los atentados de Atocha y Vallecas.


Se acordó que en los partidos no se interpretara música, ni animación, ni cheerleaders, ni entretenimiento en el descanso ni ninguna de las actividades lúdicas que rodean habitualmente un partido de football. Por supuesto, la cobertura televisiva de la tragedia eliminó de la parrilla cualquier evento deportivo.


La postura de Rozelle fue duramente criticada por los medios – Red Smith, del New York Herald escribió:, “In the civilized world, it was a day of mourning. In the National Football League, it was the 11th Sunday of the business year, a quarter-million dollar day at Yankee Stadium.’’-, que no comprendían como ante tamaña tragedia, se planteara siquiera la trivialidad de jugar un partido de football. Rozzelle, que el domingo por la mañana acudió a misa y luego al Giants-Cardinals en el Yankee Stadium, se limitó a contestar: “It has been traditional in sports for athletes to perform in times of great personal tragedy. Football was Mr. Kennedy’s game. He thrived on competition” Años después, Rozelle reconocería que fue la peor decisión en sus 29 años como comisionado.


En cualquier caso, la jornada fue de todo, menos normal. La noche anterior, la del sábado 23, dos jugadores de los Eagles hubieron de ser atendidos de las heridas que se infringieron tras una pelea desatada tras la reunión que mantuvo el vestuario acerca de la conveniencia o no de jugar; cada uno de los jugadores de Filadelfia, donó antes del partido frente a Washington, 50 dólares a la familia del policía J.D. Tippit, asesinado por Lee Harvey Oswald horas después del magnicidio; tras ese mismo encuentro, algunos jugadores de los Redskins sugirieron a su head coach, Bill McPeak, la posibilidad de enviar el óvalo a la Casa Blanca con el siguiente mensaje: “playing... for President Kennedy and in his memory.”; Art Modell, el dueño de los Browns, estaba aterrorizado con la visita de Dallas a Cleveland y la reacción de su hinchada, una vez que se había estigmatizado radicalmente todo lo que tenía que ver con la ciudad texana, al punto de que los maleteros del hotel donde se alojaban los Boys en la ciudad, dieron la espalda ostensiblemente a la expedición tejana; el speaker del Cleveland Municipal Stadium, al presentar el partido, no pronunció una sola vez la palabra Dallas; Rooney, que según su costumbre, escuchaba los partidos de su equipo con la radio pegada a la oreja, la incredulidad volvió a petrificarlo ese domingo cuando durante el partido escuchó que un bribón de los bajos fondos de Dallas acababa de disparar a Oswald en el sótano de la comisaría de la policía de Dallas… No fue una jornada normal.


Los partidos dieron inicio con un minuto de sobrecogedor silencio, siendo nítidamente perceptible la congoja de todo un país. La ausencia de animación, la escasez de gritos de ánimo y de cánticos tribales, a pesar de que curiosamente, la asistencia a los estadios fue nutrida, impregnaron de profunda melancolía los enfrentamientos de esa jornada. Los recuerdos de los jugadores de esos siete partidos son, en general difusos. Ninguno recuerda big plays; pocos atendieron al marcador. Incluso, las grandes performances de ese domingo, como la protagonizada por Mike Dikta en el Forbes Field de Pittsburgh y que valió para empatar el partido y la postre darles a los Bears el liderato de Conferencia que en enero se convirtió en el título, fueron estimuladas por la muerte de Kennedy: “Was my way of committing myself to what I thought about President Kennedy. He was someone, to me, who gave his all and I tried to give my all”.

Lo que sí conservan todos ellos de manera indeleble es la sensación de profunda tristeza y desamparo que impregnó a todo el mundo aquella jornada de football irremisiblemente teñida de luto.