Ahí estaba medio Valladolid. Todos comiendo piruletas, regalices y palomitas. Gritando al unísono cuando el protagonista estaba en peligro, aullando como locos en las peleas entre Godzilla y King Gidorah y aplaudiendo a rabiar cuando el malo barbudo caía por un acantilado interminable. Eran esas edades en que los niños abuchean en las escenas de besos y corren pasillo arriba y pasillo abajo cuando los diálogos se eternizan.
Recuerdo ‘King Kong se Escapa’, película mítico-absurdo-festiva, inolvidable en su horripilancia. ¡Qué tarde más memorable! ¡Cómo aplaudimos! ¡Qué bestialidad! Los niños no engañan y ninguna diva de la ópera ha conseguido jamás una aclamación tan sincera. Tal fue el entusiasmo que la proyectaron otra vez el domingo siguiente. Y volvimos a verla en riguroso estreno, sufriendo en los momentos más duros y celebrando que, una vez más, y de forma inexplicable, el bueno saliera victorioso. Pasamos meses jugando en el recreo a versiones del ‘polis y cacos’ que recreaban los mejores momentos de aquel éxito de taquilla.
Así que la elección de Calvin Johnson como portada del Madden me ha hecho rejuvenecer. He vuelto a sentirme en un cine infantil, con pantalón corto y excitación inexplicable, mientras espero la batalla más salvaje jamás celebrada. Megatrón contra la maldición del Madden. Godzillas y gorilas gigantes se convierten en un simple aperitivo frente a lo que nos espera. El receptor infalible frente a frente con la condenación inevitable. Cam Newton, finalista, ya puede descansar tranquilo.
Si Megatrón no es capaz de romper la maldición, si sucumbe a la influencia de las fuerzas oscuras, nadie será capaz de hacerlo. A mí ya me ha subido la fiebre y lo último que he comido no ha caído muy bien en el estómago. Las películas de terror no están hechas para los niños.