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Faith y yo lo hemos dejado

Mariano Tovar

Han sido seis años de amor. Aunque no todo lo frecuente que me hubiera gustado. Una vez a la semana, como mandan los cánones patrios. Revolcón español desde la época dorada de Alfredo Landa y Paco Martínez Soria. “Sábado, sabadete, la alegría del cadete”. Pero nosotros, como buenos aficionados a la NFL, lo retrasamos al domingo, que los sábados son para los imberbes universitarios.

Este artículo lo escribí hace casi dos meses, cuando Faith Hill anunció públicamente que me dejaba. Que estaba harta de mí. Y no me extraña, porque se ha pasado seis años cantando que se odiaba por amarme y, oye, yo, que soy un caballero, admiro su perseverancia y fidelidad, pero no hubiera aguantado ni seis semanas odiándome por amar a alguien. Habría estallado a los cinco minutos. Aunque, entre nosotros, ¿quién no ha estallado alguna vez contemplando la belleza de Faith Hill?

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Como os digo, estas líneas llevaban dos meses en la nevera. Mi intención era no publicarlas, que las cartas de amor deben ser cosa de dos y las marranadas gordas no deben salir de la alcoba. Y la experiencia me dice que en este blog es peligroso mear fuera del tiesto, que enseguida se encienden los ánimos y retumban los truenos.

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Faith Hill
Pero mi amigo Raúl Cancio, siempre sabio, me animó diciendo que a nuestra edad hay que olvidarse de estrecheces y tampoco pasa nada por despelotarse. Y al que no le guste que aparte la vista o, si lo prefiere, que se quede mirando de reojo.

Yo las piernas de Faith Hill nunca las he mirado de reojo. Básicamente porque no tenía ojos suficientes para llegar hasta el final ni aun abriéndolos como platos. Y si a eso le sumamos unos tacones infinitos, como sables, aquello recordaba a las Torres Gemelas.que, mira tú por donde, también terminaban en el cielo.

Así que ahí me tenéis, durante seis años que se han hecho cortos, contemplando las piernas de la Hill con la tele sin volumen, para evitar despistes. Y hablo de piernas porque nunca llegaba a tiempo para el resto. Que, entre tanta imagen innecesaria de futbolistas, sus planos pasaban fugaces, traidores, provocando una angustia agobiante, una desazón infantil, que solo se calmaba durante uno o dos segundos cuando ella volvía a aparecer, como una diosa, caminando hacia la cámara como una pantera negra, contoneándose o lanzando una patada al objetivo.

Faithhill1
Cuando llegaba el final inevitable, y aparecía la obligada imagen aérea del estadio, siempre me llevaba las manos a la cabeza, destrozado, sin entender qué narices hacía la realización. ¿Pero a quién le importaba el football en ese momento perfecto? Una vez más me habían robado mi escaso minuto y medio semanal con Faith. En un interruptus que me ha ido machacando semana tras semana, año tras año, hasta provocar este doloroso lamento que hoy, por fin, me he atrevido a hacer público.

Tengo que ser sincero. Aunque os haya hablado de sus piernas, que casi podrían competir con las de Tina Turner, lo que siempre me ha vuelto loco de Faith Hill han sido sus labios. No muy carnosos, como nos gustan a los hombres pese a la moda del botox, perfectamente perfilados dentro de una boca inmensa, ideal, que cubre unos dientes deslumbrantes y alineados sin error. Es una boca que no deja indiferente, que cuando sonríe te alegra el alma. Una caricia exquisita.

Pero tengo que seguir siendo sincero. Quizá nunca me hubiera fijado en esa boca, y me hubiera quedado eternamente en sus piernas, si no fuera por una canción, ‘This Kiss’, que no sé si es buena o muy mala, pero que tiene una frase que me golpeó como un puñetazo el primer día que la escuché. Que una chica como Faith Hill hable de un beso diciendo que es felicidad perpetua no está mal, que insista con que es movimiento centrífugo, me vais a perdonar pero ya me va poniendo en órbita, que siga con que le dé un beso a cámara lenta, dulce, dejando que todo se deslice y la haga flotar y volar, es casi motivo de rendición incondicional, pero por encima de todo lo demás, en un punto de perfección que yo no había escuchado nunca, Faith Hill dice, que coño dice, ¡GRITA! que en el momento culminante ese beso es criminal.

 

Criminal. ¡¡¡CRIMINAL!!! Como el asalto al tren del dinero. El robo de las joyas de la corona, el atraco de Fort Knox y el saqueo de un barco pirata. ¡Un beso criminal! ¿Os podéis imaginar lo que debe de ser un beso criminal?

Y claro, cada vez que veo a Faith Hill, además de contemplar sus piernas interminables me la imagino dándome un mordisco perpetuo y metiéndome la lengua hasta el corvejón. Y oye, qué le voy a hacer, estoy deseando que llegue el domingo por la noche para volver a sentir cómo ese beso criminal me perfora la garganta e intenta provocarme la muerte por asfixia.

Yo siempre he sido muy exigente en lo que al amor se refiere. Me imagino que como la mayoría. Y para mí un beso lo vale casi todo. Muero por un beso. Si mañana me presentaran a una mujer perfecta y me dijeran que solo le puedo pedir una cosa, nunca lo dudaría, le pediría un beso.

Porque el beso merece un par de tomos en el Cossio del amor y requiere de un duro aprendizaje a lo largo de la vida. Los primeros besos son frustrantes, y suelen terminar con un: “oye, majete, ¿hasta dónde quieres llegar con esa lengua asquerosa tuya?”, o en el mejor de los casos con un: “Mira, tú no hagas nada y no abras tanto la boca que ya me encargo yo del resto”. Pero con el tiempo nos vamos graduando, curso tras curso, primero aprobando por los pelos y más tarde rozando la matrícula. Pero lo del beso criminal debe de ser un master en una universidad americana cara. Porque nadie me ha explicado la difícil ingeniería de un acontecimiento así.

 

Me encantaría que alguna vez una mujer me dijera lo mismo que Faith Hill, que le he dado un beso criminal. Y que como ella en la canción lo dijera a gritos, gimiendo en pleno movimiento centrífugo. Pero eso es algo que solo hay que decir una vez en la vida. Para que quede ahí, para siempre, marcado a fuego.

Y así, uno podrá rememorar con orgullo: “una vez, una mujer gimió extasiada diciendo que el beso que le acababa de dar fue criminal”. El súmmum de los besos.

Ahora me diréis que este es un blog de football y que es una vergüenza que no despidiera a Urlacher con un artículo así de apasionado, y me haya preocupado tanto por la marcha de Faith Hill, que al fin y al cabo nunca se ha puesto un casco.

Y yo os respondo que jamás me ha apetecido darle un beso en los morros al bueno de Brian y que, por mucho que me guste, cambiaría todo el football del mundo por un beso criminal de Faith Hill, mi inexcusable cita dominical durante seis años que ya son historia.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl