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Canal+ (semana 7) y ¿quién no sabía que practicar football es peligroso?

Mariano Tovar

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El pasado domingo, en este blog apareció un artículo de 555, presidido por un documental ‘League of Denial’ que ha conmocionado los estamentos de la NFL y el mundo del deporte en EEUU. Hasta ahora he estado atento a vuestras reacciones, pero hoy os quería contar mi punto de vista sobre lo que cuenta el documental.

Pero antes de empezar, la programación de Canal+

Domingo

Eagles-Cowboys 19:00 directo (Sportmanía y Canal+ Deportes 2 HD).

Chiefs-Texans 22:25 directo (Canal+ Deportes y Canal+ Deportes HD).

Colts-Broncos 02:30 directo V.O. (Sportmanía y Canal+ Deportes 2 HD).

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Lunes

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Colts-Broncos 21:00 diferido (Canal+ Deportes y Canal+ Deportes HD).

Giants-Vikings 02:40 directo (Canal+ Deportes y Canal+ Deportes HD). 

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También podéis encontrar la programación actualizada en http://www.canalplus.es/NFL/

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Antes de seguir, os aviso: este artículo, como todos los de los jueves, estará ilustrado con imágenes de cheerleaders. Es una costumbre del blog y me gusta, pese a que el tema tratado no tenga mucho que ver con ellas. Así que nadie se sorprenda por el choque de contenidos, quizá un tanto extremo. Y otro aviso, este artículo será más largo de lo habitual.

Para empezar, quiero aclarar que aquí nadie se chupa el dedo. Ninguno de nosotros necesitaba un documental para saber que el football americano es un deporte de riesgo y que su práctica puede provocar lesiones graves. Para saber eso no hace falta ningún documental. Es suficiente con ver un partido con el volumen puesto. Ni siquiera es necesario mirar el monitor. Con escuchar el sonido de los golpes uno se hace idea de que muy sanos no pueden ser. Pero el documental no habla de eso en ningún momento. No es el tema a tratar y ni siquiera forma parte del hilo argumental.

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En realidad, el problema no se reduce al football americano. Prácticamente la totalidad de los deportes son malos para la salud si se practican de forma profesional. La búsqueda de los límites físicos no es sana. Cada deporte, según sus características, produce unas secuelas. La cuestión es que en la mayoría de los casos esas secuelas no impiden llevar una vida normal y, aunque puedan acarrear trastornos crónicos más o menos molestos, en muy pocos casos son enfermedades que puedan ocasionar la muerte, y menos en un plazo de tiempo relativamente corto.

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Y ya puestos a generalizar, hay infinidad de profesiones que no tienen nada que ver con el deporte y que también provocan secuelas en los que se dedican a ellas. Tanto físicas como psicológicas. Toda actividad humana tiene su riesgo pero, sin duda, la práctica del football americano está muy cerca de la cima en la pirámide de profesiones peligrosas.

Algunos ponéis el ejemplo de los trabajadores de la mina, en contraposición a los jugadores de la NFL. Vale, es verdad, hay profesiones más peligrosas y peor pagadas que la práctica del football profesional, pero también creo que no muchas. Si comparamos la vida de un minero de hace un siglo con la de un jugador de la NFL hoy en día, el minero sale claramente perdiendo, pero es posible que las medidas de seguridad con las que trabaja un minero actual en el mundo occidental tal vez las quisiera para si un jugador de la NFL. Con esto quiero decir que las comparaciones, aunque no tienen por qué ser odiosas, si que merecen ser matizadas y explicadas con cuidado.

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Desde hace algunos años, no demasiados, son cada vez más habituales las noticias de que antiguas estrellas de la NFL mueren prematuramente tras unos últimos años terribles, en los que termina dementes, arruinados, indigentes y abandonados por sus familias. En los últimos dos años, también empiezan a llegar con regularidad noticias de exjugadores que se suicidan con un tiro en el pecho en vez de en la cabeza, para dejar su cerebro intacto y que pueda ser estudiado. Por tanto, ni siquiera en ese asunto es novedoso el documental. Habla de una enfermedad, el CTE (encefalopatía traumática crónica), que todos los que seguimos la NFL con regularidad hemos incorporado a nuestro vocabulario hace tiempo.

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En este blog hemos mantenido debates encendidísimos en los que hemos criticado los cambios reglamentarios de la NFL que estaban desvirtuando el juego y convirtiéndolo en la National Flag League (para los más novatos, el ‘flag’ es una modalidad de football americano en la que no hay contacto). La NFL ha hecho todos esos cambios en el reglamento para intentar reducir la brutalidad de los golpes y las lesiones. Todo esto también era conocido. Tampoco necesitábamos un documental para saber lo que es vox populi: posiblemente haya una relación entre la práctica del football americano y el desarrollo de una enfermedad tan terrible como el CTE.

Lo tremendo del documental, lo que de verdad nos ha dejado boquiabiertos a los que seguimos el football americano con intensidad enfermiza, es que expone, de forma palmaria y difícilmente rebatible, el esfuerzo de la NFL, desde hace ya muchos años, por quitar importancia al problema e intentar diluirlo, dificultando el trabajo de quienes pretenden investigarlo. Eso es lo que, al menos a mí, me ha dejado impactado. Ver cómo la NFL ha podido actuar como una corporación en la que primaba de una manera tan radical el interés comercial sobre las secuelas horribles que podían estar sufriendo sus empleados.

Algunos decís que es un documental sesgado. Yo creo que por supuesto intenta exponer una tesis, pero la defiende con argumentos muy sólidos. Creo que es innegable que la NFL, al menos hasta la muerte de Junior Seau, hizo todo lo posible para ocultar la posible relación entre el CTE y la práctica del football. Como queda muy bien explicado, a partir de un momento, que casi coincide cronológicamente con la muerte del mítico linebacker de los Chargers, la NFL decide capitanear la investigación del problema, e incluso hace público que Seau padecía CTE después de que los investigadores pagados por la NFL lo confirmaran.

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Se pueden poner todos los ‘peros’ que queráis. Pero ni vosotros ni yo nos chupamos el dedo, como os decía en los primeros párrafos. Estoy absolutamente seguro de que la NFL ha estado dinamitando la investigación durante años. El documental solo ha confirmado algo que ya imaginaba. Y como tampoco nos chuparemos el dedo en el futuro, vosotros y yo sospechamos que intentar acaparar las futuras investigaciones sobre las secuelas cerebrales de exjugadores de la NFL, apartando a las personas que realizaron los estudios hasta ahora, huele fatal. Es verdad que la NFL ha decidido invertir cantidades ingentes de dinero en el asunto, pero eso no asegura una investigación seria y transparente. Información es poder. Si la NFL es la que investiga y la que llega a conclusiones, las utilizará siempre en su interés como empresa. Hay que ser muy ingenuo para creer que las divulgará si cree que pueden perjudicar a su negocio. Pero oye, quizá el problema sea que yo soy muy mal pensado y en realidad Goodell es una monja ursulina a la que le preocupa más la salud de sus jugadores que de su negocio. Y en este párrafo yo soy incluso más duro que el documental, que aunque critica que la NFL intente monopolizar la investigación, deja abierta la puerta a la esperanza de que haya de verdad un cambio de política.

Así que, en realidad, el documental es duro por su crudeza. No cuenta nada realmente nuevo, que no hayamos leído aunque sea en diagonal en algún momento, o no hayamos sospechado. Simplemente lo ordena, lo limpia de aditivos, y presenta el problema tal como es. Ni siquiera rebate con fiereza los argumentos de la NFL. La liga sigue diciendo que aún no hay una certeza científica de que la práctica del football sea la causa directa del desarrollo de enfermedades cerebrales. Los responsables de las investigaciones realizadas hasta el momento dicen lo mismo. Por ahora solo son indicios y conjeturas, pero hace falta una investigación más profunda y más muestras para llegar a conclusiones inamovibles. Eso sí, también insisten en que si ha aparecido CTE en 45 de los 46 cerebros analizados, lo lógico sería encender la luz de alarma y empezar a buscar soluciones, porque lo más probable es que haya un problema.

Siempre me ha hecho gracia el asunto de las cifras en el mundo actual. Cuando políticamente o empresarialmente interesa, una cifra pequeña es suficiente argumento para tomar decisiones drásticas sin necesidad de investigaciones ulteriores. Cuando no interesa, ni la certeza de cientos de miles de casos es suficiente para mover una maquinaria. Algunos países han declarado estados de alerta, y han cambiado leyes, con menos casos de fallecimiento que los 45 que hay documentados en la relación entre CTE y la práctica del football. Pero esa es una opinión mía que poco tiene que ver con el tema que tratamos.

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Lo que está claro es que la NFL tiene un problema. No creo que sea judicial. Antes del arranque de la temporada llegó a un acuerdo con alrededor de 4.500 demandantes que decían sufrir secuelas de las que nadie les había avisado tras abandonar la práctica del football. Algunos ironizáis sobre esas demandas, diciendo que no era muy difícil saber que jugar al football provocaba efectos nocivos. Vale, pero ninguno de ellos se queja de esas secuelas ‘conocidas’, sino de enfermedades cerebrales que la NFL, como cuenta el documental, negó rotundamente y durante años que tuvieran su origen en la práctica del deporte. También os digo que dudo mucho que todos esos miles de exjugadores hayan sufrido esas secuelas en su cerebro. Supongo que muchos de ellos se han subido al carro de la demanda para ver si había suerte y les caía un aguinaldo. La NFL, muy hábilmente, ha pagado a todos para asegurar su silencio, pero preocupándose muy mucho de no claudicar diciendo que la CTE tiene su origen en la actividad deportiva. Por ahora, simplemente se limita a decir que no hay una certeza científica, aunque a alguno de los empleados de la NFL se le pueda haber escapado sin querer (como cuenta el documental) que las meigas no existen pero haberlas hailas.

Resuelto el problema judicial, creo que la NFL teme sobre todo el problema social. Que en la opinión pública se extienda la sensación de que el football es un deporte que puede matar. Que las madres no vean con buenos ojos que sus hijos jueguen al football. En realidad, el problema queda casi reducido a eso, que el football se resienta en sus bases, que cada vez menos niños lo practiquen y que eso traiga como consecuencia una disminución de su popularidad. La mayoría sigue deportes con los que se identifica. Si la percepción social es que la NFL puede ser una máquina de picar carne, habrá un rechazo que repercutirá en su popularidad, audiencia y seguimiento a todos los niveles. Eso es lo que preocupa a la NFL y ahí es, de hecho, donde están dando la batalla.

Justo en la misma semana en que se estrenó el documental ‘League of Denial’, Roger Goodell, nuestro querido comisionado, nos escribió una carta a todos los que estamos dados de alta en NFL.com o en el Game Pass, para explicarnos que él, personalmente, no duerme por las noche de lo preocupado que está por la salud de los jugadores (es ironía). Que la NFL está empeñada en la cruzada de que la salud sea el primer mandamiento de este deporte, y que se está planteando muy seriamente convertirse en Papa Noel y llevar regalos estas Navidades a todos los niños del mundo (otra vez ironía). La actual campaña publicitaria de la NFL es una especie de encuesta multitudinaria en la que todo el mundo mundial explica públicamente por qué está perdidamente enamorado del football americano. Miles de argumentos salen del corazón para sepultar a los pesados que se quejan de que los cerebros se convierten en yogurt. Por supuesto, muchas figuras públicas afirman que lo mejor que les ha pasado es que sus hijos jueguen al football americano.

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Y mirad, yo tengo cientos de miles de argumentos para estar perdidamente enamorado de la NFL, pero cuando el domingo vi cómo Amendola se quedaba tieso, me dio un vuelco el corazón, tal vez porque el documental de marras me haya dejado tocado, y necesite un tiempo de descompresión para volver a presenciar golpes terribles con indiferencia, o incluso con un subidón de adrenalina como antaño.

Yo siempre he sido muy cínico, hasta el punto de llegar a ofenderos con artículos muy crudos, como aquél que titulé el año pasado como ‘El público es soberano’ en el que decía algo que sigo pensando: aunque sea una vileza (que lo es), el público tiene todo el derecho del mundo, y una tendencia natural, a alegrarse de que un jugador acabe de sufrir una conmoción cerebral, porque eso significará que abandonará el partido. Y eso, que parece una burrada, me parece una realidad de la que solo se libra una minoría especialmente sensible y próxima a la santidad, en una sociedad cada vez más egoista y deshumanizada, donde los valores son permanentemente relativizados. De hecho, lo ocurrido el año pasado con Cassel ha vuelto a pasar este domingo con Schaub en el estadio de los Texans. A la casi totalidad de los aficionados de la NFL les importan un pimiento, más allá de la impresión del primer instante, las lesiones de los jugadores sean del tipo que sean. Su primera preocupación no es la propia salud del afectado, sino la de su equipo. Enseguida, en las mismas gradas, nada más salir el jugador en camilla, se abre el debate sobre quién será el sustituto y si puede garantizar que el puesto esté bien cubierto. La segunda preocupación es en cuantas semanas estará listo el afectado para volver, que es algo muy diferente que preocuparse por su salud. Cualquier lesión, por muy grave que sea, pasa a la historia después de dos o tres snaps y nadie pierde el sueño, ni se acerca al hospital para interesarse por la salud del afectado, si ve a un jugador perder el casco y empotrarse la cabeza contra lo que sea. La NFL, como cualquier otro deporte, es una evasión de la realidad para el espectador, algo que se contempla desde la distancia y con una implicación afectiva que casi nunca va más allá de unos colores o de unos jugadores favoritos. Y que nadie piense que lo dicho en este párrafo me parezca bien. Simplemente constato una realidad como creo que es y en toda su crudeza.

El párrafo anterior, por mucho que pueda ofender a la sensibilidad de muchos de vosotros, y os haga creer que soy un tipo sin alma, es una realidad que la NFL conoce, tiene muy estudiada y explota al máximo. La CTE nos importa bastante poco. Ninguno de vosotros, ni yo, dejó de ver la última semana de la NFL como consecuencia de los remordimientos provocados por visionado del documental, que se ha convertido en un producto más de consumo aunque con un fondo que deja un regusto amargo.

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Incluso os diría que si se llegara a la certeza imaginaria de que todos los jugadores profesionales de la NFL morirán inevitablemente el día que cumplan 50 años tras muchos meses de dolor y sufrimiento, habría miles de jóvenes dispuestos a pagar ese peaje. Un chaval con veintipico años se cree indestructible y piensa que ha llegado al mundo para arreglarlo primero y comérselo después, que lo que les sucede a los demás jamás le pasará a él. Bueno, hay algunos jóvenes que maduran muy deprisa, pero lo normal es que un tipo que ha sido elegido en el draft piense que él es diferente, que jamás desarrollará ninguna de esas enfermedades impronunciables, y le importará un pimiento que le cuenten lo que sea. Él es superman y lo puede todo. Todos los que habéis sobrepasado esa edad, en algún momento os habéis sentido superman y sabéis de lo que os estoy hablando. Y si a eso le juntamos que lo que se cuenta en decenas de películas es real, y que el football en EEUU tiene su cantera principalmente en el entorno rural, y es la puerta de salida al mundo para muchos jóvenes cuyo futuro promete ser bastante gris, estoy seguro de que muchísima gente firmaría gustosamente jugar en la NFL, y pasar unos cuantos años sintiéndose el centro del mundo, viviendo a cuerpo de rey aunque el final de la historia sea un cerebro licuado.

Eso es todo. Esas son mis conclusiones después de ver ‘League of Denial’. Estoy seguro de que el football irá reinventándose para salvar este escollo. Sería necesaria una epidemia, una lluvia incontrolada de suicidios, para que la NFL pierda el control de un problema que, por muy inhumano que parezca, por ahora solo le importa al que lo padece y sus más cercanos.

Así de crudo.

(Os vuelvo a dejar aquí el enlace al documental, por si alguno quiere aprovechar para verlo. Dura dos horas. Está en inglés con subtítulos en inglés, pero yo he entendido casi todo con mi inglés de bachillerato).

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl