Ravens 34 - 49ers 31
Mariano Tovar
La noche fue de apagones. Primero fueron los 49ers, que estuvieron empanados toda la primera mitad y los primeros instantes de la segunda. Luego se apagaron los focos del Superdome, lo que retrasó el partido durante 36 minutos en los que los de San Francisco resucitaron. Cuando volvió la luz fueron los Ravens los que se apagaron, para terminar ganando de milagro y con una jugada genial de su entrenador (34-31).
La gran fiesta del deporte quedó marcada por un problema organizativo que posiblemente termine siendo lo más comentado, incluso por encima de la sensual actuación de Beyoncé. La teta de la Jackson, que tanto escándalo provocó en su momento, se quedó en un juego de niños comparada con el voluptuoso show de Beyoncé, que hipnotizó a todos los espectadores con sus coreografías y sus piernas interminables.
Los de Baltimore no tuvieron piedad durante los primeros minutos y llegaron al descanso con un resultado más que holgado 21-6. Pasaron por encima de unos Niners a los que les pudo el miedo escénico, la inexperiencia y la falta de recursos.
Baltimore, plagado de jugadores veteranos y bregados en mil batallas, planteó desde el primer instante un partido serio, sin concesiones y sobre todo, fundamentado en la ortodoxia, en el que destacó un jugador por encima del resto. Su quarterback, Joe Flacco, sacó la varita mágica para regalar a los aficionados un festival inolvidable de pases de todos los tipos, marcas y colores. En la primera mitad ya había encontrado ¡siete receptores diferentes! Lanzaba en corto, en largo, a los laterales y al centro. El catálogo completo. La defensa de San Francisco estaba desarbolada. Era incapaz de frenar la riada que se le venía encima.
El ataque de los Niners no funcionaba. Todo le salía mal. Y eso que los Ravens defendían con diez. El mítico Ray Lewis justificó su retirada anunciada con una actuación plagada de placajes fallados, pérdidas de colocación y despistes. Pero daba lo mismo. Primero fue un sack al quarterback, Kaepernick, cuando estaba muy cerca de la zona de anotación. Luego fue un balón perdido por LaMichael James cuando su equipo estaba a distancia de field goal. Por último, Kaepernick lanzaba una intercepción clamorosa. El balón viajó directamente a las manos de Ed Reed, defensa rival, que pudo cogerlo con toda la calma del mundo. Los tres errores fueron decisivos y dejaron a San Francisco casi sin margen de maniobra.
A esas alturas Kaepernick estaba como un flan. El partido le quedaba demasiado grande. La inexperiencia encogió su brazo, que no funcionaba con el desparpajo habitual. Tampoco conseguía correr con peligro, como ha hecho en otras ocasiones cuando todo lo demás fallaba. Los Ravens incluso se permitían la frivolidad de intentar una jugada de fantasía en un field goal. No funcionó. John intentaba no solo ganar, sino también humillar a Jim en la Super Bowl de los Hermanos Harbaugh.
Para rematar la faena, Jacoby Jones anotaba un retorno de 109 yardas en la primera jugada de la segunda mitad. 28-6. Curioso. Cuando los Ravens ganaron su anterior Super Bowl, también consiguieron un touchdown de retorno de Jermaine Lewis.
Entonces ocurrió lo imposible. Se fue la luz. Literalmente. Apagón en el Superdome. El partido estuvo parado más de media hora en la que los Niners recuperaron la fe y los Ravens dieron el duelo por concluido. Y como consecuencia, tras la reanudación los de San Francisco anotaron 17 puntos segundos sin respuesta. 28-23. Frank Gore corría a placer, Kaepernick recuperaba la sonrisa y comenzaba a enlazar pases peligrosos. La máquina de los 49ers se había puesto en marcha.
El último cuarto empezó con un field goal de los Ravens (31-23). Habían estado contra las cuerdas pero parecían recuperarse. Nueva serie de San Francisco y nuevo touchdown, aunque esta vez no conseguían anotar la conversión de dos puntos que hubiera significado el empate (31-29). Los de Baltimore volvían a tener el balón en un choque que se había convertido en locura. Muy conservadores, solo consiguieron un field goal (34-29). Kaepernick y compañía tenían cuatro minutos para atravesarse el campo y anotar el touchdown de la victoria.
Pero se ahogaron casi en la orilla. Se quedaron en la yarda 5. Le devolvieron el balón a los Ravens con 12 segundos por jugar. La patada de despeje no podía ser muy lejana. Aún cabía la posibilidad de que San Francisco intentara un pase imposible a la zona de anotación, lo que se suele llamar un Ave María, para conseguir una victoria milagrosa. Ahí fue cuando John superó a su hermano con una jugada genial heredada de Bill Belichick, entrenador de los Patriots. ¡Se dejó anotar un safety! (34-31) Su punter no pateó el balón. Se lo guardó todo el tiempo que pudo para salirse del campo por la end zone tras consumir ocho segundos de oro. Los Ravens volvían a despejar, pero esta vez en mejor posición de campo y dejando cuatro míseros segundos a sus rivales. La opción del pase milagroso quedaba descartada. El retorno, a la desesperada, fue el epílogo de un partido de apagones, que terminó con una iluminación de John Hargaugh, y una decisión genial que pasará a la historia de la NFL.
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