El partido empezó con unos Falcons meteóricos. El Georgia
Dome era una fiesta. Su equipo se puso 17-0 en un visto y no visto con una
sinfonía atronadora de Matt Ryan. Su línea, perfecta casi todo el partido, le
daba todo el tiempo del mundo para que Julio Jones acumulara yardas y
touchdowns a un ritmo insoportable para sus rivales. La defensa de los Niners
estaba completamente desarbolada y ninguno de sus ajustes funcionaba.
El choque fue desde entonces un toma y daca hasta el
descanso. Los 49ers anotaron dos touchdowns seguidos pero Matt Ryan fue capaz
de conducir a su equipo hasta una última anotación justo antes del descanso de
la mano de Tony Gonzalez. 24-14 y en el tercer cuarto empezaban atacando los
visitantes.
La segunda mitad empezó con los 49ers anotando con
facilidad. (24-21) con una carrera de Gore. Todo por decidir. Pero a partir de
ahí se acumularon los errores. La tensión del partido pudo con casi todos sus protagonistas,
que de repente se vieron jugando a la ruleta rusa casi en cada jugada.
Quedaba todo el último cuarto y los Falcons comenzaban a
atacar en su propia yarda uno con ventaja en el marcador (24-21). Demasiado
campo por delante, demasiada presión. Tres y fuera. San Francisco volvía a
tener el balón. Y no lo desaprovechó. Touchdown en seis jugadas. Gore, el héroe
que se había echado el equipo a la espalda tras el inicio desastroso, fue quien
culminó la remontada (24-28).
Los Niners, el equipo de Montana, los que dieron a conocer
este maravilloso deporte al mundo entero, los primeros colores para muchos
aficionados, vuelven a la Super Bowl
18 años después. Jim Harbaugh ha conseguido el milagro. Ya están a un solo paso de
recuperar lo que era suyo, el anillo de campeones.