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Esto hay que volver a verlo

Mariano Tovar

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Hay victorias ajustadas, pírricas, épicas, inesperadas, peleadas e inmerecidas. Victorias in extremis, poéticas, indecentes y trascendentales. Victorias a vida o muerte, inexplicables, bajo un clima infernal, vergonzosas o salvajes. Y luego, fuera de concurso, hay victorias como la que consiguieron los Niners frente a los Pats el domingo por la noche en Foxboro: victorias inmortales, inolvidables, dentro de un duelo que pasará a la historia por su grandeza.

Todos los años selecciono uno o dos partidos como los que no puede perderse nadie. Tres horas que hay que grabar en un disco de oro y guardar bajo siete llaves. Y que deben ser revisados con fervor reverencial, porque durante su celebración se concentran, en una cascada de sensaciones, todas las virtudes y todos los milagros que convierten el football americano en el deporte del que vosotros y yo estamos enamorados. El de anoche fue uno de ellos.

Y cada vez que alguien se os acerque preguntando qué es la NFL, debéis abrir el armario de las siete llaves y sacar esos partidos contados, joyas al alcance de todos, platos exquisitos que inundan cualquier paladar, hechizos sin curación posible para quien los contempla. Porque esos partidos, como un milagro de los panes y los peces, son argumento inapelable para la conversión del ateo más recalcitrante.

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El Niners-Pats fue football en estado puro. ¿Pero no os entraron ganas de llorar ante los prodigios que estabais contemplando? ¿No visteis mas claro que nunca, como escrito en un papel, el motivo que os llevó a ser fanáticos del football americano? Yo no podía parar de repetirlo después de cada jugada. Por esto me gusta este deporte. Y por esto, y por esto otro, y también por esto…

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Y por mí ya se puede terminar la temporada 2012. Todas mis expectativas han quedado colmadas. Tengo un regusto en la boca que me puede durar hasta el próximo otoño y que me da miedo mezclar con sabores menos exquisitos.

Y vuelvo a sentir que lo de menos en la NFL es el equipo que levante el Lombardi. Lo grande de este deporte es que hay equipos, jugadores y entrenadores, que un domingo cualquiera de temporada regular te trasladan a un mundo imposible de sensaciones. Que estar en el salón de tu casa solo y a oscuras a las cuatro de la mañana y pegar un grito histérico y un salto furioso por una genialidad de un equipo, para repetir el mismo alarido y el mismo brinco por la hazaña del equipo contrario pocos instantes después, con el corazón acelerado y el cuerpo teletransportado como por arte de magia a la grada helada de Foxboro, está al alcance de muy pocas actividades humanas. Y eso que era un partido en el que los dos equipos iban a esconder sus cartas de cara a un posible cruce en el gran partido de Nueva Orleans. ¡Pues menos mal que no salieron con todo!

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No he querido leer ninguno de vuestros comentarios en las entradas anteriores. No quería contaminar mis impresiones para poder transmitirlas tal como llegaron. Quizá se me hayan escapado muchas de las cosas que sucedieron en un partido en el que cada snap tenía enjundia y cosas que comentar, pero me quedo con la sensación de que ambos fueron perfectos. Los dos demostraron su grandeza y todos los argumentos que les colocan como favoritos al título.

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No creo que sea justo argumentar el resultado por un detalle concreto, o por una serie de ellos. Sí que hubo un par de jugadores señalados por todos, incluido Belichick, como grandes apestados del partido. Stevan Ridley y Shane Vereen fueron aparcados como leprosos después de dos fumbles terriblemente costosos para su equipo, como lo fueron las dos intercepciones a Brady que, pese a ellas, voló sobre el campo durante la segunda parte como solo lo pueden hacer los más grandes.

Pero si esas pérdidas de balón fueron la causa principal de la derrota de los Patriots, todas ellas llegaron gracias a una defensa portentosa de los 49ers. Porque más allá de esos momentos puntuales, los receptores locales dejaron caer infinidad de balones. ¿Falta de concentración? No lo creo. El ovalado salía forzado por la presión sobre Brady y los receptores no tenían margen contra la pegajosa secundaria visitante. Los errores del rival hay que buscarlos y los Niners no dejaron de hacerlo en todo el partido.

En 2010, durante los playoff divisionales, Rex Ryan descubrió la única ruta accesible que lleva al Everest de derrotar a los Patriots cuando están en su mejor momento. Sus Jets presionaron a la línea ofensiva de Brady hasta derrumbarla. Desde entonces, todos los que han podido con el equipo de Belichick cuando llegan los partidos decisivos lo ha conseguido repitiendo la misma fórmula. Los Niners no pretendieron descubrir un nuevo mundo. Llegaron con la lección aprendida y le dieron una auténtica paliza a la línea ofensiva de los Patriots que, a pesar del castigo, aguantó de pie luchando hasta el último hombre en una valentía heroica que terminó en aniquilación. El no huddle de Brady, cuando su ataque cogía velocidad, conseguía frenar las embestidas, pero en cuanto una penalización, un error, o cualquier otra circunstancia le hacía perder la velocidad de crucero, la defensa rival recuperaba la iniciativa y tejía una red infranqueable. Y así fue la lucha, titánica, de Brady y su línea intentando pisar el acelerador mientras sus rivales buscaban romperle el ritmo por todos los medios.

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Y en esa batalla de colosos se decidió el partido. Cuando parecía que los Patriots ya eran imparables, después de recuperar 28 puntos en contra en un tiempo inverosímil, los Niners congelaron el no huddle rival, asfixiaron a Brady, destruyeron su línea ofensiva y apuntillaron un encuentro con merecimiento y grandeza. Como solo pueden hacerlo los equipos elegidos.

Otra de las cuentas pendientes de Belichick es la option. De hecho, su equipo fue el masacrado cuando los Dolphins pusieron de moda la filosofía colegial en la NFL. 38-13 allá por septiembre de 2008, con Sparano en la cima de su gloria y Belichick incrédulo e incapaz como nunca en su banda. Por eso fue tan importante para ellos la doble paliza a los Broncos de Tebow la temporada pasada. El viejo Bill pensó que había conjurado todos sus fantasmas, pero no fue así. La optión volvió a ser el sudario que envolvió el cuerpo derrotado de los Patriots. Kaepernick, majestuoso, terminó con todas las dudas destrozando a una defensa de los Patriots que, pese a todo, pienso que jugó un partido extraordinario. Sí, en serio, creo que, en la derrota, la defensa de Boston se reivindicó como un grupo serio y poderoso. Ya no es un juguete en manos de sus rivales. Pero Kaepernick sí que fue capaz de inutilizarla gracias a la option y a su eficacia en el pase vertical.

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Cuando el front seven entraba agresivo, el balón desaparecía en el cruce de jugadores del backfield y volvía a aparecer en el lugar más inesperado, inalcanzable. Cuando la defensa cerraba los huecos, de la misma manera que colapsó a Tebow hace doce meses, Colin levantaba la vista y lanzaba un latigazo letal. La controversia ha terminado. Si los Niners levantan un anillo en los próximos años será con Kaepernick como QB. ¿Alguien puede decirme quién era ese tal Alex Smith? En los grandes partidos se descubren los grandes jugadores y Colin lo es.

Mucha option, mucha carrera y pase quirúrgico. Oportunismo y equipos especiales. Pero por encima de todo, una defensa titánica, inteligente y capaz de recuperar la iniciativa cuando es necesario. Eso son los Niners. La genialidad de Tom Brady y una sinfonía de avispas a su alrededor, que busca picarte en todo momento, y ahora, además, una defensa que sí cree en si misma. Eso son los Patriots.

Algunos partidos merecen ser vistos una y otra vez, hasta empaparse de ellos. Y yo este quiero volver a verlo. ¿Quizá el 3 de febrero en Nueva Orleans? Me apunto.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl