Canal+ (semana 7) y ¿quién no sabía que practicar football es peligroso?
Pero antes de empezar, la programación de Canal+
Eagles-Cowboys 19:00 directo (Sportmanía y Canal+ Deportes 2 HD).
Chiefs-Texans 22:25 directo (Canal+ Deportes y Canal+ Deportes HD).
Colts-Broncos 02:30 directo V.O. (Sportmanía y Canal+ Deportes 2 HD).
Colts-Broncos 21:00 diferido (Canal+ Deportes y Canal+ Deportes HD).
Giants-Vikings 02:40 directo (Canal+ Deportes y Canal+ Deportes HD).
También podéis encontrar la programación actualizada en http://www.canalplus.es/NFL/
Para empezar, quiero aclarar que aquí nadie se chupa el dedo. Ninguno de nosotros necesitaba un documental para saber que el football americano es un deporte de riesgo y que su práctica puede provocar lesiones graves. Para saber eso no hace falta ningún documental. Es suficiente con ver un partido con el volumen puesto. Ni siquiera es necesario mirar el monitor. Con escuchar el sonido de los golpes uno se hace idea de que muy sanos no pueden ser. Pero el documental no habla de eso en ningún momento. No es el tema a tratar y ni siquiera forma parte del hilo argumental.
En realidad, el problema no se reduce al football americano. Prácticamente la totalidad de los deportes son malos para la salud si se practican de forma profesional. La búsqueda de los límites físicos no es sana. Cada deporte, según sus características, produce unas secuelas. La cuestión es que en la mayoría de los casos esas secuelas no impiden llevar una vida normal y, aunque puedan acarrear trastornos crónicos más o menos molestos, en muy pocos casos son enfermedades que puedan ocasionar la muerte, y menos en un plazo de tiempo relativamente corto.
Algunos ponéis el ejemplo de los trabajadores de la mina, en contraposición a los jugadores de la NFL. Vale, es verdad, hay profesiones más peligrosas y peor pagadas que la práctica del football profesional, pero también creo que no muchas. Si comparamos la vida de un minero de hace un siglo con la de un jugador de la NFL hoy en día, el minero sale claramente perdiendo, pero es posible que las medidas de seguridad con las que trabaja un minero actual en el mundo occidental tal vez las quisiera para si un jugador de la NFL. Con esto quiero decir que las comparaciones, aunque no tienen por qué ser odiosas, si que merecen ser matizadas y explicadas con cuidado.
Desde hace algunos años, no demasiados, son cada vez más habituales las noticias de que antiguas estrellas de la NFL mueren prematuramente tras unos últimos años terribles, en los que termina dementes, arruinados, indigentes y abandonados por sus familias. En los últimos dos años, también empiezan a llegar con regularidad noticias de exjugadores que se suicidan con un tiro en el pecho en vez de en la cabeza, para dejar su cerebro intacto y que pueda ser estudiado. Por tanto, ni siquiera en ese asunto es novedoso el documental. Habla de una enfermedad, el CTE (encefalopatía traumática crónica), que todos los que seguimos la NFL con regularidad hemos incorporado a nuestro vocabulario hace tiempo.
Lo tremendo del documental, lo que de verdad nos ha dejado boquiabiertos a los que seguimos el football americano con intensidad enfermiza, es que expone, de forma palmaria y difícilmente rebatible, el esfuerzo de la NFL, desde hace ya muchos años, por quitar importancia al problema e intentar diluirlo, dificultando el trabajo de quienes pretenden investigarlo. Eso es lo que, al menos a mí, me ha dejado impactado. Ver cómo la NFL ha podido actuar como una corporación en la que primaba de una manera tan radical el interés comercial sobre las secuelas horribles que podían estar sufriendo sus empleados.
Algunos decís que es un documental sesgado. Yo creo que por supuesto intenta exponer una tesis, pero la defiende con argumentos muy sólidos. Creo que es innegable que la NFL, al menos hasta la muerte de Junior Seau, hizo todo lo posible para ocultar la posible relación entre el CTE y la práctica del football. Como queda muy bien explicado, a partir de un momento, que casi coincide cronológicamente con la muerte del mítico linebacker de los Chargers, la NFL decide capitanear la investigación del problema, e incluso hace público que Seau padecía CTE después de que los investigadores pagados por la NFL lo confirmaran.
Así que, en realidad, el documental es duro por su crudeza. No cuenta nada realmente nuevo, que no hayamos leído aunque sea en diagonal en algún momento, o no hayamos sospechado. Simplemente lo ordena, lo limpia de aditivos, y presenta el problema tal como es. Ni siquiera rebate con fiereza los argumentos de la NFL. La liga sigue diciendo que aún no hay una certeza científica de que la práctica del football sea la causa directa del desarrollo de enfermedades cerebrales. Los responsables de las investigaciones realizadas hasta el momento dicen lo mismo. Por ahora solo son indicios y conjeturas, pero hace falta una investigación más profunda y más muestras para llegar a conclusiones inamovibles. Eso sí, también insisten en que si ha aparecido CTE en 45 de los 46 cerebros analizados, lo lógico sería encender la luz de alarma y empezar a buscar soluciones, porque lo más probable es que haya un problema.
Siempre me ha hecho gracia el asunto de las cifras en el mundo actual. Cuando políticamente o empresarialmente interesa, una cifra pequeña es suficiente argumento para tomar decisiones drásticas sin necesidad de investigaciones ulteriores. Cuando no interesa, ni la certeza de cientos de miles de casos es suficiente para mover una maquinaria. Algunos países han declarado estados de alerta, y han cambiado leyes, con menos casos de fallecimiento que los 45 que hay documentados en la relación entre CTE y la práctica del football. Pero esa es una opinión mía que poco tiene que ver con el tema que tratamos.
Resuelto el problema judicial, creo que la NFL teme sobre todo el problema social. Que en la opinión pública se extienda la sensación de que el football es un deporte que puede matar. Que las madres no vean con buenos ojos que sus hijos jueguen al football. En realidad, el problema queda casi reducido a eso, que el football se resienta en sus bases, que cada vez menos niños lo practiquen y que eso traiga como consecuencia una disminución de su popularidad. La mayoría sigue deportes con los que se identifica. Si la percepción social es que la NFL puede ser una máquina de picar carne, habrá un rechazo que repercutirá en su popularidad, audiencia y seguimiento a todos los niveles. Eso es lo que preocupa a la NFL y ahí es, de hecho, donde están dando la batalla.
Justo en la misma semana en que se estrenó el documental ‘League of Denial’, Roger Goodell, nuestro querido comisionado, nos escribió una carta a todos los que estamos dados de alta en NFL.com o en el Game Pass, para explicarnos que él, personalmente, no duerme por las noche de lo preocupado que está por la salud de los jugadores (es ironía). Que la NFL está empeñada en la cruzada de que la salud sea el primer mandamiento de este deporte, y que se está planteando muy seriamente convertirse en Papa Noel y llevar regalos estas Navidades a todos los niños del mundo (otra vez ironía). La actual campaña publicitaria de la NFL es una especie de encuesta multitudinaria en la que todo el mundo mundial explica públicamente por qué está perdidamente enamorado del football americano. Miles de argumentos salen del corazón para sepultar a los pesados que se quejan de que los cerebros se convierten en yogurt. Por supuesto, muchas figuras públicas afirman que lo mejor que les ha pasado es que sus hijos jueguen al football americano.
Yo siempre he sido muy cínico, hasta el punto de llegar a ofenderos con artículos muy crudos, como aquél que titulé el año pasado como ‘El público es soberano’ en el que decía algo que sigo pensando: aunque sea una vileza (que lo es), el público tiene todo el derecho del mundo, y una tendencia natural, a alegrarse de que un jugador acabe de sufrir una conmoción cerebral, porque eso significará que abandonará el partido. Y eso, que parece una burrada, me parece una realidad de la que solo se libra una minoría especialmente sensible y próxima a la santidad, en una sociedad cada vez más egoista y deshumanizada, donde los valores son permanentemente relativizados. De hecho, lo ocurrido el año pasado con Cassel ha vuelto a pasar este domingo con Schaub en el estadio de los Texans. A la casi totalidad de los aficionados de la NFL les importan un pimiento, más allá de la impresión del primer instante, las lesiones de los jugadores sean del tipo que sean. Su primera preocupación no es la propia salud del afectado, sino la de su equipo. Enseguida, en las mismas gradas, nada más salir el jugador en camilla, se abre el debate sobre quién será el sustituto y si puede garantizar que el puesto esté bien cubierto. La segunda preocupación es en cuantas semanas estará listo el afectado para volver, que es algo muy diferente que preocuparse por su salud. Cualquier lesión, por muy grave que sea, pasa a la historia después de dos o tres snaps y nadie pierde el sueño, ni se acerca al hospital para interesarse por la salud del afectado, si ve a un jugador perder el casco y empotrarse la cabeza contra lo que sea. La NFL, como cualquier otro deporte, es una evasión de la realidad para el espectador, algo que se contempla desde la distancia y con una implicación afectiva que casi nunca va más allá de unos colores o de unos jugadores favoritos. Y que nadie piense que lo dicho en este párrafo me parezca bien. Simplemente constato una realidad como creo que es y en toda su crudeza.
El párrafo anterior, por mucho que pueda ofender a la sensibilidad de muchos de vosotros, y os haga creer que soy un tipo sin alma, es una realidad que la NFL conoce, tiene muy estudiada y explota al máximo. La CTE nos importa bastante poco. Ninguno de vosotros, ni yo, dejó de ver la última semana de la NFL como consecuencia de los remordimientos provocados por visionado del documental, que se ha convertido en un producto más de consumo aunque con un fondo que deja un regusto amargo.
Eso es todo. Esas son mis conclusiones después de ver ‘League of Denial’. Estoy seguro de que el football irá reinventándose para salvar este escollo. Sería necesaria una epidemia, una lluvia incontrolada de suicidios, para que la NFL pierda el control de un problema que, por muy inhumano que parezca, por ahora solo le importa al que lo padece y sus más cercanos.
Así de crudo.
(Os vuelvo a dejar aquí el enlace al documental, por si alguno quiere aprovechar para verlo. Dura dos horas. Está en inglés con subtítulos en inglés, pero yo he entendido casi todo con mi inglés de bachillerato).
mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl