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Broncos 35-Ravens 38

La madre de todas las batallas terminó con una intercepción a Manning

Mariano Tovar

Estamos equivocados. El football no es un deporte. Es una guerra. Con misiles intercontinentales, divisiones Panzer atravesando la estepa a velocidad vertiginosa y sin hacer prisioneros, emboscadas, bombardeos, combates en las trincheras y golpes de mano geniales. Héroes muertos y valientes desconocidos. Incluso los espectadores tuvimos que ver la memorable victoria de los Ravens con chaleco antibalas. Y no digamos los que poblaban las gradas del Invesco Field, ahí debió haber hasta miembros congelados y amputaciones.

La gran batalla se vivió a más de diez grados bajo cero. El General Invierno no se quería perder el mejor fin de semana de football de todo el año. Como siempre, tiene abono de lujo y en primera fila. Peyton Manning saltó al campo con guantes y comenzó el debate. ¿Mantendría su tacto prodigioso debajo del tejido? La discusión ya era encendida y el partido ni siquiera había arrancado.

Cuando la guerra empezó no quedó espacio para debates. Touchdown de retorno de Holliday (Broncos) casi de salida. Bombazo de Flacco a Torrey Smith para empatar el marcador cuando la grada aún lo estaba celebrando. Intercepción a Peyton Manning retornada para touchdown en la siguiente serie de los Broncos y empate a catorce tras un drive magistral de Peyton que enmendó de inmediato su error anterior. Aún quedaba gran parte del primer cuarto y estábamos todos sudando, agotados, incapaces de aguantar el ritmo de un choque que viajaba a la velocidad de la luz.

Todos esperábamos a unos Ravens conservadores, controlando el reloj y manteniendo fuera del campo a Peyton Manning, y a unos Broncos explosivos, bajo la dirección de uno de los QBs más grandes que ha dado este deporte, pero los papeles estaban absolutamente cambiados. Flacco lanzaba pases profundos, buscando derribar a su presa del primer disparo. Manning torturaba a sus rivales con drives larguísimos. Jugando con terceros downs y moviendo el balón a placer gracias al tiempo que le daba su línea ofensiva.

Y así se mantuvo la batalla hasta el descanso. Mientras los locales avanzaban tranquilos, pero inexorables, los Ravens vivían de los latigazos de su QB. Las dos fórmulas funcionaban. Moreno volvía a adelantar a los Broncos y minutos después Flacco lanzaba otro balón estratosférico que Torrey Smith convertía en su segundo touchdown.

La segunda mitad empezó como la primera. Holliday hacía historia anotando un touchdown en el retorno de la patada inicial para ser el primer jugador que conseguía anotar en un retorno de punt y en otro de kick off en el mismo partido de postemporada.

Pero Moreno, el corredor titular de Denver, tuvo que abandonar el partido y todo se volvió más difícil para el ataque de los Broncos. La línea, que hasta ese momento había frenado en seco a la defensa rival, comenzó a tener vías de agua y Manning ya siempre lanzó bajo presión. Los locales perdían el ataque terrestre mientras que sus rivales lo encontraban. Ray Rice primero rompía la defensa con una carrera larguísima y poco después anotaba un touchdown. El partido volvía a estar empatado y quedaba el último cuarto.

Peyton Manning siempre ha sido criticado por rendir mucho menos en playoff que en temporada regular. El fantasma de su maldición comenzaba a cernirse sobre Denver cuando el mito conseguía completar una serie larguísima que terminaba con un pase a Demaryius Thomas. Los Broncos volvían a adelantarse y el partido parecía decidido para los locales. La batalla había sido intensísima y el ritmo endiablado. Todos estaban agotados, destrozados por los golpes, machacados por el frío. Ningún jugador parecía tener ni una gota de fuerza más.

Entonces sucedió el milagro. En el último suspiro, a falta de 30 segundos, cuando en las gradas ya se celebraba la victoria, Flacco sacó un pase imposible, de 70 yardas interminables, que cayó como un milagro en los brazos de Jacoby Jones para provocar la prórroga.

El tiempo extra fue una agonía. Todos los jugadores estaban destrozados. La sensación era que ninguno podría anotar, ni sumar una yarda más. El campo de batalla estaba sembrado de cadáveres. Y así, cuando terminaba la primera parte de la prórroga y la historia comenzaba a eternizarse en tierra de nadie, Peyton Manning resucitaba su maldición y lanzaba una intercepción que pocos instantes después le costó a su equipo la vida.

Así terminó la madre de todas las batallas. Peyton Manning, el mismo que había conseguido que su equipo tocara el cielo durante la temporada, fue su verdugo y ejecutor. Los Ravens siguen en la lucha. Ganaron como nadie se esperaba, a bombazos, y como siempre lo han hecho, entregando hasta la última gota de sangre. El último baile de Ray Lewis aún tendrá que esperar.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl