Tras la derrota en Praga es necesaria una profunda reflexión
Tomás de Cos
La victoria tiene muchos padres pero la derrota es huérfana. La frase que popularizase Napoleón explica bien las caras de fracaso de Almagro y Corretja después de que el veterano y provocador Radek Stepanek, ahora convertido en leyenda, finiquitase el quinto y decisivo punto de la final de la Copa Davis: 6-4, 7-6, 3-6 y 6-3.
Tras la hombrada de Ferrer, que igualó la final con una soberbia victoria sobre Berdych en el cuarto punto (6-2, 6-3 y 7-5), el tenis de Almagro se quedó sin su habitual picante. La presión hizo que el murciano jugara demasiado agarrotado. Sus tiros no corrieron como es costumbre, se le vio lento de piernas y con las ideas muy poco claras. Y vivió un drama terrible con su derecha.
Ya hay voces que acusan a Corretja de no haber sabido gestionar el equipo y que dicen que Almagro ha quedado marcado por una final que le quedó demasiado grande. Supuestos ambos, con los que no puedo estar más en desacuerdo. Ferrer, Almagro, Granollers y Marc López se vaciaron en territorio hostil y en una pista contraria a sus intereses. No hay nada que reprocharles.
Pero el trago amargo de la final de Praga merece una profunda reflexión. Porque lo que mal empieza, mal acaba… Y la Copa Davis 2012 arrancó con el título de 2011, cuyo festejo se vio interrumpido por el anuncio del desmantelamiento del equipo. Albert Costa dejaba la capitanía y Nadal, Ferrer, Feliciano y Verdasco el ‘fin de fiesta’ en aquella enigmática e incomprensible rueda de prensa previa a las vacaciones. ¿Alguien imagina a Casillas y Xavi dando semejante rueda de prensa nada más ganar el Mundial de Sudáfrica?
Luego llegaría el nombramiento de Corretja, que se vio obligado a hacer la base de su equipo con Almagro, Granollers y Marc López, y los posteriores ‘donde dije digo, digo diego’ de los últimos campeones. Pero el equipo alcanzó una final especialmente meritoria en “un año de transición” y hemos vuelto a asistir a algunos episodios extraños. El último y más llamativo, la rajada de Feliciano López nada más conocer que se quedaba sin jugar, anteponiendo su interés al del equipo. No cabe duda de que Corretja tiene con él una conversación pendiente, y que Almagro le estará eternamente agradecido por esa porción de presión extra con un supuesto indemostrable.
El formidable éxito del tenis español en la Copa Davis, con cinco Ensaladeras de Plata en nueve finales desde el 2000, no debe esconder ciertas tensiones –el tenis es un deporte básicamente individual- y cierto ambiente viciado, que puede convertirse en un lastre muy pesado. Más si cabe ahora que vienen por delante numerosas eliminatorias a domicilio. Si ahora no se impone la autocrítica y la reflexión, y se cierra la herida en falso, se corre el peligro de caer en un peligroso proceso de ‘argentinización’ del equipo.