Cuando Nadal superó a Borg
Tomás de Cos
Las lágrimas, el gesto de emoción y los abrazos con los más allegados en la grada nada más ganar su séptimo título en la Phillipe Chatrier, en la que sigue habiendo encajado una única derrota desde 2005, dejaban claro la importancia que Rafa Nadal y todo su equipo concedían a su nuevo récord en París.
Habrá quien piense que es una dulce venganza por las sátiras de los ‘Guiñoles’ y sus insinuaciones de dopaje, o las difamaciones inexplicables de Yannick Noah. O que ganar en París, por la rivalidad con Francia, siempre sabe mejor. Pero la emoción desbordada de Rafa, como su juego a lo largo de todo el torneo, tiene motivaciones de mayor calado.
El triunfo sobre Djokovic (6-4, 6-3, 2-6 y 7-5), cimentado el domingo y rematado el lunes, supone para Nadal batir uno de los brutales registros de Borg, la leyenda con la que más veces ha sido comparado el balear desde su irrupción en el circuito. El sueco de hielo revolucionó el tenis con sus golpes liftados, su solvencia en el fondo de la pista, su fortaleza física y mental y su adaptación a todo tipo de pistas. Elementos, todos ellos, que Nadal ha llevado a un grado de perfección máximo.
Tengo para mí que Nadal ya era el mejor tenista de la historia sobre tierra batida hace tiempo, bastante antes de este Roland Garros. Pero no cabe duda de que para Rafa y su entorno estos Internacionales de Francia era una cita especial. Una confirmación para su fuero interno que, fieles a su estilo, nunca será reconocida para evitar caer en la prepotencia.
Pero creo que la explosión de alegría responde además al hecho de haber interrumpido la racha de Djokovic en las finales de Grand Slam disputadas entre ambos. La final de Australia, salvada por el serbio in extremis, y que sucedía a las de Wimbledon y US Open, aún dolía. Para colmo, el conato de remontada, con los ocho juegos seguidos de Nole y la segunda interrupción por la lluvia, añadieron suspense y dramatismo a la final.
Afortunadamente, el ogro serbio va reduciendo su tamaño y los fantasmas parecen haberse volatilizado. Nuevamente, gracias al fruto del trabajo. La única receta que conoce el auténtico Duque de Palma. Y como ha dicho Nadal, el analista más certero del circuito, “ni él estaba tan lejos antes, ni yo soy tan superior ahora”.
Pero lo verdaderamente importante es que Nadal ha recuperado su mejor versión y que ya luce once Grand Slams, 50 títulos individuales, 8 de dobles, 4 Copa Davis y el Oro Olímpico de Pekín 2008. Con 26 años recién cumplidos. ¿Habrá quien le siga viendo acabado? Este chico no parece tener límites. En cualquier caso, a los que tenemos la suerte de disfrutarlo, sólo nos queda agradecerle que nos haga felices con sus hazañas y que eleve constantemente el tenis a otra dimensión. Gracias Rafa.