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La importancia de la primera vez

Míchel y Julio Velázquez han sido los últimos entrenadores destituidos en nuestro fútbol profesional. Del Nido se cargó al madrileño y éste desperdició una histórica oportunidad de haberse postulado para el banquillo del Real Madrid a corto plazo. De haber hecho un gran papel en el Sánchez Pizjuán, hubiera protagonizado muchas portadas en verano. Tiene buena prensa. Ahora, al salir por la puerta de atrás, obligará de nuevo a Quilón, su agente, a remangarse. Su sueño se aplaza. El Villarreal, por su parte, ha decidido que la temporada de su técnico al frente del primer equipo en Segunda dista mucho de lo esperado. A pesar de estar en puestos de playoff. Por eso, ha cambiado por completo de estrategia y le ha sustituido por un técnico experto en ascensos, Marcelino, para intentar llegar a tiempo a la hora de la verdad. La apuesta del Submarino Amarillo a principio de temporada había sido contratar al malogrado Manolo Preciado. El adiós del cántabro sorprendió a todos, pero el club castellonense respondió a los problemas con un ejercicio de confianza máxima al jugársela con un producto de la casa tras, eso sí, negociar con un par de candidatos. Le dio al último preparador del filial su alternativa en la élite, a pesar de sus 31 años, como había hecho un año antes con Molina. A pocos kilómetros, su vecino, el Valencia, había hecho algo similar con Mauricio Pellegrino. Se ve que está de moda. El ejemplo del Barcelona cunde y contagia. Y eso que en el historial del excentral argentino pesa bastante más su experiencia como ayudante de Rafa Benítez que como entrenador titular de las categorías inferiores de Paterna.

Estos experimentos han salido mal, como algún otro más de estas mismas características que escasean en España y en el extranjero. Y es duro. Pónganse en la piel de quien lleva años preparándose para su primera vez, en campos de tierra, amaestrando chavales, comiendo horas de carreteras en autobús, siempre a la fría sombra; y cuando llega el gran día pega un gatillazo. Para nosotros supone un fastidio por el hambre que desprenden. Para ellos es un drama por la impotencia que sienten. Por la cabeza de los afectados puede que no haya ahora ni horizonte. Donde veían un futuro maravilloso que les rescatara de la modestia ahora imaginan un retroceso irreparable en sus carreras. Sin embargo, tienen que tener fe. Muchos referentes de su gremio comenzaron tropezando.

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Pellegrino

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Llegar como novato y triunfar a las primeras de cambio no es lo habitual. Salvo si ahora perteneces al Barça, y Messi, Xavi y compañía te llevan en volandas. Y es que el salto entre las categorías regionales y la Primera o Segunda División es grande para un entrenador, sí; porque ha de manejar los mismos conceptos que antes más un montón de fenómenos extras igual o más importantes: prensa, afición, entorno, presión, egos... Pero la diferencia cualitativa es mucho más acentuada para los jugadores, que al final son a los que uno se encomienda para ejecutar un proyecto. En el fútbol amateur, con más igualdad y menos trascendencia, la mano del entrenador puede verse de manera más clara y arriesgada, aunque la menor calidad distorsione los planes. En el profesional, o tienes mimbres comprometidos o normalmente estás muerto. Por mucho que inculques. Por mucho que sepas. La psicología y la gestión del vestuario valen casi más que la táctica o las estrellas que decoran la solapa. No creo que el Granada estuviera en puestos Champions con Mourinho ni el Madrid rozando el descenso con Anquela.

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Delbosque-guardiolaClaro que ha habido casos de entrenadores que han triunfado en su primera oportunidad en España en lo más alto. Sin necesidad de mili y con la desconfianza en el ambiente. Y hay que aplaudirles. Incluso ganaron Ligas. Como José Villalonga. Y Copas de Europa, como Vicente del Bosque y Guardiola. Pero entrenando al Madrid y al Barcelona. Esto no es lo cotidiano. Al propio Del Bosque, experto y conocedor del Bernabéu, le costó demasiado asentarse. Tras unas primeras etapas en el club de su vida como exitoso entrenador ‘apagafuegos’ que reaparecía cuando había una destitución en la casa, en noviembre de 1999 le ofrecieron ser el piloto oficial de la escudería. Y defraudó de primeras. No le costó el puesto, que quede claro. Y por ello pudo levantar luego dos Champions de forma brillante. Pero estuvo rodeado de críticas en su primera vez. Algunas aún perduran todavía. Su Madrid arrancó con un empate en casa ante la Real (1-1), perdió en Vigo (1-0) y de inmoló ante el Zaragoza (1-5). Don Vicente no daba crédito: “Eso es una afrenta al club y la reacción del público es lógica”, dijo. A las pocas semanas jugó el Mundial de Clubes y  acabó cuarto tras perder ante el Necaxa por penaltis. Miren ahora. Con Guardiola también pasó algo parecido. Recuerden su debut en Soria (2-1 ante el Numancia) y su siguiente empate en casa ante el Racing (1-1) y, cuando acaben, revisen las portadas de los deportivos. La confianza es, pues, la clave del invento. Ellos pudieron caer nada más arrancar y, aun así, se mantuvieron para alcanzar la gloria. Como JIM, Djukic y Jémez, tres modestos a los que les han puesto su primer gran toro enfrente y están respondiendo de maravilla.

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PuskisSi Julio Velázquez y Pellegrino, o quien se sienta tan débil ellos, quieren beber esperanza, que vayan a la mejor fuente posible que es la que emana de las hemerotecas. Allí encontraran todo nuestro pasado futbolístico y mil casos como el suyo cuyo final de trayecto firmarían ahora mismo. De todos ellos yo me quedo con el de Ferenc Puskas. El mito madridista fue entrenador después de brillante futbolista y goleador. Y para empezar su aventura técnica, acaparó todo el poder en el Deportivo Alavés. Como si se tratara de un máster. Era director deportivo y entrenador. Unas veces una cosa. Otras, las dos. Dirigía, contrataba y, cuando podía, hacía la alineación. El equipo vitoriano, con el que el Madrid ha compartido 26 jugadores y un gerente (Zárraga), se puso en manos del húngaro en 1968. “Fue un lujo que nos permitimos”, recuerda Juan Gorospe, presidente de la época. El Alavés estaba recién ascendido a Segunda y con este fichaje pasó a tener más de 4.000 socios. Algo impensable para la época. Puskas no pudo sentarse al principio como entrenador por esas cosas de la administración, así que lo hizo Eizaguirre. Y ocurrió lo peor.

Ese año descendían cuatro equipos a Tercera directamente y otros cuatro promocionaban. El equipo de Puskas quedó octavo por la cola y jugó la promoción ante el Bilbao Athletic. En los días previos, Sarasola, que era uno de los pilares que ya apuntaba al Español, murió en accidente de tráfico y su pérdida deprimió al equipo. El Alavés perdió la eliminatoria a doble partido y descendió, ya con Puskas en el banquillo y con Eizaguirre en su casa. A la siguiente temporada, Puskas intentó recomponer el desaguisado y puso como técnico a Arsenio Calvo. Más como escudo que por convicción. Él era quien mandaba y hacía los onces a escondidas hasta que el Indautxu le delató. En ese año 1969 se reestructuró la Tercera para configurar los 17 grupos actuales, por lo que la Federación dictó que 12 equipos se mantendrían y que ocho bajaban directamente. El Alavés descendió otra categoría más el 6 de enero de 1970, a las mazmorras del futbol español, y en el último partido frente a la Cultural Leonesa hubo intentos de agresión al nuevo presidente, Jaime Gómez. Se acabó el dinero y Puskas se tuvo que ir a buscarlo a otros sitios tras un fracaso absoluto. Luego, cosas de la vida y de la confianza en el talento, el Panathinaikos llamó a su puerta a pesar de todo (foto inferior) y le hizo subcampeón de Europa. Nada es como empieza. Sino como acaba.

Puskas