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Pronósticos (S-6) y el público es soberano

Mariano Tovar

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QUINIELA6
Hoy no voy a comentar demasiado sobre nuestra quiniela. Prefiero meterme en un jardín de esos en los que todos estáis completamente en desacuerdo conmigo. En realidad son los artículos que siempre me han gustado más. En los que me siento más a gusto. No temo discrepar del mundo si creo en mis argumentos. Para empezar, os recomiendo que veáis el siguiente vídeo. Son unas declaraciones de Eric Winston tras la derrota de los Chiefs el pasado domingo.

Tranquilos. Yo tampoco entiendo ni torta. Por suerte, tenemos a Dani Hidalgo que ha traducido íntegramente la parrafada.

“Somos deportistas, ¿OK? Deportistas. Nosotros no somos gladiadores y este no es el Coliseo Romano. La gente paga su dinero duramente ganado para acceder al recinto y pienso que pueden abuchear, que pueden animar y pueden hacer lo que quieran, yo creo eso. Nosotros tenemos la suerte de jugar a este deporte. Incluso en este difícil momento económico, nos siguen pagando por ello.

Pero cuando alguien se lesiona, hay consecuencias duraderas en este deporte que jugamos, y no sólo nos afectan a nivel deportivo. Poco a poco me hago a la idea de que no voy a vivir tanto tiempo por culpa de este deporte y por eso no pasa nada. Es una elección que he hecho y una elección que todos hemos hecho.

Pero cuando ovacionas la lesión de un deportista, da igual quien sea --en este caso, Matt Cassel--, es repugnante. Es asqueroso al ciento por ciento. He pasado por momentos difíciles en equipos difíciles y nunca he sentido más vergüenza por jugar a football en mi vida que en ese momento.

Me emociono hablando de esto porque estos chicos se dejan los traseros en el campo. Matt Cassel no os ha hecho nada, no os ha hecho nada a ustedes. No les ha hecho nada a los redactores que le matan en papel, no le ha hecho nada a la gente que viene al estadio a ver el partido. No será el mejor quarterback y no pasa nada. Pero es una persona, un humano. Una persona a la que hicieron daño, ¿y de repente hay 70.000 personas celebrándolo?

Abucheadle todo lo que queráis. Abucheadme a mí todo lo que queráis. Tiradme debajo del autobús. Decidme que estoy haciendo mal mi trabajo. Decidme que tendría que protegerle mejor.  Haced lo que queráis. Pero si eres una de esas personas que animaron o que se limitaron a sonreír cuando le golpearon, quiero dejaros saber, a todos, que es un comportamiento repugnante y asqueroso. Nosotros no somos gladiadores y este no es el Coliseo Romano. Esto es un juego.

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Me quedaré aquí sentado media hora contestando a vuestras preguntas si hace falta y asumiré toda la culpa, pero no culpéis a un deportista que ha hecho todo lo posible por jugar lo mejor posible para la afición.

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Es repugnante y sentí vergüenza. Quiero que cada uno de ustedes ponga mis palabras en cada cadena y cada diario, quiero que esto llego a todos los aficionados. Este es un deporte por el que vamos a pagar muchos peajes en el futuro. Y no pasa nada. Lo escogimos nosotros, lo merecemos y no queremos vuestra piedad. Pero tenemos muchos problemas en esta sociedad si la gente piensa que el comportamiento del otro día del público estuvo bien”.

Por si hay algún despistado, la historia es, en resumen, que Matt Cassel sufrió un duro golpe que le provocó una conmoción. El público de Arrowhead abucheó al jugador que estaba en el suelo completamente grogui y pareció celebrar la lesión. Podéis verlo aquí.

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De entrada, os tengo que decir que me han encantado las declaraciones de Winston. No por lo que dice (no comparto en absoluto ni su opinión ni sus argumentos) sino porque es un soplo de aire fresco que, después de tanto tiempo, un jugador de la NFL se dirija a los medios hablando con sinceridad y diciendo cosas interesantes. De unos años a esta parte, esclavizados por el código de conducta que impone la NFL, todo son frases vacías, eufemismos y tonterías varias. Da gusto ver que son tipos inteligentes, con cerebro, capaces de hilar un discurso interesante y de aportar cosas más allá del juego.

Para empezar, Winston parte de una premisa equivocada. No creo que nadie se alegrara realmente por la lesión de Cassel. El público se alegró sinceramente de que Cassel abandonara el emparrillado. Y deseó firmemente que lo hiciera durante bastante tiempo. Es una cosa muy distinta. A todos y cada uno de los que abuchearon les importa un pimiento la salud de Cassel (suena duro pero es la realidad), lo que les importa es que su equipo juegue lo mejor posible y eso, en su opinión, solo es posible si ese QB no está en el campo, sea por el motivo que sea.

