TRIBUNA LIBRE: Ucronías

"I think Gillman's Chargers would've done very well against the NFL champion Bears. That team could've won. It would've been a very interesting matchup between a space-age offense and a stone-age defense”
Steve Sabol
"I don't think those AFL teams (San Diego and Buffalo) could've beaten the NFL at that time. But I thought the AFL was ready to compete against the NFL by the time of the first Super Bowl.”

Weeb Ewbank

Raúl C. Cancio


Ahhhh! las ucronías, que inofensivo pero a la vez irresistible recurso literario, que permite plantearse situaciones irreales pero no inverosímiles sin sufrir sus consecuencias. La ucronía parte de lo que se denomina un punto Jonbar o acontecimiento singular y relevante que determina la historia futura. La trama en este tipo de relatos transcurre en un mundo desarrollado a partir de la premisa de que un acontecimiento extensamente conocido, significativo, o relevante en el ámbito universal sucedió de forma diferente a como aconteció en realidad. Verbigracia, los nazis ganaron la II Guerra Mundial (El hombre en el castillo, Dick, 1962); los dinosaurios no se extinguieron (Al oeste del edén, Harrison, 1988), Odoacro no depuso a Rómulo Augústulo en 476 (Roma eterna, Silverberg, 2006) o la Armada Invencible no sucumbió ante los elementos (Ruled Britannia, Turtledove, 2002), entre otros muchos.

Nuestro
querido mundo del football es, cómo no, un terreno abonado para la historia
alternativa…¿Qué hubiera pasado si en el draft de 1979, Cincinnati, Nueva York
y Kansas City, en vez de seleccionar a los quarterbacks Thompson, Simas y
Fuller, hubieran escogido al egresado por Notre Dame y de apellido Montana? ¿La
gloriosa historia de los Steelers hubiere sido la misma si de encontrarse
Franco Harris veinte centímetros más atrás aquella tarde del 23 de diciembre de
1972 en que el óvalo rebotó en Jack Tatum, el safety de Oakland? ¿Hubieran los
Packers disfrutado del mejor head coach de la historia si Lombardi no hubiese sido de origen italiano?


En fin, mil son las conjeturas que este deporte nos ofrece. Ahora bien, hay una serie de temporadas en las que la especulación va un paso más allá. Aquí no estamos en el terreno de los imponderables subjetivos, de las decisiones personales en un draft, de las inquebrantables reglas de la física o del inapelable origen étnico de un ser humano. La ucronía que les propongo parte de hechos objetivos. Me explicaré.


1959
es un año de importantes convulsiones en el football estadounidense. A la
repentina muerte durante un Eagles-Steelers del comisionado Bert Bell, se une
la gestación de un nuevo y poderoso cisma en el seno del football
profesional. El magnate petrolero Lamar
Hunt, después de que el finado Bell rechazara su propuesta de expansión de la
NFL, crea ese mismo año la American
Football League (AFL). En junio de 1960,
la citada AFL firma un contrato de cesión de derechos televisivos con la ABC,
que le reportaría anualmente 2.125.000 de dólares, toda una revolución en
materia de contratos televisivos, inaugurándose la temporada regular el 9 de
septiembre de 1960, con el partido disputado en el Nickerson Field entre Denver
y Boston, en el que vencieron los Broncos por 13 a 10. Aquella primera
temporada de la AFL tuvo como campeón a los Houston Oilers de Blanda y Cannon,
que vencieron 24 a 16 a los Chargers de Los Angeles, que al año siguiente se
trasladarían definitivamente a la vecina San Diego.

Esta primera temporada,
desde el punto de vista de la asistencia a los estadios, y en comparación con
la NFL, puso de manifiesto el todavía precario interés que suscitaba esta
competición en comparación con la que ofrecían los equipos más asentados de la
liga rival. Entre estos, desde luego y
en paralelo a la AFL, Green Bay Packers, con el mítico Lombardi a la cabeza,
comienza a consolidar su dominio en la NFL durante la década de los sesenta,
jugando seis finales en ocho años y logrando
cinco anillos de campeón de la NFL y las dos primeras Super Bowls,
comandado por Bart Starr y liderado en defensa por el infranqueable Ray
Nistchke. La leyenda de Titletown comenzaba a fraguarse. Entretanto, la AFL,
aunque económicamente más débil, comienza sin embargo a alcanzar unos niveles
de excelencia iguales o superiores a los de la NFL, toda vez que, por un lado, logra nutrirse de excepcionales prospectos
procedentes de pequeñas universidades e instituciones de numerosa presencia
negra – parcialmente vetada en la NFL- que enriquece la competición. Y por
otra, introduce algunos cambios reglamentarios que a la postre, alcanzarán su
vigencia hasta nuestros días, como la posibilidad de conversión por dos puntos tras touchdown;
los nombres impresos en las camisetas o los acuerdos televisivos globales. Y,
cómo no, la aparición en 1965 de Joe Namath, incrementó los niveles de
audiencia de la AFL hasta niveles inauditos, pudiendo considerarse la primera
estrella mediática deportiva de la historia.


Mientras, los Oilers volverían a
ganar el título en 1961 a unos Chargers, ya establecidos en San Diego, que
alcanzarían también la final en los años 1963,1964 y 1965, merced a la
sabiduría de Sid Gillman, que revolucionó el juego de ataque y cuyo legado se
mantiene intacto en muchos de los actuales head coaches en activo. El inolvidable conjunto
californiano sólo se ausentó de la final en 1962, donde se vieron las caras los
Texans de Dallas y los bicampeones de Houston. En 1963, los vigentes campeones
se trasladan a Kansas, habida cuenta la desigual competencia comercial con los
Cowboys, y son rebautizados como Kansas City Chiefs en honor de alcalde esa
ciudad, el Chief Harold Roe Bartle. Como ya dijimos, esta temporada
alcanzaron el título los Chargers, quienes retaron de manera oficial a los
Chicago Bears, campeones de la NFL, para dirimir el mejor equipo nacional. El 8 de junio de 1966 se anuncia un acuerdo de
fusión, por el cual se establecen una serie de indemnizaciones a franquicias de
la NFL en cuyas ciudades se incorporan equipos de la AFL, como Giants o 49ers,
que reciben a Jets o Raiders; se unifica el draft; se mantienen los calendarios
de partidos por separado, disputándose al final de la temporada un partido que
decidirá el campeón entre los ganadores de la NFL y la AFL.


Es
decir, entre 1960 y 1965, puede decirse que se celebraron seis No-Super Bowls.
Seis Super Bowls fantasmagóricas, seis partidos en el limbo que, todos y cada
uno de los aficionados sabían de su virtualidad, que imaginaban sus
vicisitudes, que fantaseaban con las prestaciones que sus jugadores favoritos
desarrollarían en ese ilusorio partido que, sin embargo, nunca se jugó durante los
seis años que duró el divorcio. No estamos hablando, como decía al inicio, de
alambicadas elucubraciones, no. En este caso, era una realidad que, de una
parte Oilers –por dos veces-, Texans, Chargers y Bills, también doblemente, y
de otra, Eagles, Packers –por triplicado-, Bears y Browns, fueron en cada una
de esas seis temporadas los mejores
conjuntos de la AFL y la NFL, respectivamente y, por ende, resultaba imposible
no imaginarse que hubiere pasado en un Oilers-Eagles, en un Oilers-Packers, en
un Texans-Packers, en un Chargers-Bears o, finalmente en unos Bills–Browns o
Packers…

Los
petrodólares de Bud Adams hicieron de los Oilers de Houston una verdadera
máquina de ganar en los primeros años de singladura de la AFL. El primer golpe en la mesa lo dieron cuando
el año 1960, el primero en el que coincidieron los dos drafts de la AFL y la
NFL, el fabuloso prospecto de la LSU y flamante Heissman Trophy, el runningback
Billy Cannon fue elegido con el número 1 tanto por Oilers como por los Rams de Los Angeles. El Tigre
Cannon no lo dudó y se marchó a Houston tras el rastro de los billetes verdes
en el que fue el primer aviso de la AFL a la todopoderosa NFL que vio como otro
juguete roto de su competición, el venerable George Blanda –nadie ha jugado mas
temporadas (26) ni mas partidos (340) que él- retirado de la NFL en 1958, se
unió al conjunto tejano como quarterback y kicker. La prensa no tardó en
calificar a la nueva competición como un cementerio de elefantes, y a Blanda
como el mas viejo entre los proboscideos, pero lo cierto es que el quarterback
condujo a su equipo para ganar los dos primeros campeonatos, logrando el AFL
Player of the Year de 1961, liderando la clasificación de yardas de pase (3,330) y pases de TD (36),
una cifra solo superada en 1984 por el mejor Marino.

La franquicia
dirigida por Loy Rimkus, contratado por tres años a razón de 15.500 dólares al
año, y vertebrada en torno a los ya citados Blanda y Cannon, con la aportación
del corredor Charlie Tolar, el guard Bob Talamini y el wide receiver Charlie
Hennigan, autor del primer TD de la historia de los Oilers, se alzó con los dos
primeros títulos de la AFL derrotando a los Chargers –primero de Los Angeles y
al año siguiente de San Diego- del legendario Gillman, cuyo revolucionario ataque
nada pudo hacer frente a la defensa petrolera. La saga de los OiIers se alargó
aun una temporada mas, alcanzando la final también en 1962, donde cayeron ante
los Texans de Dallas antes de mudarse a Kansas City, en el que es considerado
el partido final más largo de la historia, con dos prorrogas y 20-17 en el luminoso
del Jeppesen Stadium de Houston.

En la competición
vecina, el año 1960 supuso un paréntesis entre la tiranía de los Browns del
glorioso binomio Graham-Brown y la nueva dictadura que los Packers se prestaban
a instalar. En esa coyuntura, unos mediocres Eagles, que no comparecían a un
partido final desde 1949, supieron sin
embargo aprovecharse de la bisoñez de la
todavía inexperta Green Bay y, sostenidos en la veteranía del querterback Norman
Van Brocklin –que se retiró tras el partido- y en un expeditivo front seven liderado
por el temible Chuck Bednarik –autor de uno de los más escalofriantes placajes de la historia,
que mando dieciocho meses al dique seco a Frank Gifford- les bastó para lograr
un título con el que nadie contaba.

Con estos antecedentes,
y ya en el terreno de la ucronía, parece evidente que en esta I Super Bowl No Jugada, el favoritismo recaía sin duda en
el conjunto texano, que sin bien carecía de la contundencia defensiva de los de
Pensilvania, contaba con un backfield muy superior, con mejores receptores y
con un quarterback que, aunque tan veterano como van Brocklin, aun le quedaba
cuerda para jugar hasta 1975. Años después de
retirarse, Blanda confirmaba esa presunción cuando decía: "That first year, the Houston
Oilers or Los Angeles Chargers (24–16 losers to
the Oilers in the title game) could have beaten the NFL champion (Philadelphia) in a Super
Bowl. I think the AFL was capable of beating the NFL in a Super Bowl game as
far back as 1960 or '61. I just regret we didn't get the chance to prove
it."

En conclusión, los
Oilers –y también nuestros queridos y desgraciados Titans, claro está!!-
tendrían ya una Super Bowl en sus vitrinas (la XXXIV no se la quitarían a
Warner, Bruce y Faulk ni aunque jugaran cien veces).
Ahora bien, si no se albergan dudas acerca de la No-Super Bowl de 1960, no estoy tan seguro de que el conjunto liderado por Blanda y Cannon hubiera podido batir al año siguiente a la implacable realidad en que Vince Lombardi había convertido a los Packers. Starr, Taylor, Hornung, McGee, Dowler, Gregg, Thurston, Davis, Nitschke, Adderley...y Vince Lombardi, que pulverizaron a los Giants 37-0 en el NFL Championship Game, creo que son argumentos más que suficientes para pensar que a los cuatro Lombardis habría que añadirle el quinto de 1961.
Si se hubiera
jugado la III Super Bowl en 1962, Vince Lombardi hubiera anticipado cinco años
la celebre frase que pronunció antes del First AFL-NFL World Championship Game
con respecto a lo Chiefs de aquel año 1967: “were a good team but they don’t
compare with the top teams in our league.” Y tenía toda la razón. Los Texans de
la familia Hunt eran un buen conjunto, pero absolutamente incomparables con la
franquicia de Wisconsin. Abner Haynes, Len Dawson, Curtis McClinton, Fred
Arbanas, Jim Tyrer, E.J. Holub o Sherrill Hedrick eran buenos jugadores, nada
más. Seis Super Bowls para Green Bay (ya oigo desde mi escritorio el crujir de
dientes de la Steelers Nation…).
Los Bears de 1963
daban miedo. Literalmente. Con su uniforme negro, sobre un Wriglrey Field permanente
nevado, los Monsters of the Midway
coordinador defensivo George Allen, eran una máquina de picar carne. Encajaron
144 puntos en catorce encuentros, concedieron un solo TD en dos partidos frente
a Green Bay y no permitieron un solo pase de TD en dos partidos frente a los
Colts, en donde por cierto el que pasaba era un tal Unitas. Ed O'Bradovich,
Fred Williams, Stan Jones, y el futuro hall of famer Doug Atkins como
linemen, una backline liderada por el
impresionante Joe Fortunato con Bill George y Larry Morris, y los backs Richie
Petitbon y Rosey Taylor, formaron una defensa sencillamente irrepetible. A la
hora de atacar no se complicaban en absoluto. Dirigidos por el que fuera nº 1
del draft de 1952, Bill Wade, el ataque de Halas empleaba un playbook de carrera
extremadamente sencillo y efectivo: "three yards and a cloud of
dust", que combinaba a la perfección con pases cortos al TE Mike Ditka y
largos al WR Johnny Morris.
En la AFL, ese año
ganarían el título la perfecta horma para el zapato de los de Illinois. Por fin
el football reconocía con un campeonato a uno de los grandes genios del juego ofensivo
de la historia de este deporte. Sid Gillman y sus Chargers –con el uniforme más
bonito que se ha lucido nunca-destrozaron en el AFL Championship Game por 51-10 a los Boston Patriots en una
demostración de juego de pase sin parangón de la mano de figuras como Alworth,
Paul Lowe, Keith Lincoln o John Hadl. Pero ojo, ese despliegue ofensivo no debe oscurecer las aportaciones técnicas que el
coordinador defensivo de Gillman introdujo en el entramado defensivo de los
Chargers, nos referimos a la "Fearsome Foursome" la inexpugnable
línea diseñada por un jovencísimo Chuck Noll y liderada por el impagable Ernie
Ladd, que haría luego carrera en el Wrestling profesional como el megavillano Big Cat.
Todos, absolutamente todos los comentaristas
e historiadores del football americano reconocen que la Super Bowl de 1963
hubiera sido un partido absolutamente extraordinario. La defensa más violenta
contra el juego de pase más refinado; la tundra del norte contra la brisa del
Pacífico; la rancia tradición de los Halas frente a los nuevos ricos de los Hilton;
Al Capone contra David “D” Barron…en fin, el yin y el yan sobre un
emparrillado. No obstante, la NFL seguía sin prestar mucha atención a lo que
consideraba una competición inferior. Johnny
Morris, el receptor de los Bears decía al respecto “The AFL really seemed like
the minor leagues at that time.” La seguridad en sus
propias fuerzas por parte de las autoridades de la NFL llegó al extremo de no
suspender la jornada tras el asesinato de Kennedy, ocurrida un viernes,
mientras que la AFL consideró adecuado cancelar los partidos de ese fin de semana.
Sea como fuere, Sid Gillman sabía que tenía en sus manos un equipo de primera
calidad y la oportunidad de convertirse en la primera franquicia de la AFL en
batir a un miembro de la todopoderosa NFL, y así se lo propuso al Comisionado
Rozelle, jugando un partido que decidiera quien era realmente el mejor conjunto
entre los pros, algo parecido al evento que se organizó en 1950 entre
Cleveland, campeones de la AAFC y Filadelfia, vigente campeón de la NFL, en el
que por cierto los Browns apabullaron a los Eagles en su propio estadio. La negativa de Rozelle no hizo más que demorar
un par de años un acontecimiento que resultaba insoslayable.
Con
respecto a esta Super Bowl que lamentablemente también se fue al limbo, considero
que en un campo neutral y lo más meridional posible, los Chargers partirían
como favoritos. Desde luego, a orillas del Lago Michigan, los de San Diego
habría terminado como el VI Ejército de Von Paulus en Stalingrado.
Y por fin llegamos a las temporadas 1964 y 1965. ¿Por qué digo esto? Lo diré en seis palabras y con gran tipografía:
LOS BILLS TAMBIEN SABEN GANAR, COÑO
De todos es conocido que la AFL, en contraposición a la NFL, era una liga caracterizada eminentemente por el juego ofensivo. Sin embargo, los Bills bicampeones se distinguieron por su extraordinario balance defensivo de la mano de un maestro en esa faceta, el gran Lou Saban, de quien se declaran hoy en día discípulos grandes estrategas del juego defensivo como Schottenheimer, Dungy, Cowher, McCarthy, Tomlin (sic) o Whisenhunt. Los Bills de 1964 consintieron solo 913 yardas de carrera en 300 intentos, ¡y cuatro TD de carrera en toda la temporada!, la tremenda cifra de cincuenta sacks o el conocido como hit heard 'round the world," cuando el linebacker Mike Stratton propinó tal placaje al WR Keith Lincoln que lo sacó del emparrillado y del resto de la temporada. Un último pero elocuente dato. El único jugador profesional elegido para el Hall of Fame sin haber jugado nunca en la NFL fue el guard de aquellos Bills: Billy Shaw. Como ocurría con los Bears de 1963, los de Buffalo siempre serán recordados por su unidad defensiva, pero no puede decirse que su ataque fuera ni mucho menos endeble. Liderado por dos QB de probada solvencia como eran Jack Kemp y Daryle Lamonica, siempre encontraban las manos de Elbert Dubenion o Ernie Warlick para recibir sus envíos. El juego terrestre lo dominada el macizo Cookie Gilchrist.
En la acera
opuesta, el título ganado ese año por los Browns siempre ha tenido un sabor
especial. En primer lugar porque fue el primer año después de Paul Brown, y eso
son palabras mayores. Y en segundo lugar porque es el último título profesional
que la hasta entonces archiganadota Cleveland ha paladeado y por ello, los jugadores
del ese campeonato del 64 son venerados como verdaderos dioses en The Forest
City. El quarterback de ese conjunto era Frank Ryan, destacando su juego de pase
merced a los receptores Paul Warfield y Gary Collins, este último ascendido a
los altares de Cleveland tras atrapar tres pases de TD en la final contra
Baltimore, a los que batieron por 27-0. En el backfield contaban con el que
sería después Hall of famer Jim Brown y, como no, al revolucionario kicker Lou
Groza.
Parece claro que la
defensa de los Bills era superior a la de los de Ohio, con el citado Shaw y los
expeditivos Tom Sestak y George Saimes. Y no hay duda tampoco que la unidad
ofensiva de los Browns, con Schafrath, Hickerson y John Morrow bloqueando y el mítico Jim
Brown corriendo, superaba a la neoyorquina. Por otra parte, si los Bills iban a
ganar el título de la AFL el año siguiente, los Browns también comparecerán en
el NFL Championship Game, perdiendo solo ante los majestuosos Packers de 1965.
Por tanto, es difícil aventurar un resultado para esta V Super Bowl
Ucroniana. Yo me inclino por los Browns
merced a un field goal. En Cleveland jugaba Lou Groza. Sí, queridos seguidores
de los Bills, juntemos nuestras manos y observemos como Groza patea entre
palos, igualito que Matt Bahr veintisiete años después…
Y así, fantaseando, hemos llegado a la última de estas espectrales Super Bowls. El 26 de diciembre de 1965, se repetirían los protagonistas del ultimo AFL Championship Game, y casi con el mismo resultado los Bills volverían a imponerse a los Chargers, esta vez por 23-0, siendo nombrado MVP de la final de nuevo el QB de Buffalo, Jack Kemp. 3.500 kilometros al norte de San Diego, Cleveland defendía su título del año anterior ante 55.700 queseros a 3 grados bajo cero y bajo una copiosa nevada. Bart Starr, Paul Hornung, Jim Taylor, Carroll Dale, Jerry Kramer, Forrest Gregg y Fuzzy Thurston en el ataque y Herb Adderly, Ray Nitschke, Willie Wood y Dave Robinson en la defensa no dieron opciones a unos ateridos Browns.
Únicamente la
estupidez de Pete Rozelle ha impedido que una franquicia ganara tres Super Bowl
seguidas, hito inédito hasta ahora. Los Packers hubieran triturado a los Bills,
al año siguiente –y ya no estoy fabulando- ganarían 35-10 a los Chiefs, para
completar su trilogía con la victoria sobre Oakland por 33-14 en 1968.
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De este maravilloso cuento de la lechera tenemos entonces tres Super Bowls adicionales para los Packers –enhorabuena 555-, un merecido trofeo para unos Browns anclados en sus campeonatos en blanco y negro, otro para cerrar las heridas de unos Titans incapaces de reverdecer los laureles petroleros y una incógnita en esa formidable edición que hubiera sido la de 1963…
En fin amigos, volvamos a la dura realidad y aunque este año, como dice el malvado Tovar, los Steelers lucharán por ser los primeros en el elegir en el próximo draft – que ojo los de la NFL al diseñar este año las Internacional Series…-, seguirán mirando a sus rivales sobre la altura de seis Vince Lombardis…ay, con permiso del llorón Harbaugh. En Dallas ya se encargarán de pegarse un tiro en el pie ellos solitos.