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Di Stéfano y el ‘caso Galarraga’

Mr. Pentland

Míster Pentland fue justo lo que la mayoría llevamos dentro: un entrenador. El precursor y más innovador. Este rincón tratará de su gremio. De los inicios, las trayectorias y las anécdotas de sus sucesores. Modestos y profesionales. Españoles y foráneos. De club o seleccionadores. Bienvenido. Pase y tome asiento.

Autor: Alfredo Matilla

Di Stéfano y el ‘caso Galarraga’

Nuestra bipolaridad para analizar a los entrenadores es digna de estudio. No me excluyo. A unos, por mucho que hagan o ganen, los subestimamos por las apariencias, por su pasado, debido a su poca soltura ante los micros o porque pesa más en nuestro recuerdo su perfil bajo cuando eran jugadores. No usan gomina. Dan pocos titulares. Y eso, cuenta. JIM merece un monumento. Pellegrini, el perdón de quienes lo machacaron. Djukic, una calle. Y Jémez, una plaza. Sin embargo, con otros, igual de buenos o mejores, nos pasamos. Míchel o Wenger, siendo estupendos, tienen mucha mejor fama que currículum. Con Mou y Tito, en boca de todos, también hubo, hay y habrá algo de exageración. Sus decisiones son clave, pero a veces obviamos que con Cristiano, Messi y compañía, la vida es bella y cualquier plan es bueno. Con Gento o Kubala pocos se acordaban de quiénes hacían las alineaciones. Por eso, hace unos días encontré un par de ejemplos que invitaban a la reflexión. El Madrid ganó 2-3 en Valladolid con más caos que estrategia, y al día siguiente encontré un titular demoledor cuyo mensaje se repetía en diferentes medios: “Nueve revoluciones de Mou para ganar”. La información ensalzaba los cambios de timón del portugués para desenredar problemas y ganar puntos a última hora. Mientras, el Barça barría esta temporada porque “Vilanova ha aportado más verticalidad al equipo de Guardiola”. Pensé que los técnicos, no pocas veces, están sobrevalorados.


Que se lo digan al Burgos. El 4 de marzo de 1973 jugó en El Plantío el único partido de Primera sin entrenador. Era el último en la tabla y recibía en la jornada 23, con el agua al cuello, al Valencia de Claramunt, Sol y Quino. El partido se televisó. Pero antes del mismo se dio una curiosidad pocas veces vista. Román Galarraga (1921-2009), técnico local, había adelantado en la charla técnica que Olalde, titularísimo, se quedaría fuera del once. Los jugadores no daban crédito. Ni el presidente. Era toda una final y Olalde era un emblema. “Galarraga tenía esas cosas. Era un poco caprichoso. Con los porteros también cambiaba”, recuerda ahora Requejo, pilar de aquel vestuario. El entrenador se vio acorralado, no encontró apoyo y, aunque se vendió el caso a la prensa como una dimisión, lo cierto es que el mandamás, José Luis Preciados, echó abajo el plan del preparador y rescindieron el contrato minutos antes de jugar. Hubo un gran revuelo. Los pesos pesados del Burgos, guiados por el presidente, decidieron que había que salir a darlo todo. Sin entrenador en la banda y, claro, con Olalde en la delantera.

La rabia, unida al barrizal que anegaba algunas zonas, añadió algo de épica al partido. El Burgos, según la crónica de AS del lunes siguiente, “se vació”. Fue mejor: “Jugó con soltura, con garra y hasta ejerciendo dominio. Superó netamente a su contrincante”. El equipo sin técnico llegó al descanso en ventaja. El gol lo marcó, curiosamente, Olalde tras un remate a centro de Alcorta II que pegó en el palo antes de entrar. El Valencia salió en la segunda mitad enfurecido. Se fue con todo a por el empate. Hasta que en un descuido el Burgos se estiró y se encontró con un libre indirecto dentro del área. “Angelín cedió el balón a Olalde, quien tiró muy bien, salvando la barrera. El tremendo trallazo lo paró Abelardo sin sujetar y Ederra terminó alojando el balón en la red”. 2-0. El Valencia sólo pudo reaccionar al final, en el 88’. El tanto de Sergio no valió de nada. Taladrid, el portero debutante del Burgos, se había convertido en todo un héroe. Galarraga (en la foto inferior) no quiso ver el partido.

 

Román Galarraga



Las crónicas ensalzaron la victoria de un equipo que venía de perder de forma constante y que, al final, tras mucho luchar, acabó descendiendo. La directiva, por una cuestión de modas, y por temor a la anarquía que se podía generar en el vestuario, contrató a la semana siguiente a un nuevo entrenador. Rafael Zamora se hizo cargo del equipo y el Burgos volvió a la senda de la derrota en Castellón a los pocos días (3-1). Durante esa semana ya nadie hablaba de la anecdótica dimisión. Partidos así, hacen que el protagonismo sea para los jugadores.

Pues bien, la decisión de Galarraga no era una sorpresa para los que le conocieron bien. Nadie lo propagó. Antes, el 28 de abril de 1968, el que fuera portero del Real Madrid (sólo en algunos amistosos) y de la Real Sociedad también se negó a entrenar a otro equipo antes de un partido. Entonces dirigía el Sporting. Aquel día se jugaba la última jornada. Era la época en que la Segunda División se dividía en grupo Norte y grupo Sur. Para la campaña siguiente se había oficializado la unificación de la competición, por lo que bajaban muchos equipos para hacer posible el reajuste de la categoría. El Racing de Ferrol necesitaba empatar para mantenerse y el Sporting quería a fichar a un jugador suyo, Pascual. Hablaron, negociaron y saltaron las alarmas. El supuesto tongo era ‘vox populi’. Galarraga no cedió a las presiones y se negó a participar. Dimitió. El partido acabó 2-2, Pascual no jugó y el míster, guiado por su don de la honradez, comenzó desde esa jornada a formar el ideario de alcalde que luego fue en Deba (Guipúzcoa). El primero de la democracia.

Y si nadie habló tras aquel Burgos-Valencia de Galarraga, imagínense del técnico que estaba en el banquillo visitante. Aunque fuera Alfredo Di Stéfano. El ahora presidente de honor del Real Madrid atendió a los medios de comunicación al término de aquel histórico encuentro con aplomo y rotundidad: “No sé si este resultado influirá en mi situación futura en el Valencia. Es cosa de la directiva”. Acabó quinto. Ahora, por el afán de recordar el pasado para entender el presente, pienso en si Di Stéfano no le dará vueltas a este día. Igual, viendo el revuelo y la división de cánticos en torno al actual técnico de su equipo, un día se decide a levantar la voz, sin avisar y con su sorna, para templar los ánimos, buscar el consenso y mejorar los resultados: “Mou, no seas pelotudo. Entrená en Valdebebas a diario, que es cuando te necesitamos, pero descansá los fines de semana y que Cristiano haga el resto”.

Di Stéfano y Mourinho



4 Comentarios

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Pablo García

Alfredo:

Enhorabuena por este artículo y el anterior sobre Caparrós.

Tienen mucho de "buen periodismo" en el sentido de que poseen una importante labor de investigación y van más allá de la inmediatez loca del día a día.

Espero que sigan habiendo muchos más.

Un saludo desde México.

Pablo García

12/18/2012 03:31:16 AM

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Jazz Baker

¿En qué puesto quedarían en la liga el Depor o el Zaragoza si fueran entrenados por Tito o Mou? Y los entrenadores de estos dos equipos (o similares), ¿aguantarían la presión del Barcelona o del Madrid? Espero que nunca encontremos la respuesta. Sería todo mucho más aburrido. Dicho esto, como siempre, gran artículo!!

12/18/2012 06:45:31 PM

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Analógic@

Sin menospreciar los medios online considero que los contenidos de este blog son dignos de la edición impresa. Aunque las nuevas tecnologías nos empujen a la vida en red, hay placeres impagables como disfrutar de lecturas tan gratificantes como ésta con la tranquilidad de un café.

12/19/2012 11:18:39 PM

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Analógic@

Sin menospreciar los medios online considero que los contenidos de este blog son dignos de la edición impresa. Aunque las nuevas tecnologías nos empujen a la vida en red, hay placeres impagables como disfrutar de lecturas tan gratificantes como ésta con la tranquilidad de un café.

12/19/2012 11:18:40 PM