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El 55 ha muerto


Junior Seau tendrá un busto en el Hall of Fame. Nunca lo verá. No sentirá en sus carnes la emoción de miles de aficionados agradecidos. No volverá a ver una grada llena coreando su nombre como el de uno de los linebackers más grandes de todos los tiempos y como gran monarca de la década de los 90. Junior Seau se ha descerrajado un tiro en el pecho. Así de crudo. Así de fuerte. Y se ha matado.

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“Te amo”. Así se despidió de su ex mujer, Gina, y de sus tres hijos. Un mensaje de texto que a todos les pareció normal, y que contestaron sin darle importancia. Cuando un tipo es todo sentimiento, los gritos de ayuda no suenan a súplica, sino a entrega. Seau pidió auxilio ofreciendo su corazón. No le entendieron. Se lo voló.

Seau es un mito en San Diego. Su marcha a Miami provocó una conmoción quizá mayor de la que ha generado Peyton Manning abandonando Indianápolis. Era más que un jugador de los Chargers, era el embajador de la ciudad, la imagen del sur de California. Una personalidad pública que los domingos destrozaba rivales en el campo y el resto de la semana vivía para su Fundación, volcada en los niños más desfavorecidos.

El football va muy deprisa. La gente pasa y es olvidada en pocos meses, como si nunca hubiera existido. Pañuelos de usar y tirar. Nos habíamos olvidado de Junior Seau, un genio que se despidió en los Patriots, donde formó parte de aquel equipo casi perfecto. Otro monstruo de la NFL que se marchó sin anillo, aunque hubiera merecido quedarse sin dedos libres.

El deporte es cruel. Un Circo Máximo donde los grandes gladiadores son aclamados hasta que pierden su fuerza, su agilidad, su fiereza. Entonces llegan los pulgares bajados y las vidas destrozadas por las secuelas de un esfuerzo sobrehumano. Nadie se acuerda de los momentos mágicos. El aquí y ahora devora el éxito sin piedad. Seau, inabarcable en San Diego, presente en todas partes, multiplicándose por el campo para llegar el primero a cada placaje, para cerrar cada una de las puertas, terminó siendo un hombre gris de banquillo. El tipo que salía en esa jugada concreta para hacer valer su experiencia.

Ray Lewis es una fuerza de la naturaleza. Un animal capaz de llevarse una muralla por delante, de alcanzar a una gacela y destrozarla con sus zarpas, de desencadenar el pánico en las huestes rivales con su sola presencia. Seau también era capaz de todo eso, pero siempre bajo la bandera de la elegancia. Uno reina a sangre y fuego. El otro lo hacía bailando vals. Porque entre los cazadores de hombres también hay tipos distinguidos, señores con mayúsculas, que pintan al óleo cada sack, esculpen un placaje o componen una intercepción.

Así era Junior Seau. Mucho más que un linebacker. Un artista, un genio, un grande. Un futuro inquilino del Hall of Fame y un corazón andante. Descansa en paz, maestro. “Te amo”.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl