Falcons 30 – Seahawks 28
Mariano Tovar
Los Falcons les sacaban 20 puntos a los Seahawks a falta de un solo cuarto. Y lo importante no era la diferencia. Eran las sensaciones. El ataque de Atlanta cruzaba el campo a placer y se comía el reloj. Por muy bien que jugara Wilson, no parecía que tuviera tiempo para consumar la remontada. ¿Tiempo? ¡Si de algo hubo de sobra fue tiempo! En un increíble final de infarto hubo espacio para la remontada, la re-remontada y encomendarse a los santos. Que Mike Smith, entrenador de los Falcons, hizo todo lo que estuvo en su mano, y hasta el último segundo, para que su equipo perdiera.
Los tres primeros cuartos fueron casi un monólogo. Los Seahawks echaban de menos a su estrella defensiva, Chris Clemons, y no encontraban soluciones para presionar a Matt Ryan, que repartía juego a placer a pesar de una temprana intercepción que no tuvo consecuencias. Roddy White, Julio Jones, Michael Turner y Jacquizz Rodgers quemaban una y otra vez a la defensa visitante, que era incapaz de interpretar el juego variado de sus rivales. Mención aparte para Tony Gonzalez. En las pocas ocasiones en que la defensa de Seattle metía a Ryan en problemas, aparecía el veterano TE para solucionar el entuerto.
Los Seahawks, presionados por el resultado desde el principio, decidieron arriesgar para intentar sobrevivir. Se jugaron un cuarto down cuando tenían un field goal sencillo y regalaron los últimos segundos antes del descanso en vez de lanzar entre palos. Seis puntos que al final se convirtieron en decisivos. A los de Seattle les faltó paciencia.
20-0 en el descanso. La segunda mitad olía a trámite, pero durante el segundo cuarto había sucedido algo que marcó el resto del partido. John Abraham, el jugador clave de la defensa de Atlanta, salía del campo lesionado. Así que Wilson arrancó tras la reanudación con mucho más tiempo y espacio para jugar. Seguía sin sacar el máximo partido a su option, ya que los Falcons la frenaban con contención, pero conseguía el primer touchdown de su equipo en un pim-pam-pum meteórico y devolvía la esperanza a los suyos. Ya no importaba que Lynch fuera incapaz de correr por el centro. El QB se había echado el equipo a la espalda y parecía poder con todo. La siguiente serie de los Falcons fue un jarro de agua fría para los Seahawks. Ryan se atravesó el campo con parsimonia insultante, sobrado, y le daba un gran bocado al reloj antes de anotar.
Y así empezó ese último cuarto increíble. Los de Carroll perdían 27 a 7 y se les acababa el tiempo. En un suspiro llegó le segundo touchdown de Wilson, esta vez de carrera. Y cuando nos acomodábamos para ver otra vez a Atlanta atravesarse el campo con calma, Matt Ryan lanzaba un pase innecesario que terminaba en intercepción. Comenzaba a sentirse el histerismo en la grada del Georgia Dome. Wilson había entrado en resonancia y conectaba con Miller para dejar a su equipo a seis puntos a falta de nueve minutos. Ataque de Atlanta. Tres y fuera. Otra vez Seattle. Wilson no está tan fino y tienen que despejar. Pero a esas alturas los Falcons estaban desquiciados por la presión. Nuevo fracaso en ataque y nuevo despeje. Quedaban tres minutos y Wilson tenía en sus manos la marcha de la victoria. Y vaya si marchó. Lynch adelantó a los Seahawks y hasta les sobraron 30 segundos. 27-28.
Entonces Matty Ice hizo honor a su apodo y se atravesó el campo en 18 segundos. Como un meteoro, para dejar el balón a punto para la patada de Bryant. Tuvo que aparecer Mike Smith para cometer su error más grave en una jornada de decisiones cuestionables. Pidió que el reloj se parara a trece segundos del final en vez de esperar al último instante para que el field goal de su equipo fuera la jugada que cerrara el partido. Bryant no falló y adelantó a los Falcons (28-30), pero Bosher no estuvo tan fino en la patada de despeje. Quiso que fuera corta para impedir el retorno, pero se convirtió en ridícula.
Trece segundos y Wilson volvía a tener el balón. Le quedaban dos tiempos muertos. Se encomendó a La Virgen y rezó un Ave María mientras lanzaba a la end zone en busca de un nuevo milagro. Esta vez no pudo ser. Julio Jones cerró un partido que durante tres cuartos fue una lección táctica y en el último se transformó en locura.
Smith por fin consiguió que sus Falcons ganaran un partido de postemporada. Eso sí, hizo todo lo posible para evitarlo. Ahora les esperan los Niners en la final de conferencia. Entonces no podrán permitirse tantos regalos.
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