Una imagen, una frase (semana 8)
La única batalla igualada del partido, estuvo entre Steve Smith y Darrelle Revis. Cam Newton volvió a jugar casi a placer, los Bucs abandonaron el ataque terrestre, y Glennon, en una actuación meritoria, no pudo hacer más que maquillar un resultado que pudo ser más abultado si los Panthers se hubieran puesto en serio a ello. Cada vez es más factible que dos equipos culminen una temporada imperfecta, y que los dos estén en Florida. Un lamentable hito histórico que podría terminar con un “tú a Londres y yo a Los Ángeles”.
Todos los años hay tres o cuatro partidos en los que Drew Bress parece, definitivamente, un extraterrestre. El del domingo ante los Bills fue uno de ellos. No se puede jugar mejor. Y eso que, aunque parezca una temeridad decirlo después de que encajara 35 yardas, la defensa de los Bills hizo un partido muy serio y complicó mucho el trabajo al QB local. Thad Lewis miraba hacia las gradas de tanto en tanto con la misma cara de asombro e incredulidad que tenía Máximo en ‘Gladiator’ la primera vez que entraba en el Circo Romano. Solo faltó que un león le mordiera el culo, aunque por el camino se llevó 4 sacks y una intercepción de recuerdo.
Los Chiefs siguen ganando por inercia, pero esta vez pasaron apuros de verdad. Cada vez se echa más de menos esa quinta marcha que no tiene Alex Smith, y en cuanto falló la presión sobre el QB rival (un sack en todo el partido), el castillo estuvo a punto de desmoronarse. Los Browns, sin juego de carrera y con Campbell repartiendo juego con seguridad entre Josh Gordon y Cameron, estuvieron muy cerquita de adelantar la cena anual del equipo perfecto de Miami.
Mañana mismo tiro a la basura mi casco de los Jaguars y me compro uno de los Lions. ¡Qué despelote! ¡Si es que desde hace tres años hay pocas cosas más divertidas que ver jugar a los Lions! Siempre hay jugadas espectaculares a go-go, errores garrafales de los que hacen que te lleves las manos a la cabeza, emoción a raudales y altísimas dosis de adrenalina. Yo no me pierdo un partido de ellos sin importarme el rival. Es caso es que Megatrón, con 329, se quedó a 7 del récord histórico de yardas en un partido; Dez Bryant, con un ataque de cuernos mayúsculo, se pasó medio partido gritando “¡¡¡¡DAME EL BALÓN!!!!” primero a Romo y luego a todo el que se le acercaba; los Lions tenían el partido perdido a falta de un minuto para el final y, no me preguntéis cómo, consiguieron ganarlo… Ah, olvidaba que enfrente estaba Dallas, el equipo que inventa maneras imposibles de perder. Y como conclusión, las acciones de Detroit comienzan a subir como la espuma en el mercado y los Cowboys sienten el aliento de los Giants más cerca de lo que habían imaginado.
Antes de nada, agradezco a Yesares su interesante reflexión (en los comentarios de los resúmenes de la jornada) sobre los castigos de Belichick y, sobre todo, sobre la lesión en la mano de Brady, que explica la horrible actuación del QB en la segunda mitad contra los Jets y en la primera ante Miami. Hasta tal punto, que el público de Foxboro abucheó a su equipo, algo que no se veía por esos lares desde los tiempos de Carroll. Los Dolphins, que parecían tener el partido sentenciado en el descanso, se colapsaron ante los ajustes de Belichick y los desajustes de Tanehill. Vollmer, una baja más para toda la temporada en el vestuario de Boston.
Con Vick jugando manifiestamente cojo, y tan patoso como el año pasado, el ‘Chip way of live’ se convirtió en una triste caricatura. Los Giants, por segunda semana consecutiva, encuentran rivales con incluso más fiebre que ellos. No es una utopía que, por el camino, vayan recuperando la salud e incluso el camino hacia postemporada. Que después de tanto palo y tanto cachondeo, solo están a dos victorias del título divisional y los Cowboys ya han demostrado una capacidad casi mágica para perder cuando parece imposible. La mejor noticia para los Giants fue que Eli no solo terminó sin intercepciones, sino que a ratos volvió a jugar a gusto y confiado.
El público europeo es santo. Llenó Wembley para ver a los 49ers jugar contra ‘eso’. ‘Eso’ era el presunto equipo local. Kaepernick lanzó 16 pases, completó diez, y los Niners hubieran ganado aunque no hubiera completado ninguno. Solo una consideración. Si Goodell sueña con llevar una franquicia a Londres, tendrá que asumir que el santo público europeo irá con cualquier equipo clásico antes que con el local que se inventen en las oficinas de la NFL.
El domingo sucedieron dos cosas buenísimas para los Bengals. La primera es que Dalton jugó un partido extraordinario, y confirmó que después de un arranque gris de temporada, se parece cada vez más al líder que auguran todos los aficionados de Cinncinati. La segunda es que Marvin Jones ha irrumpido en la NFL para quedarse y sus descomunales cuatro touchdowns solo son la confirmación de un tipo que lleva varias semanas llamando a la puerta. AJ Green ya tiene el complemento perfecto para volver locas a las mejores secundarias. También hay noticias malas: Maualuga se perderá tres o cuatro semanas y Gio Bernard sigue de vacaciones. Los Jets, con Geno Smith inoperante, y la defensa desaparecida, se escondieron bajo el paraguas a esperar que escampara.
Mediado el primer cuarto, el partido parecía sentenciado. 14-0 y los Steelers todavía no se habían bajado del autobús. Pero lo cierto es que Pryor se dejó toda la inspiración en su histórica carrera de 93 yardas para touchdown (que destroza una marca de la liga para QBs y de los Raiders para cualquier posición), McFadden volvió a parecer lento y apático pese a sus dos touchdowns y si la cosa dura cinco minutos mas, muy probablemente habría acabado en drama.
Hubo un momento en que no sabía muy bien si estaba viendo a los Cardinals o al telón de Acero de los Steelers reencarnado. Para empezar destruyeron la inoperante línea ofensiva de Atlanta, luego se aseguraron de que el ataque terrestre no existíera y, ya tranquilos, se dedicaron a cubrir a los receptores de circunstancias de los Falcons, incapaces de despegarse un milímetro de sus marcas. Para colmo, la defensa de Atlanta no existe. Las cuatro intercepciones de Ryan fueron el grito de desesperación de un equipo que se desmorona. Entre Ellington, corriendo a placer, y un Palmer que fue a más pasando, los de Arizona se dieron un festín sin despeinarse.
El marcador no refleja los problemas que pasaron los Broncos antes del descanso. Los Redskins llegaron a estar 7-21 arriba y Peyton era irreconocible entre fumbles e intercepciones. En la segunda mitad, la defensa de Washington volvió a ser ella misma y RGIII siguió demostrando que ha perdido la frescura del año pasado e incluso dio un susto con su rodilla. Ahora, todo el mundo se pregunta si los Broncos, y sobre todo Manning, serán capaces de aguantar el tirón hasta febrero o solo es una mala racha pasajera.
Prometo no volver a meterme (mucho) con Ponder. Y en este caso no me refiero al resultado ni a su rendimiento. Simplemente, volvimos a ver jugar a los Vikings. Con sus virtudes y sus defectos, sí, pero recuperando el alma que habían perdido. Los Packers, que llevan toda la temporada bajo el radar tras su derrota ante los 49ers, cada domingo parecen más sólidos. Ahora todas las defensas se preguntan lo mismo ¿Qué hacemos, defender el pase de la bestia Rodgers o la carrera de la bestia Lacy? Y mientras se deciden, les cae la del pulpo.
Quedaban cuatro segundos, los Rams estaban en la yarda uno para ganar el partido y lo perdieron. Por el camino, habían fallado un field goal de 50 yardas, apaleado a Wilson que sufrió siete sacks, frenado en seco a un Lynch que estuvo desaparecido, destrozado a sus rivales por tierra con Zac Stacy… incluso Kellen Clemens, que tuvo un arranque horrible con dos intercepciones, terminó jugando una segunda mitad aseadita. Definitivamente, los Rams se transforman en un gran equipo en los duelos divisionales. ¿Entonces, por qué ganaron los Seahawks, empeñados en cometer penalizaciones y dormidos todo el partido? Quizá el problema estuviera en una mala selección de jugadas en las cinco oportunidades dentro de la yarda seis que tuvieron los Rams en el último minuto, pero la razón última es que, por lo que sea, en casa del rico la moneda casi siempre cae de cara, y en la del pobre la cruz es la carga de cada día.