Hace dos sábados estaba jugando tranquilamente con una de
mis hijas cuando, de forma inesperada, agitó un brazo bruscamente y me clavó
una muñeca en el ojo. En serio. Como os lo cuento. Mi hija me intentó asesinar
clavándome una Barbie. Yo estaba tan tranquilo con ella, dándole el desayuno a
sus muñecas, cuando un instante después, sin saber muy bien cómo, una cabrona
vestida de fiesta tenía uno de sus zapatos, con un tacón más largo que el de un
drag queen, clavado en mi ojo derecho.
No hace falta que os explique los minutos siguientes.
Aullidos de dolor, gritos histéricos y el mundo patas arriba. “¡¡Esta animal me
ha sacado un ojo!!” Aquello expulsaba fluidos sospechosos como una fuente y a
mí me parecía que el órgano se me estaba diluyendo, mientas me lo tapaba con
las dos manos incapaz de dejarlo al aire. ¡Qué dolor!
Así que mientras yo seguía bramando de dolor, mi hija chillaba
del susto, la más pequeña berreaba por el escándalo y el mayor se levantaba de
la cama: “¡a ver si dejáis de hacer ruido, que aquí no hay quien duerma!”, mi
mujer ponía cordura en la casa de locos y conseguía que todos termináramos en
el coche camino del hospital.
Así que ahí estaba yo, con el ojo supurando, gimiendo de
dolor en la puerta de toriles y convencido de que mi destino era convertirme en
un cíclope. Enseguida me atendió un médico que, muy profesional, escuchó la
historia sin reírse: “eso no es nada, la semana pasada vino un hombre con un
destornillador clavado hasta dentro. Lo tuyo lo arreglamos en un periquete”.
La vuelta a casa fue más normal. Mi hijo estaba
profundamente decepcionado, aunque la visión de mi ojo dañado aún le tenía
entusiasmado: “¡Parecías un zombie! ¡Jo, qué flipada!”. La agresora volvía
indignada porque no la llevábamos al ‘cinel’ después de haberse aburrido como
una ostra en el hospital. La pequeña dormía plácidamente y mi mujer seguía
indignada con la indumentaria de las muñecas: “¡¡¡Es que las visten como a
putas!!!”
Así que ya os aviso, para que no os pille desprevenidos. Si
un día se os acerca una niña sonriente con una muñeca en los brazos, ¡huid sin
dudarlo! Vuestra vida corre un serio peligro.
Jamás hubiera imaginado que mi hija me intentara asesinar
con una Babie.
Y no os creáis que sea un suceso tan insólito. Esta semana,
en la NFL, varios
equipos salieron al campo convencidos de que enfrente solo había un muñeco con
el que jugar, y terminaron con el ojo perforado, en una multitudinaria rebelión
de presuntas víctimas.
Alex Smith sufrió una conmoción que ayudó a resucitar a su
equipo. Había completado siete de ocho, en otro partido estadístico impecable,
pero la falta de sangre y el exceso de horchata jugaban en su contra.
Kaepernick, el deseado, salió como revulsivo pero empezó muy dubitativo.
Por fin llegó el último cuarto y los regalos. Un fumble de
Pead devolvió la vida a los locales, que anotaron de inmediato para ponerse por
delante. Suspiros de alivio. Pero la muñeca asesina no se rendía.
Stafford se atravesó el campo para volver a dejar en evidencia a la presunta
mejor defensa de la NFL. A
partir de ahí no hace falta que os siga contando. La ruleta de la fortuna daba
vueltas y vueltas mientras nadie era capaz de hacerla parar. El empate, primero
desde 2008, deja mal sabor de boca a ambos, aunque no es tan mal resultado para
San Francisco. Lo malo para ellos es la sensación de que una niña les puede
robar la cartera. Solo hace falta tener un buen corredor para conseguirlo.
Los Giants llevan varias semanas muy atascados en ataque. Curiosamente,
como ha pasado en otros equipos esta misma temporada, buscan salir del círculo
vicioso haciendo un juego aún más vertical, y eso solo provoca que Eli acumule
errores. Les espera un calendario infernal y necesitan recuperar su identidad
cuanto antes.
Una Barbie en el ojo y cuatro juguetes que no lo son tanto. En manos
expertas, incluso el objeto más inocuo se convierte en un arma letal.