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Megatrón contra la maldición del Madden


Cuando yo era niño, los domingos por la tarde que el Pucela no jugaba en casa, iba con mis hermanos al auditorio de la Feria de Muestras de Valladolid. Proyectaban películas infantiles a precio de chuchería. De esas japonesas con batallas navales en las que se distinguía el logo de Tamiya en el casco de un destructor y, si te fijabas bien, se veían las baldosas de la piscina. Las películas eran horrorosas, pero la imaginación de la chiquillada ponía la calidad que faltaba.

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Ahí estaba medio Valladolid. Todos comiendo piruletas, regalices y palomitas. Gritando al unísono cuando el protagonista estaba en peligro, aullando como locos en las peleas entre Godzilla y King Gidorah y aplaudiendo a rabiar cuando el malo barbudo caía por un acantilado interminable. Eran esas edades en que los niños abuchean en las escenas de besos y corren pasillo arriba y pasillo abajo cuando los diálogos se eternizan.

Recuerdo ‘King Kong se Escapa’, película mítico-absurdo-festiva, inolvidable en su horripilancia. ¡Qué tarde más memorable! ¡Cómo aplaudimos! ¡Qué bestialidad! Los niños no engañan y ninguna diva de la ópera ha conseguido jamás una aclamación tan sincera. Tal fue el entusiasmo que la proyectaron otra vez el domingo siguiente. Y volvimos a verla en riguroso estreno, sufriendo en los momentos más duros y celebrando que, una vez más, y de forma inexplicable, el bueno saliera victorioso. Pasamos meses jugando en el recreo a versiones del ‘polis y cacos’ que recreaban los mejores momentos de aquel éxito de taquilla.

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Yo era un niño impresionable. Recuerdo una película en la que unos astronautas llegaban a un planeta y se les pegaba al traje una especie de blandiblu. Al regresar a la nave, la sustancia viscosa iba creciendo imparable mientras fagocitaba a todos y cada uno de los aventureros. Eran incapaces de frenar su avance, a pesar de cerrar todas las esclusas. Aquello fue demasiado para mi joven corazón. Tuve que salirme de la sala, vomitando de terror. Cuando llegué a casa tenía casi cuarenta de fiebre de la impresión. Años después dio la casualidad que volvió a caer en mis manos aquella película. Fui incapaz de entender mi exagerada reacción infantil, escondida entre decorados de cartón piedra y actuaciones casi cómicas. He buscado sin éxito el título de aquel engendro. Tal vez alguno de vosotros me lo sepa decir. Serie B de la buena.

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Esa ‘alergia impresionable’ alcanzó sus cotas más altas el día que pusieron “La Guerra de los Mundos” de Byron Haskin (1953). Eso no era serie B. Era cine del bueno. Hasta el punto que mi padre se vino a verla con nosotros. No se la quería perder. ¡Y vaya si se la perdió! Cuando el primer soldado americano se convirtió en un esqueleto casi en un primer plano, tras ser alcanzado por el rayo de una de las naves marcianas, toda la comida abandonó abruptamente mi estómago mientras la fiebre alcanzaba cotas inimaginables. Salí de la sala a gatas y llegué a casa a la carrera. ¡Qué impresión! Aún tengo pesadillas con aquel pobre soldado. ¡Qué bestialidad!

Así que la elección de Calvin Johnson como portada del Madden me ha hecho rejuvenecer. He vuelto a sentirme en un cine infantil, con pantalón corto y excitación inexplicable, mientras espero la batalla más salvaje jamás celebrada. Megatrón contra la maldición del Madden. Godzillas y gorilas gigantes se convierten en un simple aperitivo frente a lo que nos espera. El receptor infalible frente a frente con la condenación inevitable. Cam Newton, finalista, ya puede descansar tranquilo.


Algunos ya dan por muertos a los Lions y al mejor receptor de los últimos tiempos, solo por la sombra del juego maldito. Yo este año soy escéptico con Detroit, creo que Packers y Bears pueden ejercer mucha presión con una pinza que les ahogue irremediablemente, como en esas películas japonesas, llenas de monstruos indestructibles que encajaban cañonazos sin inmutarse. Otra cosa muy distinta será que flaquee Megatrón. Incluso en los peores momentos, cuando los Lions solo sabían perder, y sus aficionados vivían el día a día con una bolsa de papel en la cabeza, Calvin seguía recolectando todos los balones que volaban a su alrededor.

Si Megatrón no es capaz de romper la maldición, si sucumbe a la influencia de las fuerzas oscuras, nadie será capaz de hacerlo. A mí ya me ha subido la fiebre y lo último que he comido no ha caído muy bien en el estómago. Las películas de terror no están hechas para los niños.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl