Los Olvidados
Raúl C. Cancio

Los Olvidados (1950) es el título de un formidable film de Luis Buñuel, en el que se
describe con antropológico realismo las espantosas condiciones en las que viven
los marginados, el lumpen, el estrato más menesteroso de la sociedad mexicana
de los años cincuenta, y las
dificultades de integración de esas bolsas de pobreza en el mainstream social. The Undrafted sería sin duda un título
sugerente para intentar comprender lo inexplicable, a saber, cómo es posible
que a lo largo de la historia de los drafts de la NFL, no uno, ni dos, ni tres
franquicias, sino todas y cada una de ellas, hayan dejado correr la posibilidad
de seleccionar a prospectos cuyo ulterior rendimiento, desde su condición de
olvidados, de undrafted, fue sin embargo absolutamente estelar.
Noticias relacionadas
De esta manera, la presente tribuna complementa mi última entrada en este blog, en la que se ponderaba la importancia de la agencia libre en la conformación de equipos que luego fueron dominadores –por ello no hablaré aquí de Warner o Moon, que además de gloriosos agentes libres fueron asimismo asombrosos undrafted- , y al hilo de la inminente nueva edición del draft, se impone ahora relativizar precisamente la trascendencia de este mecanismo selectivo el cual, a pesar de configurarse indiscutiblemente como el eje de la articulación de las franquicias, puede decirse de él que no están todos los que son no son todos los que están. En otras palabras, a lo largo de la historia, y paralelamente a la oficialidad de las selecciones del draft, han surgido una serie de outsiders, elegidos al margen de los picks homologados que, sin embargo, han evidenciado dos aspectos: el nulo olfato de los headhunters y la imprescindible cautela con la que hay que tomar a los prospectos surgidos del draft. Tómese pues esta columna como, de una parte, el justo homenaje a aquellos jugadores asombrosamente inelegidos que, no obstante, se revelaron como piezas esenciales en el devenir de sus equipos y, en segundo lugar, como el también merecido reproche a la miopía de quienes no apreciaron su talento e, inversamente, valórese la perspicacia de los técnicos que, a pesar de su pecado original, supieron apreciar en una segunda oportunidad el potencial de estos gloriosos marginados.


Ni las 3.019 yardas de
recepción, ni los 21 touchdowns en cuatro años con los Raiders de la Texas Tech, ni la
obtención del Mosi Tatupu Award al mejor elemento de equipos especiales en 2003
fueron motivos suficientes para que al terminar su temporada senior la NFL invitara a Wesley Carter Welker a la Combine de ese año ni tampoco para asomarse a ninguna
de las siete rondas del draft de 2004, por lo que en ese mismo año fue contratado
como agente libre por los Chargers, quienes le cortarían esa misma temporada en
una decisión que el propio Schottenheimer reconoció como el error más grande
sus carrera (es cierto, aún no había dejado escapar a Brees). El menudo Welter
firma con los Dolphins, jugando esa primera temporada dos partidos contra New England
absolutamente premonitorios para su carrera deportiva. En el primero, el 10 de octubre
de 2004, en el Gillette Stadium, se convirtió en el primer jugador en la
historia en retornar un kickoff y un punt, patear un extra point y un field
goal y ejecutar un tackle en un mismo partido. Dos meses después, también
frente a los Patriots, en
un inolvidable Monday Night Football, retornó para 236 yardas entre kick y
punt returns, colaborando en la ajustada victoria de su equipo por 29 a 28. Es evidente que al
sagaz Belichick no se le pasaron por alto estas perfomances y dos años después
se lo llevó a Boston en donde de todos es conocido su rendimiento. Peyton debe
estar frotándose las manos.


Es curioso que el pateador al que Welker
retornó tan prolíficamente en esos dos partidos fuese también uno de los más
legendarios undrafted de la historia. En efecto, el gran Adam Vinatieri, acaparador de records, Clucth Man por antonomasia,
único placekicker con cuatro anillos, protagonista del mítico Tuck Rule Game y tantas cosas más, pasó desapercibido
para las treinta dos franquicias en el draft de 1996, en el que no se seleccionó
a un solo kicker, y sin embargo, además de Vinatieri, se dejó fuera a otro
fenómeno como Olindo Mare. Lo dicho, ese año 1996 hubo huelga de entrenadores
de equipos especiales.


Es curioso que el último de los anillos
que luce Vinatieri en su mano, el de la XLI Super Bowl, en gran medida se lo debe a dos memorables jugadas de su compañero Jeff Saturday, otro incomprensible incomprendido de la historia de
los drafts, cuando al inicio del último cuarto la final de Conferencia frente a
los Patriots, el center georgiano recuperó un fumble en la end zone anotando un
touchdown y procurando a su compañero Addai, al final del partido, el bloqueo
clave para que aquel anotara el TD definitivo. ¿Alguien recuerda a Kevin Long? ¿A Ben Fricke?
¿y a Jason Andersen? Pues bien, todos
ellos fueron centers seleccionados en la séptima ronda del draft de 1998. Todos
ellos por delante de Saturday, a quien se dejó fuera del draft en una de las
decisiones más miopes de su historia. Peyton Manning, que fue el número uno de
ese curso, sí fue consciente de su
categoría, homenajeando
en el día de su retirada al culo que más cerca ha tenido en su vida después del
de su mujer.


Y es que ese draft de 1998 fue realmente patético. No encuentro otro
apelativo para definir una selección en la que además de dejar correr a uno de
los mejores centers de la historia, tampoco nadie acertó a ver las cualidades
de una tal London Fletcher. Persuadido por esa falta de atención, el bueno
de Fletcher, desde su debut como profesional con los Rams en 1998, no se ha
perdido un solo partido, categoría que sólo comparte con otro iron man como Ronde
Barber, no fuera que volvieran a olvidarse de él.

Otro portentoso ejemplo de fiabilidad
física sobre el emparrillado surgió también de los restos del draft. Y es que
ser el segundo jugador de la historia en partidos disputados de los Steelers,
solo por detrás del inconmensurable Iron Mike Webster, está al alcance de muy
pocos. Y Donnie Shell fue uno de
ellos. Pero antes, en 1974, tuvo que ver como 442 jugadores eran mejor
considerados que él. Tras levantar su cuarta Super Bowl en 1980 y seguir
jugando hasta 1987, es razonable pensar que alguien la cagó grandemente aquel
invierno de 1974.
Hablando de safetys, jugar seis NFL
Championship Games, ganando cinco de ellos, no está nada mal para un troyano
que sin embargo no convenció a ningún conjunto en el draft de 1960. Willie Wood, además de convertirse en
un icono de la defensa de los Packers durante la década de los sesenta, una vez
retirado fue pionero en normalizar el segregacionismo racial en el deporte, al
convertirse en el primer head coach profesional de raza negra, cuando fue
contratado por los Philadelphia Bell de la World Football League y después,
también el primer hombre negro en dirigir un conjunto de la Canadian Football
League, los Toronto Argonauts en 1980.
Ahora, si lo que se busca es un estandarte
de la lucha por la igualdad de razas en el deporte profesional, sin duda Marion Motley es la persona indicada. A
Paul Brown el football le debe decenas de aportaciones: técnicas, estratégicas,
competitivas, estadios, franquicias…pero la sociedad norteamericana le es
deudora por haber tenido la valentía de alinear a jugadores de raza negra como
Motley o Willis (otro inelegido, por cierto) en un contexto social e histórico
ciertamente complicado. El olvidado Motley desde luego supo devolverle a su
entrenador esa confianza, en la persona y en el jugador, logrando cinco
campeonatos y siendo hoy en día el séptimo hombre en yardas por carrera de la
historia, teniendo en cuenta que la NFL no contabiliza las estadísticas de la
extinta AAFC.
En cualquier caso, no siempre puede
imputarse a la miopía de los staff técnicos la no selección de un dimánate en
bruto en el draft correspondiente. En ocasiones, hay jugadores cuya polivalencia
y condiciones físicas se convierten no en un plus sino mas al contrario, en un
handicap para su selección. Un caso paradigmático es el de Antonio Gates. Las facultades atléticas de este hombretón de 1.95 difuminaron
sus portentosas cualidades como tight end en favor de su no menos excelente rol
como power forward de baloncesto. Como Golden Flash de Kent State logró dos
títulos en la
Mid-American Conference (MAC), alcanzando el Elite Eight en
el Torneo de la NCAA
de 2002, algo que no conseguía el programa de Kent desde 1961. No en vano, su
camiseta, con el 44 fue colgada el pasado 27 de febrero de 2010 en lo alto del MAC
Center. Es por tanto razonable que en el draft de 2003, hasta Richard Angulo,
con el pick 254, fuera elegido como TE por delante de Gates, habida cuenta lo
híbrido de su naturaleza deportiva. En cualquier caso, si antes fuimos críticos
con Marty Schottenheimer, ahora hay que reconocerle la celeridad con la que le
firmó en cuanto apreció su potencial en el summer training.
Ahora bien, reservo para el final la madre
de toda las cagadas ¿se imaginan un rookie logrando catorce intercepciones en
temporada regular, y que esa marca, sesenta
y un años después, se mantenga incólume en lo alto de la tabla de records de la NFL? Pues ese cornerback
rookie estratosférico no fue elegido en el draft de 1952. En efecto, ese
marginado, ese paria, ese proscrito, fue siete veces pro bowler, fue hall of famer, fue un tren nocturno en el que
ninguna franquicia se subió en ese desdichado draft. Dick “Nigth Train” Lane, uno de los tres mejores cornerbacks de
siempre tuvo que ser repescado por los Rams de Los Ángeles para acreditar una
de las trayectorias deportivas más impresionantes de la historia de la NFL y, ser considerado, muy
probablemente, el mayor undrafted de la historia.
Buñuel transmitió en Los Olvidados un hondo pesimismo en lo concerniente a la redención de los marginados, a su capacidad para voltear un destino que llevan aparejado desde su nacimiento. En The Undrafted, se desmiente esa visión pesimista de la reintegración del lumpen, y se demuestra que grandes olvidados de los draft de la NFL han logrado alcanzar las más altas cotas en los anales del football. Happy end por tanto.