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Pronósticos (S-7) y añoro la espontaneidad

Mariano Tovar

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QUINIELA7
Sabiopelotas, Joquenoche y Carlos-sotelo son los líderes de nuestra quiniela en el pick’em de Zona Roja en ESPN e Iñako salva el honor de los que aparecemos en el blog con sus 57 aciertos. Este año, Mario Peña, ganador global en 2010 y en el blog en 2011, ha entrado en una racha destructiva que culminó el lunes pasado con 3 aciertos de 14 partidos. A nuestro genio estadístico se le desmoronan los números.

Pero hoy quería deciros, una vez más, que echo de menos la espontaneidad en la NFL. En realidad no era el tema que quería contaros hoy, pero he estado preparando un reportaje sobre George Best que aparecerá en el próximo número de AS Color y me ha entrado morriña de aquella época en la que los deportistas hablaban con franqueza delante del micrófono, diciendo de verdad lo que pensaban, sin miedo a lo que pudiera pasar o a que fuera una tontería.

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La fiebre de lo políticamente correcto no es excluiva de la NFL. Es una enfermedad que persigue a todo el deporte. Algunos decís que os gusta más así, sin polémicas o historias que distraigan la atención de lo que realmente importa: los partidos. Yo no estoy de acuerdo. Me encanta el picante en las comidas y el aderezo de dos o tres declaraciones incendiarias por semana al que estábamos acostumbrados en cualquier deporte hasta hace unos años.

Ochocinc
Porque ahora resulta que los deportistas tienen que ser ejemplares para niños y grandes. Deben representar todos los valores de nuestra sociedad. No me preguntéis el motivo. Yo creo que en la sociedad hay muchas otras personas que tienen más que aportar para convertirse en ejemplo de algo. Se supone que el deporte es sinónimo de esfuerzo y superación, pero no tiene nada que ver la práctica profesional con la amateur.

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Y es que si un tipo durante la veintena es millonario, famoso, atlético, y está rodeado de gentecilla que le hace la pelota, lo más normal es que no sea ejemplo de casi nada. Estoy casi seguro de que si yo hubiera tenido el dinero y la fama de todos estos tipos con 25 años, me hubiera ido de farra casi cada noche (de hecho me parece que es exactamente lo que hice aunque no tuviera un duro) y me hubiera llevado al huerto a todas las ‘miss algo’ que se me hubieran cruzado por delante. Aunque ahora que lo pienso, haciendo un casting para una revista de moda más o menos cuando tenía esa edad, una modelo alemana de quitar el hipo me propuso salir a cenar con ella y no me atreví pensando que yo no tenía calidad para jugar en Champions League. No sabéis las veces que me he arrepentido de aquello.

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Yo no digo que los deportistas sean una panda de golfos, pero la cabra tira al monte y yo jamás pondría como ejemplo para mis hijos a Ray Lewis o a Gronkowski. Ni siquiera a Tom Brady o a Peyton Manning. Un deportista es lo que es y me parece ridículo que de unos años a esta parte estén en la cima de la pirámide alimenticia como el súmmum del éxito para un ser humano.

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Me gustaba más esa época en la que todo el mundo asumía que un deportista era un veinteañero rico y consentido, que hacía y decía lo que le daba la gana. Los deportistas de entonces sí que hablaban delante del micrófono. Cassius Clay, George Best, Joe Namath, Juan Gómez (Juanito), Eddie Merckx, Johan Cruyff, Bill Shankly, Maradona, Pelé… decían machadas por los codos para divertimento del personal. Eran declaraciones que no herían a nadie, que abrían debates y que daban que hablar en el bar, en la oficina, o incluso en toda una sociedad. En la NFL sucedía algo similar. Muchos de los grandes mitos han largado sin complejos diciendo auténticas barbaridades, o han llevado una vida pública bastante frívola sin que a nadie le importara. Es más, eso sí que provocaba admiración, que muy pocos le haríamos ascos a eso de entrar en una fiesta de sociedad tocándole el culo ostentosamente a una actriz de moda diferente cada noche, por mucho que algunos puedan decir que eso es horrible de la muerte.

Ahora, lo máximo que se admite es al pedorro de Sherman lanzándole peladillas a Brady después del partido. Y claro, el otro ni caso. Porque para decir machadas también hay que tener un arte especial. Ni siquiera en la época en que no estaba mal visto todos se tiraban a la piscina. Era un lujo que solo se permitían unos pocos. Y para hacerlo había que reunir una serie de condiciones indispensables: calidad, gracia y golfería. Un jugador mediocre no decía machadas, y si las decía nadie le hacía ni puñetero caso. Un sosainas no abría la boca por la cuenta que le traía. Para decir vivezas es indispensable ser un vivo.

Así que ahora vivimos nuestra afición en una aburrida carretera con todas las señales marcadas por la NFL. Entro en las mejores webs de información sobre la liga y me aburro. Todo son análisis más o menos sesudos sobre los equipos que, salvando las distancias, podrían ser escritos casi por cualquier aficionado. La otra opción es contar la vida heroica de tal o cual jugador, que tuvo que sobreponerse a no sé qué suceso dramático para convertirse en un tío fenómeno. Dos meses después del artículo, pillan al tipo con un pedo cuadrado y el coche empotrado contra una farola, pero pelillos a la mar, que el adoctrinamiento poco a poco hace efecto, adormilando al personal.

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Y no es broma, cada vez que sale Gronkowski haciéndose una foto con la actriz porno de turno, o se sabe que se había bebido todo el vodka de Nueva Inglaterra la noche anterior a un partido en el que consiguió más de 100 yardas y un touchdown, no podemos evitar que se nos escape una sonrisa. Porque por muy golfo que sea, Gronko mola. Básicamente porque hace lo que se espera que haga un tipo en su situación, que nadie se cree que el 99% de los jugadores de la NFL vayan a su casa después de entrenar, a jugar con sus hijos y a bendecir la mesa. Y no digo que no haya quien lo haga. Lo que pienso es que eso es justo lo que más nos quieren contar y lo que menos nos interesa.

Así que yo sigo echando de menos a todos los TOs, Ochocincos y Rex Ryans del mundo. Que tal vez sean unos bocazas, pero que remueven el gallinero y encienden la mecha de la diversión y el debate entre los que defienden lo indefendible o los que condenan lo incondenable. Y aquí , no sé vosotros, estoy para divertirme, que por mucho que se empeñen, no han nada más banal en el mundo que el deporte, así que no tengo ninguna intención de encontrar en él el sentido la trascendencia divina, sino tardes de emoción, gritos, palomitas y cerveza.

Y sino, fijaos en el juego que nos dieron las declaraciones de Eric Winston la semana pasada. Que sin ser un golfo, ni un tarado, puso la NFL patas arriba solo porque dijo algo inteligente.

Que dejen de ponernos a los deportistas como ejemplo y que no intenten convertirlos en marionetas. Sé que muchos no estaréis de acuerdo, pero yo me lo pasaba mucho mejor con el Big Ben borracho y motero de antaño que con el felizmente casado de ahora.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl