TRIBUNA LIBRE: Equipos perfectos y recepciones imperfectas

“Espero que el año que viene podamos volver a encontrarnos aquí, a ser posible con la Décima”

Ana Botella, Alcaldesa de Madrid


Raúl C. Cancio


¿No les resulta absolutamente agotador el reiterado intinerario de recepciones que nuestras autoridades –nacionales, autonómicas, locales y ¡religiosas!- escenifican cuando un club de fútbol logra un título? Personalmente lo considero un espectáculo lamentable, en el que concurren la instrumentalización impúdica de los éxitos deportivos por la clase política –esas camisetas firmadas por encima de la ropa, por dios- y la lacerante falta de educación de unos deportistas que carecen, en la mayoría de los casos, de las pautas básicas de urbanidad y comportamiento en un lugar público –¿no hay nadie capaz de arrancarles los auriculares de una vez por todas?-.

Todo
esto viene a colación de, quizá, la única recepción absolutamente necesaria e
imprescindible que se ha producido en los últimos cuarenta años de un político a
un conjunto deportivo profesional. Ya habrán adivinado que me estoy refiriendo
a la que se organizó el pasado 20 de agosto en el Ala Este de la Casa Blanca en
honor del único equipo en la historia de la NFL que ha protagonizado una verdadera Temporada
Perfecta, entendida como aquella en la que no sólo se ganan todos los
partidos de la fase regular – ya lo hicieron antes los Bears de 1934 y 1942 y
los Patriots de 2007- sino también los cruces de playoffs y la Super Bowl. En
otras palabras, los Dolphins de 1972.


Con anterioridad al año 1980, no era
costumbre que los Presidentes de los Estados Unidos recibieran a los equipos
campeones, por lo que la inigualable franquicia de Miami nunca tuvo ocasión de
ser recibida en Washington donde, por cierto, el inquilino por entonces de la Casa
Blanca, los habría recibido de muy mala gana, conociendo el furor burgundy de
Richard Nixon. Lo cierto es que, entre unas cosas y otras, el mejor equipo,
estadísticamente hablando, de la historia de la NFL, merecía el reconocimiento
del Presidente de los Estados Unidos. Obama, en el discurso de bienvenida,
bromeó acerca de la razón de esta iniciativa tantos años después, indicando que
la razón era simple: quería
por una vez ser el más joven de la reunión…


Decía
que esta audiencia era merecida. En efecto, este año se han cumplido cuarenta
años de una gesta inigualada en la NFL –dice una leyenda urbana que cada vez
que un equipo hasta entonces imbatido cae cada temporada, los antiguos
compañeros brindan con champán desde 1972- pero asimismo extraordinariamente
difícil de encontrar en cualquier otro deporte. La infalibilidad absoluta de
una escuadra profesional durante una temporada es prácticamente imposible de
encontrar habida cuenta de la estructura competitiva de la NFL en comparación
con la de las otras grandes ligas, con un número de partidos es muy elevado – MLB
(162) NHL o NBA (82), donde lo más parecido a la perfección fueron los Celtics
de la temporada 1985-1986, que acabaron con un balance de 50-1 en el Garden-. Únicamente
los Buffalo Bandits de 1993, de la Major Indoor Lacrosse League (MILL), pueden presumir
de una temporada perfecta, incluidos playoffs y partido final.

En
cualquier caso, la gesta de los Dolphins no puede entenderse como un hecho
aislado, sino como la culminación de un proyecto deportivo que ese año alcanzó un
cenit acariciado la temporada anterior y confirmado definitivamente en 1973. Únicamente
los Bills de Levy –y perdiéndolas las cuatro- ha concurrido más veces
consecutivas a una Super Bowl. En efecto, antes de los Dolphins que ahora
conocemos, el conjunto profesional de football radicado en la ciudad fueron los
Miami Seahawks, que formaron parte de la temporada inaugural de la All-America
Football Conference (AAFC) en 1946. La franquicia fue un fracaso económico
estrepitoso, al punto de que las deudas hicieron inviable el proyecto solo un
año después. De tal manera que Miami se quedó sin football profesional hasta
que en 1965, el abogado Joseph Robbie y el cómico Danny Thomas adquirieron
por 7.5 millones de dólares los derechos
de una franquicia de la AFL, eligiendo Miami por su buen clima, la creciente
población y su reconocida afición por el football. El siguiente hito
fundamental fue, como no, la contratación en 1970 del enérgico Don Shula como
head coach, que transformó una franquicia mediocre en una máquina defensiva
perfecta y en un engrasado rodillo ofensivo. No en vano, el balance del equipo
bajo la batuta de George Wilson fue, entre 1966 y 1969 el siguiente: 3-11, 4-10,
5-8 y 3-10; con Shula en el Orange Bowl alcanzaron por primera vez los playoffs
en su primera temporada; en la segunda perdieron la Super Bowl ante Dallas; en
la tercera alcanzaron la perfección y en la cuarta, confirmaron su carácter de
saga, revalidando el título frente a los temibles Vikings de aquel año.
Los Undefeated se vertebraban sobre la
base de una potente línea ofensiva liderada por Larry Little, Jim Langer y Bob
Kuechenberg; un juego terrestre sólido y sostenido, que les permitía disponer
de un gran control del reloj -Larry Csonka, Jim Kiick y Mercury Morris- y un versátil
abanico de receptores - Paul Warfield, Howard Twilley y Jim Mandich- bien
surtidos por un quarterback legendario: Bob Griese. Este cúmulo de talento
–Csonka y Morris fueron la primera pareja de corredores en aportar 1000 yardas
cada uno- generó que la unidad defensiva de ese año fuese conocida como la No-Name
Defense, habida cuenta de que todos los titulares de la prensa se los llevaba
Griese y su devastador ataque. No obstante, resulta paradójico advertir que
Griese se mantuvo lesionado durante gran parte de la temporada perfecta como
consecuencia de una lesión de tobillo sufrida tras un sack de Ron East y Deacon
Jones, de los Chargers, debiendo asumir la dirección del ataque el veterano
Earl Morrall, pupilo de Shula en Baltimore, y que supo conducir a los Dolphins
durante la temporada regular de manera impecable, alargando su aportación en el
cruce divisional frente a Cleveland y en el de Conferencia frente a unos
Steelers que ya asomaban como el equipo dominante que en breve sería.
Pues
bien, aunque sin nombre, aquella defensa capitaneada por el linebacker Nick
Buoniconti, junto con el end Bill Stanfill, el tackle Manny Fernandez, y los
safeties Dick Anderson y Jake Scott, fue absolutamente esencial durante esa
temporada, siendo el mejor equipo defensivo del año, liderando las tablas de
yardas y puntos concedidos. Añádase a esto que en la Super Bowl de aquella
temporada, que les enfrentó a Washington el 14 de enero de 1973 en el Memorial Coliseum de Los Angeles, fue elegido MVP del partido Jake Scott, el único
safety que ha obtenido ese reconocimiento en la historia, y que se hizo justo acreedor
del mismo después de lograr dos intercepciones, la última de ellas en el cuarto
periodo, para un total de 63 yardas de ganancia.
Ahora bien, este inigualado balance de
17-0 (en realidad su racha se extendió hasta 18-0, pues la temporada siguiente
se abrió con una nueva victoria de los Dolphins frente a 49ers, siendo truncada
su formidable tacada por los Raiders de Stabler, que a buen seguro hubieran
preferido perder ese encuentro y ganar meses después el cruce conferencial que
les impidió acceder a la VIII Super Bowl) tuvo momentos críticos a lo largo de la
temporada. Y concretamente dos. El primero fue el 1 de octubre de 1972, cuando
tuvieron que rendir visita a los formidables Vikings de Tarkenton, quienes a
falta de cuatro minutos vencían 14 a 9, pero que una conexión entre Griese y el
TE Mandich permitía a los de Miami anotar un TD decisivo que les situaba por
delante en el marcador. Sin embargo, fue la No Name Defense quien cimentó la
victoria final, alcanzando al dinámico Tarkenton hasta cinco veces e
interceptándolo otras tres.
El
segundo episodio en que la imbatibilidad de los de Shula estuvo en serio
peligro fue veinte días después, y de manera aún más apurada, pues los Bills
del mítico Lou Saban, presionaron hasta el último segundo del encuentro merced
al TD de Jim Braxton a pase de Taliaferro, poniendo el marcador en un delicadísimo
24-23, que sin embargo la defensa de Miami supo de nuevo aguantar hasta el
final.
Mucho se ha especulado acerca de si este
record sería posible con las reglas de programación de partidos actuales, mucho
más exigentes en la distribución de los enfrentamientos. Ahora bien, también es
verdad que las pautas de entonces, obligaron a los Dolphins a jugarse el pase a
la Super Bowl en el Three Rivers Stadium de Pittsburgh, es decir, sin ventaja
de campo, lo cual sería impensable hoy en día con un balance de 14-0 en la fase
regular.
Insisto, las recepciones de políticos a
deportistas son deleznables. Incluso esta, de la que tan merecidamente eran acreedores
esos hombres después de cuarenta años, fue considerada inapropiada por algunos
de sus protagonistas. Nótese que el Hall of Famer Jim Langer, center sobre el
que giraba la ofensiva de Griese; Bob Kuechenberg, seis veces Pro Bowl
offensive lineman o el grandísimo tackle defensivo Manny Fernández, no
acudieron a la cita con Obama, arguyendo motivos morales y de conciencia, al no
estar conformes con las políticas desarrolladas por esa administración y
sentirse, consecuentemente, incómodos al tener que sonreír y estrechar manos
hipócritamente a personas a las que consideran
ofensivas para sus derechos como ciudadanos. Recientemente, el también center
de los vigentes campeones, Matt Birk, rehusó a ir a la recepción en la Casa
Blanca dada su beligerancia contra el matrimonio homosexual impulsado por el gabinete
demócrata. Asimismo, Tim Thomas, el goalie de los Boston Bruins que lograron la
Stanley Cup de 2011, tampoco se presentó al evento al considerar que “the
government, has grown out of control, threatening the rights, liberties and
property of the people."
Estaría bien que en nuestro país, las
grandes figuras del fútbol se solidarizasen con la inmensa mayoría de la
población que tan mal lo está pasando, y rehusaran a participar en el ridículo
paripé ante quienes tanta responsabilidad han tenido y tienen en la ruina de
este país. De lo de la ofrenda a la Almudena o a la Moreneta, mejor ni hablo…