TRIBUNA LIBRE: Un juego de la NFL, visto desde adentro. Desde muy adentro.
En este blog, he compartido mucho del trabajo que realizamos para promocionar nuestro deporte favorito. Esta vez les quería compartir algo distinto, una invitación que nos hizo la liga, a través de la oficina de NFL México, para poder ver un juego (Dolphins vs Ravens, semana 5) y conocer un poco más de las intimidades que rodean cada uno de los partidos que solemos ver cada domingo.
11 30 am. Gate D. Este era el escueto mensaje que recibimos en nuestros móviles. No nos hacía falta saber nada más.
11 30, qué digo 11 30, 11 15 ya estábamos ahí. Cambiados, peinados, con pis y caca hechos, como decía un profesor de mi escuela secundaria.
A las 11 42 nos encontramos con el representante de la NFL México. Antes de entrar, nos aleccionó sobre una regla de oro en la NFL: ninguna persona que represente a la liga puede llevar ropa o merchandising de alguno de los equipos. Ni siquiera la del equipo local, en caso de visita a su estadio.
Resultado: la gorra de mis queridos NYG, en el bolsillo del pantalón, y un amigo tuvo que sacarse su Jersey # 52 de Ray Lewis, y usar la camiseta blanca que tenía debajo.
A las 11 52, el sésamo se abrió.
Entramos al estadio, y en vez de tomar las escaleras mecánicas que conducen a las localidades del público en general, nos quedamos en la planta baja. Y entramos por una puerta de “servicio” que conduce al pasillo inferior del estadio.
Caminamos 50 metros hasta llegar a una sorpresa: entramos a un salón vidriado donde estaban las porristas de Miami Dolphins, ensayando a 5 metros de distancia.
Con una disciplina casi militar, una instructora ordenaba las formaciones y los bailes. Sin ningún despecho, y con un sonoro “pay attention, you, rookie” regañó a una de las porristas que había entrado mal a una formación. La verdad es que a más de uno de los asistentes a ese ensayo nos hubiera gustado consolar a la pobre chica.
Los demás jugadores estiran, corren rutas tranquilas, y se van acostumbrando al césped y al clima (35 grados, y mucha humedad, bien típico de Miami en octubre).
En nuestra cabeza, sólo nos quedaba disfrutar del partido, y volver al campo de juego en el entretiempo. Todavía quedaba algo más, cortesía en parte de la NFL y en parte de la llamada viveza latina.
El two minute warning fue nuestra señal. Tomamos el elevador, llegamos al pasillo inferior enseñando nuestros pases con el orgullo con el que enseñaban sus backstage pass, los protagonistas de esa icónica película noventera “Wayne’s world”.
Nos dirigimos por el pasillo a la entrada hacia el campo. Y ahí los vimos. Los rosters de jugadores y todo el equipo técnico caminando hacia nosotros. Iba ganando Miami 13 a 6. Era un partido tranquilo. Pero el rush de adrenalina que contagia el paso de 70 jugadores de la NFL al lado tuyo, es algo difícil de describir.
Se nota claramente cómo se dividen los equipos. Las líneas defensivas y ofensivas van juntos. Hablando y bromeando en un slang imposible de descifrar para alguien que ha aprendido inglés con CD’s del estilo de “Inglés sin Barreras”.
Los kickers y punters, solos. No hay quien los pele, como se dice en México.
Ultimo, Joe Flacco. Casco en mano, tranquilo, inmutable. Casi autista. Quizá pensando que hará con ese mega contrato que le garantiza ser millonario de por vida.
Nos metimos de nuevo al campo de juego. Las porristas hacían su show. A treinta metros de distancia, no nos hacían tanta gracia. El entretiempo se nos fue enseguida.
Era tiempo de volver a nuestros asientos. Fue tiempo de hacer una travesura.
Quedarnos en los sidelines. El pase decía: “no permitido durante el partido”.
Decidimos, muy honestamente, “esperar” a que nos vinieran a sacar. Nadie vino.
Bingo. Partido desde el sideline. Nos podíamos mover desde el end zone hasta la yarda 10 más o menos. O irnos atrás de las porterías.
Tuvimos suerte. Escuchamos choques de cascos, vimos safeties placando trenes con camisetas de los Ravens. Les comento que Torey Smith no corre las rutas. Se las devora, burlándose de sus 93 kg al desplazarse con una plasticidad que no te puedes explicar. Y cuando tu capacidad de sorpresa está en su grado límite, lo ves (y escuchas) recibir un placaje del que se levanta con la naturalidad del que se levanta de una silla en el trabajo. Y ahí entiendes el tamaño de atletas que son los de la NFL.