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En unos pocos párrafos volveré a el caso Cassel, pero antes quiero hacer un inciso que tal vez sea largo, pero me parece ilustrativo.

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El público es soberano. No es una frase bonita. Es un hecho que nadie se ha atrevido a discutir a lo largo de siglos de espectáculos públicos. Los que más teme un artista es la desaprobación del espectador. Porque da lo mismo lo que digan los críticos o los especialistas. El veredicto del público es el que vale de verdad.

Un ejemplo perfecto de lo que estoy contando se vive en el mundo taurino. Un torero es examinado por los tendidos, que juzgan severamente la actuación del diestro. Saludos, saludos desde los medios, ovación, vuelta al ruedo, oreja, rabo, puerta grande y combinaciones de las distintas opciones, sirven para poner nota a la labor del torero. También hay castigo con protestas, silencio, pitos, bronca o incluso salida de la plaza bajo lluvia de almohadillas y protegido por la autoridad. Cada espectador es juez y parte, y se toma su trabajo muy en serio. Pañuelos al viento, desprecio o insultos ofendidos, son sus instrumentos de trabajo. Solo hay una persona con autoridad, el presidente, que transmite la decisión del público para que se ejecute siempre bajo las condiciones del reglamento. Eso también le cuesta al presidente sus broncas y abucheos. Además, por una peculiaridad mágica que solo se da en las plazas de toros, no hace falta hacer un comentario demasiado alto para que se escuche en todos los tendidos. El torero oye lo que están diciendo todos y cada uno de los espectadores. Incluso se viven discusiones encendidas entre tendidos. En ningún espectáculo se puede estudiar el papel de un espectador de una forma tan clara como en el taurino.

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Ahora os voy a contar la historia desde el punto de vista del torero. He tenido la suerte de conocer a algunos y escuchar sus confidencias. Viven muertos de miedo. Y tiene todo el sentido del mundo. Plantarse delante de un bicho de 500 kilos con dos pitones como lanzas y con la única protección de un trozo de tela es una locura. Literalmente, se lo hacen encima. Por eso muchos toreros prefieren ir acumulando actuaciones aunque sea en plazas miserables. Es la manera de acostumbrarse al terror. Te cuentan que después de un parón de algunas semanas, les cuesta dormir la noche antes de torear y sienten una profunda desazón y hasta sudores fríos. Para algo sirve estar en capilla. Entran en la de la plaza y rezan con todo el fervor del que se está jugando la vida.

Porque el torero, si quiere triunfar, no tiene más remedio que arrimarse. En las plazas perdidas de la mano de Dios las trampas cuelan. Arrimarse a toro pasado, para que la chaquetilla se empape de sangre, y parezca que el diestro se está jugando la vida, no vale en los grandes cosos. Ahí arrimarse significa sentir la punta del pitón rozando la taleguilla y aguantar ahí quieto cuando el toro se queda a media embestida, sabiendo que en ese instante, con todos los protagonistas convertidos en estatuas, un pequeño derrote puede dejarte con las tripas al aire. Entonces el público contiene el aliento y se corta el miedo. Y un murmullo de alivio inunda la plaza cuando el toro se decide a pasar. Pero ese valor no asegura la bendición de la grada. Un torero puede haberse jugado la vida de verdad, puede haber salido revolcado en un par de ocasiones y terminar despedido en silencio, o con pitos, si la lidia, que es su auténtica misión, no ha sido realizada con la corrección debida.

Entonces el torero se queja amargamente porque el público no le ha entendido. Porque se ha jugado la vida. Porque lo ha dado todo… Y es también en ese instante cuando las palabras de la famosa copla adquieren todo su valor: “Si no sabes torear, pa’ qué te metes”.

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Eric, estás muy equivocado. El público también es soberano en la NFL. Y tiene todo el derecho a serlo. El auténtico tesoro de la NFL, y de cualquier competición deportiva, es la afición. Eric, tú no sientes los Chiefs como algo tuyo de por vida. Solo eres un empleado. El entrenador tampoco. Incluso es posible que el propietario y gran parte del staff sean de otro equipo en lo más profundo de su corazón. El que de verdad es de los Chiefs, corrijo, lo que de verdad son los Chiefs es toda esa gente vestida de rojo sangre que abarrota la grada cada domingo desde hace años, pese a que su equipo ni gana anillos ni se espera que lo haga. Y entonan la danza de la guerra mientras agitan sus tomahawks. Porque, Eric, tú cobras por jugar. Ellos pagan por verte hacerlo. Y muchos de ellos tienen que hacer sacrificios económicos, e incluso prescindir de muchas otras cosas, para estar ahí ocho míseros días al año sufriendo como perros. Y es que, Eric, el auténtico aficionado de un equipo no va a la grada a disfrutar. Eso es mentira. Los aficionados van al campo a sufrir. Porque nadie más que ellos tiene su equipo dentro del corazón y solo otro aficionado puede entender lo desgraciado que puede uno sentirse tras una derrota y la inmensa felicidad que provoca un simple field goal transformado. Ningún amor es menos correspondido que el que se siente por unos colores.

Eric, tú no eres de los Chiefs, y tampoco Cassel, por mucho que hace pocos meses volviera a jugar, en contra de la opinión de todos los médicos, días después de sufrir una operación de apendicitis. Ser de un equipo está por encima de los nombres, de los resultados, de la salud propia y ajena… Y Eric, me hubiera gustado verte decir esas mismas palabras de repugnancia y vergüenza cuando algunos de tus compañeros, miembros de otra plantilla, se jugaban dinero para ver quién provocaba una conmoción a un rival. Porque el domingo no fue un aficionado el que dejó grogui a Cassel, fueron otros dos deportistas. Y sí, dos gladiadores.

En ocasiones el público, soberano, se excede en su misión. Pero el domingo no fue el caso. Porque por mucho que busco malicia y locura transitoria, lo único que presencié en la grada fue alivio. “Por fin nos hemos librado de este tipo”. Hay pocas aficiones en la NFL tan entregadas como la de los Chiefs.

 

Y creo que no miento, por mucho que duela, cuando digo que a los aficionados, realmente, les importa un pimiento la salud de los jugadores. Ese no es su problema. Y os voy a poner un ejemplo para que lo entendáis. Si un domingo estáis siguiendo la NFL, y sabéis que un jugador ha sufrido una lesión grave, ninguno os ponéis a buscar información de su estado de salud pensando en su integridad. Lo que os interesa realmente son las semanas que va a estar de baja y lo que eso le puede afectar a vuestro equipo favorito o a vuestra fantasy. Incluso se abre enseguida un debate en los foros del club en el que los aficionados discuten, aún sin saber el estado de su recuperación, si sería conveniente cortarle ahora que su rendimiento no está garantizado.

Eric, te equivocas. Sí que eres un gladiador. Sí que estás en el Coliseo. Ahora nadie sube o baja el pulgar, pero te aclamarán mientras sirvas a lo que realmente interesa al público, su equipo. Y si dentro de veinte años tienes secuelas irreversibles, esos mismos aficionados rememorarán tus hazañas de gladiador mientras apuran una cerveza y a otra cosa, mariposa, porque tu salud al único que le importa es a ti y a tu familia. Ni siquiera la NFL puede apuntarse ese tanto por mucho que lo intenta.

Lo que realmente me ha emocionado del discurso de Eric Winston es la angustia con la que cuenta cómo ha asumido las secuelas que le provocarán este deporte. Esas palabras desgarradas me han confirmado que ahora hay muchos jugadores que se preguntan cada domingo si merece la pena seguir siendo gladiador un solo día más. Señores, la esperanza de vida de un jugador profesional de la NFL son ¡¡¡55 AÑOS!!! 55. Cada año de más es un regalo. Y los últimos suelen ser una pasadilla de secuelas horribles. ¿¡De verdad merece la pena? Eric, piénsalo. ¿Te está dando el football tanto como para dejarte la vida en él? Estoy seguro de que si tu final es tormentoso, Dios no lo quiera, volveremos a ver este vídeo dentro de unos años. Y se nos pondrán los pelos de punta. Pero luego apuraremos nuestra cerveza y volveremos a hablar de nuestro equipo, lo único que nos importa, y tu pasarás a la historia. Así de crudo. Así de cierto.

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Y ¿sabéis?, toda esta historia ha tenido un lado buenísimo. Ha humanizado la NFL. Hemos vuelto a vislumbrar un mundo de sentimientos y angustias. La vida real de un deportista que sabe que en el fondo es un gladiador. Y Eric, en serio, nadie le desea ningún mal a Matt Cassel, pero casi nadie en Arrowhead quiere volver a verle jugar con el casco de la punta de flecha. El público es soberano y ha dictado sentencia, como lo hizo el de Denver con Tebow. Y como soberano que es, dicta esa sentencia cuando le parece, que, por mucho que duela, casi siempre es el mejor momento.

Eric, todos agradecemos tu sinceridad, pero no creo que debas decirle al público lo que tiene que hacer, ni juzgar su actitud como repugnante o vergonzosa. El público no necesita lecciones. El público da lecciones. Y juzga. Y esa es la única razón por la que tú eres gladiador. Lo lamento, pero es así de duro.

Y ya lo dice la copla: “Si o sabes torear, pa’ qué te metes” Quizá la vida sea repugnante, y vergonzosa, pero es así de cruda aunque no queramos reconocerlo.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl