Quien no arriesga, no gana
Pero esos objetivos que merecen la pena no solo requieren de un esfuerzo constante. Todos ellos conllevan un riesgo. Enfocarse en algo implica desenfocarse en muchas otras cosas. Al final, la vida es casi un trabajo de equilibrismo, en la que a veces hay que dejar caer algunos de los platos que dan vueltas sobre su vara, para que otros más importantes sigan bailando u otros diferentes ocupen su sitio. Si nos cansamos de hacerlos rodar, y nos dejamos llevar, la vida termina por convertirse en un camino gris, sin ilusiones. Y como el ser humano tiene una tendencia natural a complicarse la vida, si dejamos de tener objetivos claros, lo normal es que terminemos por liarnos con soluciones fáciles que, muy probablemente, terminarán por destrozarnos.
Creo que en un equipo de la NFL, o de cualquier deporte, sucede algo similar. Y en esta semana llena de sorpresas, finales apretados y emociones fuertes, he visto muchos equipos convertidos en el vivo retrato de la vida misma. Algunos fueron conformistas, otros buscaron el camino más fácil, y unos pocos no cejaron en su empeño hasta conseguir ganar.
Por si alguno no lo sabe, la defensa ‘prevent’ es una formación en la que siete jugadores se sitúan en defensa de pase y solo cuatro se mantienen presionando en la línea de scrimmage. Es una formación que normalmente solo se usa en los últimos minutos, para defender un posible drive ganador del rival. Se sacrifica presión al quarterback y el pase corto interior con el objetivo de evitar pases larguísimos y, sobre todo, que los receptores puedan salir del campo y parar el reloj. La idea es ir retrocediendo poco a poco para obligar al rival a consumir todo el tiempo restante antes de llegar a la zona de anotación.
La realidad es mucho más cruda. Las defensas en prevent cada vez tienen menos éxito. Normalmente, después del segundo primer down, los defensas van acumulando cansancio, al verse obligados a moverse en un espacio muy grande, y van a remolque. Además, también suelen tener problemas para evitar que los receptores salgan del campo pese a que ese es uno de los objetivos. Por último, es muy habitual que terminen atropellados por un ataque que se anima más y más viendo la facilidad con la que consigue cabalgar.
Volvemos a la pregunta ¿Entonces, por qué esa manía de ponerse en prevent? Resulta curioso que los entrenadores, después de tantos años, sigan cayendo en la misma trampa que, una vez tras otra, termina inevitablemente en derrota. Pero tal vez sea explicable si de verdad dedican tantas horas a preparar el ataque de los ‘dos minutos’ y a buscar como defenderlo en cada entrenamiento. Creo que casi todos los técnicos han llegado a la conclusión de que es un mal menor. A esas alturas del partido las defensas ya están muy cansadas. La presión al QB rival no llega con la eficacia de los primeros cuartos, los blitzs son muy peligrosos, porque crean grandes agujeros en la secundaria y eso abre la puerta a grandes jugadas. Además, el rival no tiene nada que perder y arriesga más que en ningún otro momento. Cada vez vemos más equipos que intentan ser fieles a su estilo incluso en los últimos minutos. Que presionan al quarterback y prefieren morir matando que con las manos en alto. Pero eso no es garantía de éxito. Si un ‘two minute drill’ está bien ejecutado y evita los sacks (su mayor problema) tiene muchas posibilidades de avasallar. Y más sabiendo que siempre se puede recurrir al cuarto down si es necesario. Antes era un sistema que solo eran capaces de poner en marcha con éxito los mejores quarterbacks de la Liga, pero a estas alturas cualquiera te la puede liar en un pim-pam-pum.
Otros que fueron incapaces de sobrevivir en prevent fueron los Bengals. A falta de 1:24 para el final del último cuarto, intentaron ser agresivos y consiguieron un sack sobre Tannehill, que necesitaba llegar a distancia de field goal para empatar el partido. Los de Cincinnati se dieron por satisfechos tras lograr el placaje y pensaron que un 2º down y 17 era un seguro de vida que les permitía ganar si cubrían el pase. Ni de lejos. El field goal llegó a falta de 16 segundos y en el tiempo extra se impusieron los Dolphins gracias a un sack.
El domingo también vimos valientes que tomaron decisiones complicadas cuando muchos otros hubieran caído en la trampa del prevent. Los Browns estaban a falta de 3:12 en 4º y uno dentro de su yarda 43. Ganaban por tres puntos. La mayoría de los equipos hubiera despejado. Ellos se arriesgaron, consiguieron un primer down, se comieron el reloj, anotaron otro field goal y cerraron el partido. Cada vez me estoy volviendo más entusiasta de Rob Chudzinski. Contra viento y marea está tomando decisiones difíciles, tanto en el vestuario como en el campo, y los Browns, con todas sus limitaciones, son un equipo con enjundia. Un bloque difícil de franquear en defensa y con un ataque práctico y eficaz a pesar de los pesares. Ese cuarto down demuestra seguridad, fe, y confianza en que están caminando por el camino correcto. Chudzinski merece ser tenido en cuenta como entrenador del año.
El caso flagrante del domingo lo protagonizaron los Chargers. Durante todo el partido fueron muy inferiores a los Redskins, pero, por un milagro inexplicable, a falta de 21 segundos se encontraban a una yarda del triunfo y con cuatro downs por delante. Un field goal les aseguraba la prórroga y un touchdown la victoria. Los de San Diego fueron conformistas desde el primer down. Daba la sensación de que les valía con llegar a la prórroga. Lo que más les preocupó en los primeros tres intentos fue darle tiempo a Novak para intentar el field goal del empate. Yo creo que se equivocaron. El football es ambición… y engaño. Creo que, si de verdad lo hubieran planteado como un todo o nada, los Chargers hubieran ganado. Y también creo que debieron jugarse el todo por el todo en ese último down. Visto lo que había sucedido desde el primer minuto de partido, parecía imposible que San Diego pudiera atravesarse el campo en un drive de la victoria en el tiempo extra. Los Redskins, en cambio, parecían capaces de llevarse por delante a sus rivales sin problemas, como así sucedió. La mejor oportunidad de San Diego estaba ahí, en la yarda uno. Había que aprovecharla o morir en el intento. Eso es deporte y ambición, el resto, conformismo que lleva a la derrota.
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