Pronósticos (S-4) y es pronto para enterrar a Tom Brady
Mariano Tovar
Steve Young, Tom Brady, Joe Montana, Peyton Manning y Brett Favre. Mi quinteto mágico e insuperable. Todos diferentes pero cada uno el mejor en algo. También tengo que matizar que yo empecé a ver NFL a finales de los 80’. No puedo hablar de lo anterior.
¿Y el mejor de todos? Sin duda, Steve Young. El año pasado le dediqué una réplica a una tribuna libre con mis razones. Hace nada os hablaba de RGIII y la eterna búsqueda del QB perfecto. Ese QB ya existió. Era Steve Young. Pasaba en corto, en largo, en diagonal, corría, inventaba sobre la marcha y siempre, siempre, siempre, encontraba soluciones increíbles a problemas imposibles. Había magia en cada una de sus jugadas. Creo que nunca ha habido, y dudo que pueda llegar a haber, un QB tan bueno como Steve Young. Y encima zurdo.
Los cuatro primeros de la lista tienen una peculiaridad que me reafirma en su elección. Prácticamente no jugaron partidos malos. Young, Brady, Manning y Montana han tenido muy poquitas actuaciones para olvidar. Tuvieron malos cuartos, tomaron malas decisiones, pero casi cada actuación ha rozado la excelencia. Como hablábamos el otro día, un mal día de Manning sería estupendo para muchos otros QBs. Brett Favre sí que tuvo días malos. Pero tanto sus días buenos como los malos fueron grandes. Sus actuaciones estuvieron rodeadas de una épica y de una emoción tan intensas que le colocan sin duda entre los grandes. El corazón, la emoción y la felicidad que transmitía Favre son únicos. Como siempre he dicho, Favre es el único jugador que no lanzaba intercepciones, sino completos al contrario. Sus detractores le critican por esas jugadas que costaron títulos, pero incluso esas jugadas le hicieron más grande. No creo que nunca nadie haya amado tanto el football americano como Brett Favre. Nadie ha transmitido tanto como él. Nadie volverá a ejecutar el play action con su arte. Después de fabricarle, rompieron el molde.
Hoy me quería centrar en Tom Brady. Es curioso que ya empiecen a surgir las voces que prácticamente le retiran y que le imputan los mismos achaques físicos que a Peyton Manning. “Brady se está quedando sin brazo”. Perdónenme ustedes pero Tom Brady no ha tenido brazo en su puñetera vida. Y esa es otra de las razones que le convierten en tan grande. Posiblemente no ha disfrutado del físico superior que sí acompañaba al resto de los más grandes. Sí, Brady le lanzaba allá lejos a Moss, pero no eran misiles teledirigidos, sino bombas inteligentes. Él tiraba tan lejos como podía con la seguridad de que el otro animal iba a bajar el balón, pero era un acto de fe, no una certeza.
Brady ha manifestado su estado de ánimo en cada pase, en una limitación propia de QBs mediocres, pero siempre ha sabido controlar el problema. Eso es lo difícil. El mérito no está en no sentir miedo, sino en saber controlarlo. Al Brady inseguro o muy presionado se le encoge el brazo y lanza demasiado bajo. Cuando se enciende, tiende a subir en exceso la mirilla. Le ha sucedido desde el primer día, pero siempre ha sabido rectificar al cabo de tres o cuatro lanzamientos para volver a poner la diana en su sitio.
Porque esa es otra de las falacias que se han repetido sobre Brady. Muchas veces se ha dicho que él solo ha sido el brazo ejecutor de Belichick. Que el entrenador ponía el cerebro y el jugador el brazo. No es cierto. Belichick ha dejado en manos de Brady planes de juego diabólicamente complicados y completamente diferentes cada temporada. El jugador no solo ha tenido que aprendérselos como la palma de su mano. También ha ejercido como entrenador en el campo con la misma capacidad de decisión que Peyton Manning. Él no se ha adornado en la suerte con audibles. Se ha limitado a decidir sobre la marcha con precisión quirúrgica sobre un libro de jugadas endiabladamente sofisticado.
Por eso Brady ha sido el rey en la corta y media distancia. Ningún jugador de la historia (quizá solo Montana) ha imperado sobre las quince yardas siguientes a la línea de scrimmage como Tom Brady. Ahí es donde ha cimentado su reinado. Donde los choques se acumulan, donde es imposible ver casi nada, donde reina el caos, el mundo transcurre a cámara lenta a los ojos de Tom Brady.
En la semana seis, Peyton Manning y Tom Brady se volverán a ver las caras. Todos volveremos a hablar de la rivalidad más grande entre dos QBs de toda la historia de la NFL. Dos tipos que, además, tienen una profunda relación personal de amistad. Pero no será lo mismo. Los Colts-Patriots de la primera década del siglo XXI quizá hayan alcanzado el límite de excelencia de lo que significa una rivalidad deportiva. Todos y cada uno merecen estar en la colección de mejores partidos de la historia. En todos ellos se acumulan jugadas inolvidables. Brady y Manning. Una mezcla química que convierte en magia todo lo que toca. Hace dos años se retiró Favre. El final de una época irrepetible se aproxima. Un tiempo en el que la NFL ha estado habitada por gigantes.
Ah, y antes de despedirme de vosotros, una consideración. Marino, Elway, Kelly, Aikman, Brees… muchos nombres distintos aparecían en las listas de cinco mejores de todos vosotros. Pero eché en falta uno. Nadie se acordó del reponedor de supermercado. Si mi lista se alargara en uno o dos nombres más, nunca faltaría el dios del turf. ¡Qué monstruo!
mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl