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Noche para el recuerdo: San Fred, San Tony y la india que me comió la cara

Actualizado a

Dani Hidalgo

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Un relato sobre la suerte que tuve de vivir el partido que los Redskins han declarado en un comunicado como “el mejor en casa de temporada regular de la historia.

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22 de diciembre 2012. Los Mayas se equivocaron y la raza humana sigue en pie. Prueba de ello es que he aterrizado en Washington sano y salvo y con ganas de desconectar de la vida laboral de Madrid. Lo cierto es que había pensado mil veces (y hasta declarado en un Blue 42! previo) la ilusión que me hacía ver el Redskins-Eagles sin necesidad del Game Pass. Esa misma tarde, mi amigo Miguel me escribe preguntándome: “Illo, ¿vas a acercarte al FedEx?”. La verdad es que en ese momento no se me había ni ocurrido. Tenía en mente ver el partido de los Eagles del 23 en casa y ya había quedado con colegas de la uni en Nueva York a partir del día 28. Con un sentido de la urgencia tremendo empecé a ver precios de trenes y entradas para ver el partido en Philly del día siguiente. Nick Foles, un equipo completamente venido abajo, madrugar y los Redskins con un RGIII ‘medio cojo’... No merecía tanto esfuerzo. Fue entonces cuando vi que el Cowboys-Redskins era el día 30 de diciembre y en FedEx Field. Mi avión partía a Madrid justo el día después. A mis amigos neoyorquinos les dije que, lo siento de corazón, pero...

Las entradas de todos los partidos de los Redskins en temporada regular (como las de muchos equipos) están vendidas desde el primer día. De hecho, según la localidad que uno desee, hay gente que se pasa décadas en lista de espera para conseguir los ‘season tickets’ (abonos). Tampoco ayuda que el majete de Dan Snyder vaya añadiendo y restando asientos (según la demanda) para mantener el récord de tener todo vendido. Por lo que acudí a los canales necesarios cuando uno está lo suficientemente loco para intentar conseguir entradas una semana antes de un discreto Cowboys-Redskins que decide la NFC Este...

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Lo primero que hice fue mirar Craigslist, un portal de anuncios en el que puedes encontrar un poco de todo: desde un abuelo que busca una jovencita que le lave los pies, hasta alguien que intercambia dos entradas de los Washington Wizards por un Big Mac. Esto lo hice como un “uno nunca sabe...”. Esta opción además no es segura ya que tienes que encontrarte en persona con el vendedor (salvo que se trate de un billete electrónico). Después, miré en los dos portales más frecuentemente utilizados. El primero es Stubhub.com, una web que consiguió lo poco imaginable (hace varios años) en EE UU: hacer de la reventa algo legal. StubHub tiene un formato atractivo en el que puedes buscar los precios de diferentes entradas según el sector del campo que te interese. La razón que es legal es un alto coste de gestión, habitualmente un 10% de cada entrada, cuya organización deportiva en cuestión (NFL, NBA, MLB, etc...) ve tajada. El otro que miré, y acabé usando, es el TicketMaster Ticket Exchange of the NFL, casi igual a StubHub en todos los sentidos, sólo que gestionado por una empresa de mayor nombre. Lo bueno de ambas webs es que en unas horas te las mandan por correo electrónico y las puedes imprimir.

Mi preferencia era conseguir lo mejor posible sin perder el norte. Se trata de un partido de los grandes, nunca había visto un Cowboys-Redskins en persona y pasaron ya seis años desde mi última visita a FedEx Field. Quería estar lo más cercano al campo posible. Si alguien me regalaba dos entradas en el graderío superior las hubiese amablemente rechazado. Pero esto era una locura... Las dos primeras filas en el estadio de los Skins se llaman ‘Dream Seats’ y el valor de cada una de ellas se aproxima a los 1.500 dólares (1.130 euros). Ese es el precio que tenían en las webs de reventa y, según lo que me contaron, las que tienen habitualmente. Los ‘Asientos de Ensueño’ son los más cercanos al campo y el plus es que tienes a alguien que te atiende y te trae comida y bebida ‘gratis’ a lo largo del partido. A mí lo de la comida me parecía secundario y busqué por algo parecido en ubicación pero sin ese lujo. Y lo encontré: en el sector 103, segunda fila (realmente la cuarta, ya que no se incluyen las dos filas de Dream Seats), en la banda de los Redskins (entre las yardas 20 y 30).

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Mientras, el tiempo pasaba lentamente. Mis familiares abrían sus regalos en Noche Buena y yo sólo pensaba en el que me hice a mí mismo. Bueno, y a mi amigo Phil, que a cambio se aseguró que su hermana nos llevara al estadio de ida y vuelta. Uno de los grandes inconvenientes de FedEx es que no se encuentra en Washington, sino en una localidad llamada Landover del estado de Maryland. En los años previos al FedEx Field, apenas contaba con 5.000 habitantes y una tasa de criminalidad muy alta. De hecho, en décadas anteriores se construyó un gran centro comercial, pero varios sucesos violentos asustaron a los clientes y tuvieron que cerrarse casi todos los negocios. Hoy en día cuenta con unos 20.000 y un montón de viviendas simétricas nuevas. De hecho, para darle color ponen nombres a las calles como “Gibbs Way” (por Joe Gibbs) o “Spectator Avenue” (avenida del espectador). El acceso no es bueno, y menos aún cuando hay miles de coches intentando entrar y salir en los días de partido...

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"¿Que cambian la hora de nuestro partido al de la franja horaria nocturna? ¡Así me gusta! Prime time, baby! Sienta bien cuando tu partido es el único que se disputa y todo el país te está viendo" —DeAngelo Hall (#23 de los Redskins)

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En los días previos al partido, CBS, que tiene los derechos de los partidos de las 13:00 horas (19:00 en España peninsular), se llevó un enorme disgusto cuando la NFL cambió la hora del Cowboys-Redskins a la franja de las 20:30 y los derechos a la NBC. A mí, personalmente, me impactaba por el hecho de haber comprado entradas para un partido diurno. En mi cabeza me imaginé madrugar, tener la luz del día durante el partido, hacer Tailgaiting (comer barbacoa, beber, escuchar música en el párking del estadio) con algo menos de frío... Pero se me pasó esta preocupación extraordinariamente rápido. Este partido iba a decidir, con bastante seguridad, el campeón de la NFC Este y venía en forma de una de las máximas rivalidades de toda la NFL. Los espectáculos así se juegan de noche...

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30 de diciembre, 2012. GAME DAY. La camiseta de juego que encargué del 80 aniversario de los Redskins con el nombre de Fletcher y el número 59 no ha llegado. Bajón. Pero tengo mi curiosa gorra de los Skins con orejeras incorporadas y una ilusión que me cuesta contener. No consigo llegar al momento en el que puedo por fin salir por la puerta de mi casa: agarrar teléfono... Llamar... Volver a colocar teléfono en su sitio... Meter cámara en mi bolsillo... ¿Llaves?... OK. Todo en orden. Me siento en el banco del metro y... tengo el teléfono inalámbrico en el bolsillo trasero. ¿Qué hago con esto? Pues nada, en el estadio podré sacarlo, decir “dígame” y hacer la broma de lo atrasados que vamos en Europa...

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Tras un buen trayecto de coche la hermana de Phil nos deja a medio kilómetro del estadio y dice “yo de aquí no paso”. Veo al FedEx Field en la lejanía, ya escucho el ruido de la gente, huelo comida y siento football. En el camino vemos a la policía arrestar a tres tipos delante de sus coches, suponemos que por hacer reventa. Y, por fin, llegamos al párking del recinto casi tres horas antes del partido (os dejo aquí un enlace sobre Tailgating) y con ilusión máxima por poder tomar unas cervezas y comer unas alitas al aire libre y entre el más puro cachondeo.

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(Por desgracia no me funcionaron mis vídeos, adjunto este de unos desconocidos para dar una idea)

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Phil tiene un primo (algo sobrado de peso) de unos 135 kilos. Lo que sucede es que sale con una Redskinette, una cheerleader de los Redskins. Aparte de causar un asombro general por su logro, asiste a todos los partidos en casa y, como buen veterano que es en el arte del Tailgaiting, optamos por encontrarnos con él. La odisea por un parking ya alborotado iba a ser interesante. Nuestra meta era encontrar el Platinum Parking y, de momento, nos encontrábamos en el sector ‘A’. Lo que vimos ahí fueron los aficionados más ruidosos, más bailarines, a veces incluso impidiendo que pasen coches. Eran aficionados de un toque más urbano, escuchando la música típica de Washington: el Go-Go. Ahí también vi a alguien pisando una camiseta de Dallas de Ware ante la mirada de un hincha de los Cowboys que portaba una bandera gigante. Pese a todo lo que había en juego, todo era buen rollo. “Los Redskins son una mierda, pero lo que importa es la deportividad” le escuché a un aficionado de Dallas que posaba delante de un coche cuya matrícula era ‘FDALLAS’ (abreviación de Fu*k Dallas). En nuestra continua busqueda del aparcamiento de platino pasamos por una zona diferente en la que todo eran excentricidades: un camión de cargamento convertido en un Transformer de los Redskins, con una tele gigantesca de plasma en la parte de atrás, incluso vi a la famosa RG3 Woman saludar desde el techo de un autobús escolar completamente teñido de los colores locales.

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Por fin llegamos a la zona de platino, la de lujo, que se diferenciaba por tener techos para los coches y una mayor proximidad al estadio. Ahí conocí al primo de Phil, que para alivio mío nos indicó que volvíamos a la segunda zona, la excéntrica. Los tres llegamos con una caja de cervezas a una barbacoa junto a una furgoneta en la que no faltaba de nada. Pese a no aportar nada a este piscolabis desfasado, todos nos insistían en que cogiéramos comida, bebida, etc... Mientras sentíamos el calor de una enorme fogata, detrás de nosotros un aficionado ofrecía comprarle a un segurata su carrito de golf por 60 dólares... el empleado se negó. Era como un Las Vegas con temática footballera, con los miedos que uno tiene habitualmente en EE UU (como beber en público), totalmente inexistentes.

Fue entonces cuando apareció una atractiva india, bastante escasa de ropa pese al frío. Pese a tener más aspecto a finlandesa que cualquier otra cosa, esta nativa americana no dominaba tan bien el inglés o, posiblemente, desestimara su filosofía de vivir enteramente de lo que le facilitase la Madre Tierra y estuviese algo bebida. Encantados con nuestro descubrimiento y en honor a los Redskins le pedimos a la india que se hiciese una foto con nosotros. Primero fue el primo de Phil... todo correcto, mano detrás de la espalda y una amplia sonrisa. Después, el propio Phil, que sintió la pierna de la nativa tocarle el torso con una pose bastante sexy. Después, era mí turno. En los momentos procedentes a la foto, sentí la chica poner su pierna contra mi torso, su mano en mi espalda... y sentí unos labios apoyarse contra mi mejilla. Hasta ahí, todo bien. De repente, desplazó una de las orejeras de mi gorra hacia un lado e hincó sus dientes en mi mejilla, apoyando su lengua... Todo lo que acabo de escribir en aproximadamente tres segundos. Mi rostro en la foto es el mismo que tuve a posteriori, entre la confusión y tener los pelos de punta... Aunque en eso también tendría que ver el hecho de que apenas quedara media hora para el inicio del encuentro. “No era el alcohol Dani, era tu súper gorra”, me dije mientras caminaba hacia el estadio.

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GAME TIME. Mi momento preferido cuando acudo a una gran cita deportiva es entrar por primera vez al túnel que te lleva al graderío y ver desde unos metros lo que te espera. En aquel momento mi corazón empezó a latir un poco más fuerte. Bajar y bajar filas mientras nos acercábamos al campo conllevaba una sensación curiosa. Tras encontrar nuestros asientos, estaba rodeado de aficionados de los Redskins (aunque diría que casi una quinta parte del estadio era de los Cowboys). No había un solo asiento vacío y supe desde el primer momento que tendríamos que ver el partido entero de pie: “Aquí nadie se va a sentar”. Delante mío tenía a dos hombres vestidos de cerdas (lo hacen en honor a The Hogs, una famosa línea ofensiva de los Redskins en los años ochenta y noventa), a mi izquierda a un tipo de dos metros de estatura y que iba totalmente fumado (se notaba por su ausencia total de expresiones faciales).

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La primera parte no dio para muchos brincos y no estaba claro lo que iba a suceder. Los Redskins no lograban establecer un fuerte juego aéreo y Romo había perdonado con dos intercepciones en los primeros doce minutos. Después irrumpió Alfred Morris, que recordemos que sigue conduciendo un Mazda del año 91 que compró de segunda mano... Y todo fue cuesta arriba para los locales. Otra intercepción de San Romo y la cantidad de cincos que se chocaban en las gradas era de libro Guinness. Creo que a lo largo de la noche choqué los cinco con más de cincuenta personas. Estar en aquella grada era como ser parte de un grupo de conocidos durante cuatro cuartos y el post partido. Luces, ruido, decenas de cámaras, pases, golpes, suspense... No existe espectáculo igual en el mundo entero.

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El frío y el cansancio que notaba nunca llegaron a alcanzarme, y mucho menos cuando vi: “Congrats NFC East Champions” en las pantallas Jumbo del estadio... Estábamos en playoffs tras empezar el año 3-6, ganamos la división por primera vez desde 1999, eliminamos a los Cowboys, todo era demasiado para un equipo que yo había pronosticado a principio de temporada que quedaría 7-9. Se hizo de la mano de RGIII, Morris, el eterno London Fletcher...

Durante el resto de la noche no se me fue ni un instante aquella media sonrisa de la cara. Hail to the Redskins, Hail Victory...

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dhidalgonfl@yahoo.es / twitter: @danihidalgo