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Quien no arriesga, no gana

Mariano Tovar

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Toda mi vida he creído que si alguien pelea de verdad en pos de un objetivo, es muy probable que termine consiguiéndolo, por muy difícil que parezca. Pero para llegar hasta él, son necesarias grandes dosis de sacrificio, esfuerzo y perseverancia. Cuanto más vale la pena una meta, mayor es el número de días, meses o incluso años de trabajo incansable que hay que recorrer para alcanzarla.

Pero esos objetivos que merecen la pena no solo requieren de un esfuerzo constante. Todos ellos conllevan un riesgo. Enfocarse en algo implica desenfocarse en muchas otras cosas. Al final, la vida es casi un trabajo de equilibrismo, en la que a veces hay que dejar caer algunos de los platos que dan vueltas sobre su vara, para que otros más importantes sigan bailando u otros diferentes ocupen su sitio. Si nos cansamos de hacerlos rodar, y nos dejamos llevar, la vida termina por convertirse en un camino gris, sin ilusiones. Y como el ser humano tiene una tendencia natural a complicarse la vida, si dejamos de tener objetivos claros, lo normal es que terminemos por liarnos con soluciones fáciles que, muy probablemente, terminarán por destrozarnos.

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Creo que en un equipo de la NFL, o de cualquier deporte, sucede algo similar. Y en esta semana llena de sorpresas, finales apretados y emociones fuertes, he visto muchos equipos convertidos en el vivo retrato de la vida misma. Algunos fueron conformistas, otros buscaron el camino más fácil, y unos pocos no cejaron en su empeño hasta conseguir ganar.

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Hay una pregunta que nos hacemos todos los aficionados desde hace muchos años ¿por qué un equipo se pone en ‘defensa prevent’ para salvar un resultado si esa es, casi siempre, la antesala de la derrota?

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Por si alguno no lo sabe, la defensa ‘prevent’ es una formación en la que siete jugadores se sitúan en defensa de pase y solo cuatro se mantienen presionando en la línea de scrimmage. Es una formación que normalmente solo se usa en los últimos minutos, para defender un posible drive ganador del rival. Se sacrifica presión al quarterback y el pase corto interior con el objetivo de evitar pases larguísimos y, sobre todo, que los receptores puedan salir del campo y parar el reloj. La idea es ir retrocediendo poco a poco para obligar al rival a consumir todo el tiempo restante antes de llegar a la zona de anotación.

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La realidad es mucho más cruda. Las defensas en prevent cada vez tienen menos éxito. Normalmente, después del segundo primer down, los defensas van acumulando cansancio, al verse obligados a moverse en un espacio muy grande, y van a remolque. Además, también suelen tener problemas para evitar que los receptores salgan del campo pese a que ese es uno de los objetivos. Por último, es muy habitual que terminen atropellados por un ataque que se anima más y más viendo la facilidad con la que consigue cabalgar.

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Además, los ataques han ido desarrollando un sistema específico para desarbolar las defensas ‘prevent’. Se conoce como ‘two-minute drill’, u ofensiva de los dos minutos. Resumiendo, es un ataque sin reunión, diseñado para atravesar el campo en menos de diez jugadas (en función de los segundos restantes y los tiempos muertos que le queden al equipo). Lo normal es que busquen que los receptores salgan del campo para detener el reloj, pero también puede funcionar a base de pases centrados mientras todo el ataque corre por el emparrillado para volver a colocarse en formación lo más rápido posible. Desde hace muchos años, la última actividad de cada entrenamiento de un equipo profesional de la NFL es ejecutar un ‘two-minute drill’ mientras la defensa intenta pararlo como sea. Es un ejercicio que se desarrolla como si se tratara de un partido de verdad. Insisto, todos los equipos lo entrenan en el postre de cada sesión. Por eso, es la serie que mejor preparada tienen todas las plantillas. La pueden ejecutar casi con los ojos cerrados. A los entrenadores les preocupa incluso más que la serie con la que abrirán el siguiente partido, quizá la otra sucesión de jugadas más entrenada durante una semana.

Volvemos a la pregunta ¿Entonces, por qué esa manía de ponerse en prevent? Resulta curioso que los entrenadores, después de tantos años, sigan cayendo en la misma trampa que, una vez tras otra, termina inevitablemente en derrota. Pero tal vez sea explicable si de verdad dedican tantas horas a preparar el ataque de los ‘dos minutos’ y a buscar como defenderlo en cada entrenamiento. Creo que casi todos los técnicos han llegado a la conclusión de que es un mal menor. A esas alturas del partido las defensas ya están muy cansadas. La presión al QB rival no llega con la eficacia de los primeros cuartos, los blitzs son muy peligrosos, porque crean grandes agujeros en la secundaria y eso abre la puerta a grandes jugadas. Además, el rival no tiene nada que perder y arriesga más que en ningún otro momento. Cada vez vemos más equipos que intentan ser fieles a su estilo incluso en los últimos minutos. Que presionan al quarterback y prefieren morir matando que con las manos en alto. Pero eso no es garantía de éxito. Si un ‘two minute drill’ está bien ejecutado y evita los sacks (su mayor problema) tiene muchas posibilidades de avasallar. Y más sabiendo que siempre se puede recurrir al cuarto down si es necesario. Antes era un sistema que solo eran capaces de poner en marcha con éxito los mejores quarterbacks de la Liga, pero a estas alturas cualquiera te la puede liar en un pim-pam-pum.

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Este fin de semana hemos visto a algunos equipos morir en prevent, como los Vikings, que en una decisión que me parece insensata, le dieron a Romo 2:44 minutos para atravesarse el campo. Vale, es verdad, siempre estamos haciendo bromas sobre las fatalidades de Romo en los instantes finales, pero eso no quita que sea uno de los mejores pistoleros de la NFL. La serie final de los Cowboys fue un auténtico paseo. A veces me pregunto si no sería mejor dejarse anotar de inmediato para provocar que sea el rival quien se ponga a su vez en prevent.

Otros que fueron incapaces de sobrevivir en prevent fueron los Bengals. A falta de 1:24 para el final del último cuarto, intentaron ser agresivos y consiguieron un sack sobre Tannehill, que necesitaba llegar a distancia de field goal para empatar el partido. Los de Cincinnati se dieron por satisfechos tras lograr el placaje y pensaron que un 2º down y 17 era un seguro de vida que les permitía ganar si cubrían el pase. Ni de lejos. El field goal llegó a falta de 16 segundos y en el tiempo extra se impusieron los Dolphins gracias a un sack.

El domingo también vimos valientes que tomaron decisiones complicadas cuando muchos otros hubieran caído en la trampa del prevent. Los Browns estaban a falta de 3:12 en 4º y uno dentro de su yarda 43. Ganaban por tres puntos. La mayoría de los equipos hubiera despejado. Ellos se arriesgaron, consiguieron un primer down, se comieron el reloj, anotaron otro field goal y cerraron el partido. Cada vez me estoy volviendo más entusiasta de Rob Chudzinski. Contra viento y marea está tomando decisiones difíciles, tanto en el vestuario como en el campo, y los Browns, con todas sus limitaciones, son un equipo con enjundia. Un bloque difícil de franquear en defensa y con un ataque práctico y eficaz a pesar de los pesares. Ese cuarto down demuestra seguridad, fe, y confianza en que están caminando por el camino correcto. Chudzinski merece ser tenido en cuenta como entrenador del año.

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Los Buccaneers no se atrevieron a tomar una decisión similar, aunque en su caso era un 4ª y 8 en la yarda 45, a falta de 25 segundos. Con un récord 0-7 tienes muy poco que ganar y con el giro que había dado el partido, los de Tampa hubieran necesitado un milagro para tener éxito en el tiempo extra. Yo creo que debieron jugarse el todo por el todo en ese cuarto down y, con tiempos muertos aún disponibles, intentar llegar a distancia de field goal. Si salía mal, quizá habrían perdido sin necesidad de tiempo extra, pero un éxito en una jugada de riesgo podría haberle dado la vuelta a un vestuario que necesita urgentemente recuperar la autoestima.

El caso flagrante del domingo lo protagonizaron los Chargers. Durante todo el partido fueron muy inferiores a los Redskins, pero, por un milagro inexplicable, a falta de 21 segundos se encontraban a una yarda del triunfo y con cuatro downs por delante. Un field goal les aseguraba la prórroga y un touchdown la victoria. Los de San Diego fueron conformistas desde el primer down. Daba la sensación de que les valía con llegar a la prórroga. Lo que más les preocupó en los primeros tres intentos fue darle tiempo a Novak para intentar el field goal del empate. Yo creo que se equivocaron. El football es ambición… y engaño. Creo que, si de verdad lo hubieran planteado como un todo o nada, los Chargers hubieran ganado. Y también creo que debieron jugarse el todo por el todo en ese último down. Visto lo que había sucedido desde el primer minuto de partido, parecía imposible que San Diego pudiera atravesarse el campo en un drive de la victoria en el tiempo extra. Los Redskins, en cambio, parecían capaces de llevarse por delante a sus rivales sin problemas, como así sucedió. La mejor oportunidad de San Diego estaba ahí, en la yarda uno. Había que aprovecharla o morir en el intento. Eso es deporte y ambición, el resto, conformismo que lleva a la derrota.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl