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Copa del Rey: valor y baloncesto

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El General Patton definió el valor como “aguantar el miedo un minuto más”. Mucho de eso ha habido en la excepcional Copa del Rey del Barcelona, un equipo que lleva en el código genético las pinturas de guerra, que compite hasta las últimas consecuencias y que aprovechó su paso por Vitoria para sumar otro título y de paso acercar de nuevo al equilibrio un ciclo que parecía, esta vez sí, teñido de blanco. El Barcelona estuvo muy por encima de las limitaciones que le afearon horriblemente en la primera vuelta ACB y fue mejor de cabo a rabo que tres rivales terriblemente peligrosos en partidos concentrados en el tiempo: tres en cuatro días, otra mina inutilizada por un equipo acostumbrado a desactivarlas todas.

El Barcelona acabó la primera vuelta zarandeado por Estudiantes, séptimo, en la barrera del 50% de victorias (9-8) y en solfa: el estilo a debate (hablan las sillas vacías del Palau), unas cuantas derrotas sonrojantes (Valladolid y Obradoiro al frente) y proyecto cuestionado porque las sinfonías de Creus llevan un par de veranos menos afinadas de lo habitual. Pascual ha parecido un técnico atrincherado y la plantilla se ha visto atrapada entre el pasado y el presente, enredada en el galimatías que separa a los Navarro y Mickeal de los Abrines y Todorovic. No es el Barça, con sus enormes exigencias competitivas, un club de transición y guisos a fuego lento. El puzzle además ha cojeado por la mala gestión de los cupos y una reforma que dejó goteras y rodapiés levantados: no se cubrieron con la garantía prevista las necesidades exteriores en cuanto a talento y tiro y cambió el perfil interior con más ataque pero menos intimidad y defensa. Jawai y Tomic por NDong y Vázquez parecía un peligroso cambio de cemento por plastilina en una gestión enredada por la fuga abortada de Lorbek a la NBA, que condicionó la inversión con su renovación y puso asteriscos en los cimientos: conviviría con Tomic, a priori su sustituto. El Barcelona parecía seguir alejándose de la fórmula perfecta con la que apenas tres años antes -y con Pascual, recuerdo- había rastrillado Europa con un nivel de juego que le situaba entre los grandes equipos de la historia FIBA. Un equipo con Ricky desatado y con unos más jóvenes y menos castigados físicamente Navarro, Mickeal y Lorbek. Sí, pero también un equipo con un comando de especialistas que cubrían todos los roles del baloncesto moderno y encajaban con dulzura en una plantilla perfectamente armonizada. El Barcelona fue empeorando progresivamente en el relevo de los Basile, Grimau, Lakovic, Morris, NDong…

Vitoria queda atrás y todo eso sigue ahí. El Barcelona tiene cuestiones que resolver y seguramente volvería a no ser el gran favorito si la Copa se disputara otra vez el próximo mes. Y si las cosas siguen como hasta ahora no lo será si tiene que medirse con el Real Madrid a cinco partidos en los playoffs ACB. Pero insisto: en unos meses que sugieren cambio de ciclo el Barcelona ha ganado las últimas ediciones de ACB y Copa y sólo se ha dejado la Supercopa, hermana menor. Y el mismo Barça que ha dejado partidos bochornosos en lo doméstico está repartiendo martillazos por Europa con una primera fase holgada y un Top-16 hasta ahora brillante. Hasta tal punto que sólo Real Madrid y CSKA han parecido hasta ahora tan o más favoritos si se considera el formato del K.O. que alcanza máxima expresión en la Final Four. Este Barcelona con síntomas de recesión sigue siendo uno de los tres o cuatro grandes favoritos en Europa y ha ganado dos de los últimos tres títulos en España. Desde luego hay inversión, y la llegada de Oleson airea mala planificación pero también ambición y recursos, pero además hay proyecto. Desde el cambio de milenio el Barcelona ha ganado el 50% de las Ligas y Copas disputadas. En el último lustro ha amasado tres Ligas, tres Copas, tres Supercopas y una Euroliga. Todo con Xavi Pascual.

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Resulta tentador recurrir al tópico de la competitividad, de las individualidades diferenciales y del lugar idóneo y la hora adecuada. Mucho hay de eso en este Barcelona en una mística que une la última final ACB con esta Copa 2013. Siempre será así mientras sigan ahí, 94 años entre los tres, la chistera de Navarro, el yunque de Mickeal y la puntualidad de Lorbek, tan lejos de su mejor forma como incidente en los momentos calientes de los tres partidos. La corteza competitiva y la genética ganadora, así como la experiencia, son factores pero no son todos los factores. El Barcelona ha ganado por baloncesto y en una reivindicación retumbante de Xavi Pascual, que le ha puesto firma a una obra de autor a partir de las que son sus grandes virtudes como entrenador: scouting, preparación previa de partidos, dirección en embudo hacia un lugar del juego en el que las virtudes de su equipo se dan un festín a costa de los defectos del contrario.

Tremendo otra vez en planificación y ajustes defensivos, el Barcelona dio al Real Madrid una de sus tardes más incómodas de los últimos tiempos con nuevas dinámicas defensivas sobre los bloqueos que impidieron lanzar felices a Carroll y Rudy y un control del tempo que asfixió el caudal blanco pero que le permitió sumar: Pascual también ha entendido que contra este Real Madrid hay que correr y jugar en transición cuando se puede y hay que anotar cada vez que hay ocasión para ir recolectando como una hormiga lo que luego compensará los acelerones de guepardo del rival. Lo más sorprendente no fue que el Barcelona ganara al Real Madrid sino que llevó la iniciativa durante la mayor parte de los 50 minutos que duró un partido para la historia. Y con Navarro bajo mínimos. Pascual ha cedido a una nueva rotación que maximiza factores hasta ahora confusos: Sada (intangibles para el recuerdo, otra vez) casa con Navarro y permite una segunda unidad vibrante con Huertas facilitando bombas de Oleson y continuaciones al aro de Jawai. El australiano ha tenido en Vitoria pequeños ciclos de máximo impacto en el juego, su rol ideal, y el brasileño se ha destapado con 30 puntos, 27 asistencias, 6 pérdidas y 48 de valoración en 76 minutos de juego. Sólo hay que sacar las medias para entender la trascendencia de un jugador con el que parece que Pascual por fin ha entendido que es mejor dejarle ser Marcelinho, también con sus defectos, que intentar que sea un tipo de base que nunca será. Oleson no ha tardado nada en demostrar que tiene lo que necesitaba la línea exterior del Barcelona: defensa (excelente sobre Carroll), carácter y muñeca. 

El Barcelona ha encontrado además, y hablo de los dos últimos duelos directos ante el Real Madrid, formas de que sus pívots, superioridad de centímetros y talento, tengan influencia en el juego, algo que no logró en la final de la Supercopa. Y aunque nunca será Bill Laimbeer, es posible que el Real Madrid no hubiera cortado al Ante Tomic de Vitoria, 20 de valoración media, feliz en un estilo ofensivo que le va como un guante y más comprometido en esos agujeros negros que explicaban su salida del Madrid y desaconsejaban, y hablo en primera persona en ambos casos, su fichaje por el Barcelona. Sus 11 rebotes y 4 tapones en el Clásico de cuartos son el mejor ejemplo, también el más doloroso para el Real Madrid.

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Porque el Real Madrid sale de Vitoria con una cornada profunda, y negarlo sería tan ridículo como poner en solfa por esta derrota su trabajo del último año y medio. Contra el maniqueísmo: el Real Madrid es un gran equipo que tiene defectos de los que cuestan derrotas (¿hay de otro tipo?), y Laso es un buen entrenador con unas ideas muy claras y una apuesta enormemente atractiva que a veces pierde partidas tácticas y comete errores en la dirección y en las rotaciones. En Vitoria le sucedió y ni hay que ocultar que fue una derrota dolorosa y seguramente justa ni desde luego hay que caer en la histeria o el pánico. El Real Madrid es muy favorito, desde luego lo sería si se disputarán ahora mismo, en las series a cinco partidos que decidirán la ACB, y está entre el póquer de equipos que aspiran de forma legítima a ganar la Euroliga. Ha jugado algunos partidos para el recuerdo a lo largo de la temporada y el del Barcelona fue uno de ellos, también uno que salió torcido en el peor momento. El Real Madrid ha refrescado y relanzado su proyecto de forma admirable en los últimos 18 meses y todo apunta a que ganará títulos en el corto y el medio plazo, pero no ha sabido hincar el diente a uno que tuvo en el bolsillo, la última ACB, y a uno al que llegaba en destacada pole position, esta Copa que le ha explicado que no es fácil ser favorito y digerir la presión en los ambientes viciados de estos partidos a todo o nada. Un aviso para la Euroliga, uno de varios: sufre contra pívots grandes y sufre, ha sufrido siempre en las dos últimas temporadas, para defender el pick and roll desde la cabeza de la bombilla. Asuntos que CSKA o Barcelona, ya se ha visto, castigarán hasta la nausea si se citan en Londres con la Euroliga en juego.

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El mensaje positivo es que sin la inercia del juego y en un ecosistema demasiado masticado para su gusto sólo perdió tras dos prórrogas y después de tener el triunfo casi cerrado en la primera de ellas. El negativo, que de una forma u otra el Barcelona parece encontrar formas de meterse debajo de su piel, con un Navarro celestial o con muy poco de él. Y el Barcelona acabará apareciendo por lógica al final del túnel que conduce a cada título. Lo bueno es que parece superior durante casi todo el año, lo malo es que le está costando que lo parezca en los duelos directos. Sus manos serán ganadoras mientras cuente con el talento inigualable que aporta el núcleo exterior Sergio Rodríguez-Llull-Rudy-Carroll. Pero los equipos muy basados en el tiro exterior tienden al riesgo máximo en lizas a un partido. El antídoto es cerrar en defensa la zona (el Barcelona le ganó el rebote y firmó un 62% en tiros de dos muy basado en canastas cerca del aro) y buscar equilibrio y alternativas en ataque, donde le resulta difícil implicar a un juego interior en el que Begic decepciona, Hettsheimeir trata de no romper nada, Felipe se gana las habichuelas por su cuenta y Slaughter exhibe músculo e intensidad a la vez que falta de fundamentos y problemas ante los jugadores de siete pies, que no abundan en muchas partidos pero suelen estar enfrente en LOS partidos. Estos cuatro jugadores sumaron ante el Barcelona 14 puntos, 14 rebotes, 15 faltas personales, 2 tapones y 4 pérdidas. Saldo muy negativo.

Así que una de la claves para que el Real Madrid se enhebre como un equipo más equilibrado y profundo está en Mirotic. Nunca será un equipo, ni por ritmo ni por sistemas, apto para que decidan los hombres altos, pero en la otra punta del espectro está un juego nocivo en el que estos apenas se limitan a poner bloqueos y en el que la circulación apenas toca las posiciones interiores. Eso obliga a acertar mucho por fuera y aunque el Real Madrid tiene caudal para hacerlo, metralla exterior casi infinita, no debería convertirlo en obligación. Con Suárez ajeno en tantos partidos trascendentes, Mirotic es el nexo de unión entre el perímetro y la zona y, no lo olvidemos, un talento de profundidad maravillosa. Esta es una crítica que, advierto, sólo puede salir de alguien que le tiene en la máxima consideración como jugador: sigo esperando el salto definitivo, el que le haga trascendente en estos partidos o al menos el que le haga fabuloso en muchos partidos seguidos y en muchos minutos de esos partidos. Sigo esperando y me doy cuenta de que tiene 22 años y el mundo, y la vida, por delante. Pero odiaría ver a Mirotic establecido definitivamente como un jugador de climas fríos, con sus triples desde las esquinas y acciones de seda pero también con disimulo defensivo y grandes números que no equivalen a gobierno de partidos y aroma a MVP. Creo que llegaremos al firmamento Mirotic pero creo también que el Real Madrid le necesita ya en esa versión más de lo que el propio equipo cree.

Creo que, en la costalada de cuartos, Laso manejó mal la rotación, a destiempo con los pívots y con Rudy y Llull agotados en el tramo final. El Real Madrid tiró 39 triples pero esta vez eso mostró más angustia ofensiva que la alegría con el gatillo de otras veces. Y creo que se ha hablado demasiado de los 17 triples que intentó Llull. Muchos más de lo normal y de lo saludable, por supuesto, pero quizá más síntoma del problema que problema en sí. Creo que Llull es un jugador con una tendencia al 'hero-ball' que hace saltar a los aficionados del sofá, para bien muchas veces, para mal otras. Y es tan obvio que tomó malas decisiones, y no por primera vez, como que sostuvo al equipo en momentos delicados y que la crucifixión habría sido coronación si unos cuantos más de esos tiros hubieran entrado. Tengo la sensación de que se ha castigado más la falta de puntería que la de criterio y creo que Llull sigue teniendo cosas que mejorar pero es un jugador mejor ahora que en los últimos coletazos de la era Messina/Molin. En crecimiento, por lo tanto.

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La Copa ha afilado la sensación de fractura entre Real Madrid y Barcelona con respecto a sus perseguidores, los más legitimados Baskonia y Valencia. Al final los presupuestos pesan toneladas y se puede apostar un puñado de euros por una final con los dos gigantes a pesar de la tozudez de unos rivales de enorme mérito, seguramente el mejor un Caja Laboral con mimbre para ganarles pero en un evidente escalón inferior: en las últimas semanas ha jugado dos veces en Vitoria partidos trascendentales ante el Barcelona, en Euroliga y Copa. En los dos el Barça tuvo que sudar la gota gorda pero los dos los acabó gobernando con puño de hierro.

La Copa me dejó además la pena de no ver al Estudiantes competir, con English o sin él. La dramática ausencia del escolta le ha dado rango de MVP, explicó por sí sola la derrota de un equipo que se quedó en el hotel con junto a su descompuesta estrella, superado por la aflicción en lo emocional y por la ausencia el ejecutor de casi todos sus sistemas en la cancha. La Copa transcurrió sin Unicaja, una obviedad que esconde el perpetuo desastre en el que lleva demasiado tiempo instalado ese equipo que, además, tenía plantilla de sobra para estar en Vitoria vaivenes institucionales al margen. Repesa no da con la tecla en una era que parece la de los técnicos patrios. No sólo Pascual y Laso: Moncho Fernández y su Obradoiro que no estuvo pero pudo y seguramente debió, Abós y su aritmético CAI y un clásico como Pedro Martínez, un excepcional gestor que casa como nadie con el extraordinario proyecto de Gran Canaria, una afición inolvidable y la eterna multiplicación de los panes y los peces en el corte y confección de plantillas. De su excelente hacer habla su presencia y su papel pero también la de otros protagonistas del fin de semana: Jaycee Carroll, CJ Wallace, el propio English… hijos de su ojo y su mano. Y de ellos a Nelson, Toolson o Newley. Un gran equipo, un milagro perpetuado en el tiempo. Y digo milagro donde debería decir trabajo, trabajo y más trabajo. Casi siempre es así aunque nos encante dar coba a la fortuna y sus veleidades, que también juegan al baloncesto y que en Vitoria se pusieron del lado del que aguantó el miedo un minuto más, del más valiente. O simplemente del que jugó mejor: el Barcelona Regal.